VERTIENTES, CAMAGÜEY.- En el corazón del emporio arrocero del sur camagüeyano, a 32 kilómetros de la capital de este municipio, con rumbo a la costa, desde el pasado 15 de agosto cabalga un nuevo alazán, el que llegó para aliviarle tensiones y facilitarle la vida a la numerosa familia del arroz en la provincia.

Después de cuatro años de mucho trabajo ya marcha el novedoso secadero de tecnología brasileña PAGE, en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Teófilo Duarte Delgado, perteneciente al Complejo Agroindustrial de Granos Ruta Invasora (CAGRI), ubicado en la región vertientina conocida como El Alazán.

De los cuatro secaderos PAGE que adquirió el país, el del medio sur agramontino, con capacidad para procesar 128 toneladas diaria del grano húmedo en cáscara, es el primero en ponerse en marcha.

La tecnología de punta adquirida es muy eficiente, baja consumidora de energía eléctrica, y da la posibilidad de utilizar la cascarilla de arroz para el secado del cereal, lo que constituye una de sus principales novedades y permite ahorrar 2 048 litros de diésel al día. Los equipos de limpia logran un 75 % de eficiencia, y parámetros del 3 % de impurezas, que son estándares del primer mundo.

El monto total de la inversión ascendió a 5 768 000 pesos, e incluyó, además de la torre de secado, tres silos con capacidad de almacenar 1 000 toneladas cada uno, báscula de 80 toneladas, un grupo electrógeno y nuevas edificaciones para el área administrativa.

Con el empeño de sus trabajadores se enriqueció el proyecto inicial con la construcción de una vinculación entre el secadero viejo y el nuevo, que permite mediante sinfines llevar el arroz hasta los silos de almacenamiento, sin necesidad de transporte. Se adicionaron pasillos aéreos que comunican diferentes áreas para facilitarles así el trabajo a los operarios, y se construyeron tres naves para fomentar la cría de carneros, cerdos y gallinas.

Rigoberto Mora López trabaja desde 1992 en El Alazán.Rigoberto Mora López trabaja desde 1992 en El Alazán.

COMO DE LA NOCHE AL DÍA

“Esto es otra cosa, no tiene comparación, nos dice Rigoberto Mora López, quien desde 1992 trabaja en El Alazán. Antes, cuando había pico de cosecha, no podíamos asumir toda la materia prima y nos pasábamos hasta dos días parados porque no se contaba con transporte suficiente para sacar el arroz. Si no trabajábamos cobrábamos menos, porque el salario está vinculado a la producción. Ahora mejoran las condiciones y el salario. Este es moderno, como dicen los cubanos, da la talla. El otro levantaba todo el tiempo una nube de polvo que sin protector no podías respirar”.

Michel Bayate Camejo, director general de la mencionada empresa, asegura que el secadero resolvió los problemas existentes con la capacidad de secado y de almacenamiento, fundamentalmente en los picos productivos de las campañas de frío y primavera.

“Asimismo influye en la calidad, pues cuando se cosecha el grano en rangos óptimos de humedad, entre el 26 y el 20 %, el rendimiento industrial es muy bueno. Si no ocurre así, entonces se parte y cambia de coloración. Su aporte es determinante para eliminar el secado de arroz en las carreteras en la zona sur de la provincia, donde se concentran los mayores volúmenes. Al norte todavía esa capacidad es insuficiente, para resolverlo se instala un secadero en Esmeralda con capacidad para 37 toneladas”.

Otra de las cuestiones que afectaba el proceso de secado eran las fallas eléctricas. Orlando Otero Fernández, director de la UEB, rememora las vicisitudes que vivieron. “Había un tendido muy viejo, de antes de la Revolución, que iba por lugares de muy difícil acceso, y cuando había rotura era engorrosa la reparación. En ocasiones estuvimos hasta una semana sin corriente y se echaba a perder una buena parte del arroz, lo que constituía una considerable pérdida para la economía. Ya eso es historia, porque hace pocos meses se instaló un tendido eléctrico nuevo que va por el camino principal y tenemos también un grupo electrógeno para, en caso de roturas, no se detenga la industria.

“El Alazán viejo no es ni la sombra de lo que es hoy, era un cachimbito, como decimos por acá. Ahora es tecnología moderna, con más capacidad, condiciones para los trabajadores que tienen turnos de 12 horas. Igualmente se aumentaron los empleos, antes eran 52 y ahora suman 92, además de los indirectos, quienes laboran en la administración y la cocina”.

“Algo muy importante es que se lograron automatizar los quemadores, los que en el resto del país funcionan de manera mecánica”.Bárbaro Vega Álvarez e Ismael Fernández Artén son de los trabajadores que enriquecieron el diseño de la inversión inicial. Bárbaro Vega Álvarez e Ismael Fernández Artén son de los trabajadores que enriquecieron el diseño de la inversión inicial.

CASCARILLA PARA ABRIR NUEVOS CAMINOS

La posibilidad de utilizar la cascarilla del arroz como combustible para hacer funcionar las torres de secado motivó a que directivos y especialistas del CAGRI sueñen con nuevos caminos y beneficios económicos.

“Lo que queremos es convertir ese desecho pasivo ambiental, que sufre de largos períodos de descomposición y su utilidad hoy es muy limitada, en un activo económico para generar energía, ya que el poder calorífico de la cascarilla es mayor que el del bagazo.

“Quisiéramos que el país nos aprobara la inversión para adquirir tecnología que nos permita incinerarla. Así aprovecharíamos las 142 toneladas de cascarilla que se producen cada día cuando la industria está a plena capacidad, y además de la energía, la ceniza se puede utilizar para la construcción de bloques y para la metalurgia”, nos aseguró Bayate Camejo.

El secadero de El Alazán suma a la buena noticia de haber sido propuesto al Premio Nacional de Calidad, el ser el “caballo de fuerza” de la industria del arroz en Camagüey, la que es hoy la segunda más productora del grano en Cuba.

La cáscara de arroz que se obtiene de esta producción queda como un residuo agroindustrial, la que por su baja densidad ocupa grandes volúmenes y crea un gran problema a la hora de encontrar dónde depositarlo.La cáscara de arroz que se obtiene de esta producción queda como un residuo agroindustrial, la que por su baja densidad ocupa grandes volúmenes y crea un gran problema a la hora de encontrar dónde depositarlo.