Puerto Príncipe era una ciudad mediterránea, distante de los litorales norte y sur a más de 70 kilómetros, y en los siglos XVI y XVII sufrió los ataques de aquellos malhechores, a pesar de espesos bosques que dificultaban el avance de quienes osaran aventurarse a tomar la villa.

Sin embargo, sus escasos pobladores vivieron días amargos con la agresión de piratas que los obligaron a rehacer sus riquezas, asentadas entonces en la ganadería y el contrabando más que en el comercio normal con la metrópoli española y sus asentamientos en América.

El primero fue Jacques de Sores, quien en 1555 asaltó la costa norte en su travesía hacia La Habana y robó en las haciendas quesos, reses, tasajo y mujeres, a las cuales abandonó después de mancillarlas en Cayo Coco.

Años más tarde seguirían el francés Gilberto Girón, en 1604, y el holandés Cornelis Jal en 1636.

Del bandido que más se conocen sus fechorías en Puerto Príncipe es del galés Henry Morgan (1635-1688), uno de los piratas más temido, sanguinario y famoso del siglo XVII en los mares caribeños.

La villa principeña resultó la primera atacada por Morgan cuando se estrenó como jefe absoluto de una banda de forajidos de diversas nacionalidades y con embarcación propia, aunque la historia recoge que estaba al servicio de la corona británica, enemiga de España.

El 28 de marzo de 1668, éste desembarcó con sus fuerzas por la costa sur y emprendió la marcha sobre Puerto Príncipe, con la idea de que iba a dar un golpe por sorpresa.

Pero los habitantes y tropas asentadas en la villa mediterránea conocieron de sus acciones y propósitos, prepararon una defensa adelantada a la localidad y enfrentaron al bandido, quien los derrotó y continuó la marcha hasta tomar la urbe al día siguiente pese a la resistencia de sus valerosos pobladores.

Comenzó entonces el pillaje en inmuebles e iglesias y el abuso contra los moradores.

Morgan encerró en los templos a los principeños, a quienes exigía, en medio de diversos sufrimientos, la entrega de las riquezas que suponía habían escondido en los bosques ante el empuje de los piratas.

Hombres del galés interceptaron un correo que enviaba el gobernador de la isla, en el cual informaba del envío desde Santiago de Cuba de una tropa expedicionaria para retomar la villa y castigar a los piratas.

El bandido decidió abandonar Puerto Príncipe, pero antes quemó parte de la urbe, y se retiró con el botín producto del saqueo de 500 vacas y sal, unos 50 mil pesos, y piezas robadas a las iglesias como campanas, vasos y ornamentos sagrados.

El obispo Morell de Santa Cruz escribió sobre el ataque de Morgan a Puerto Príncipe:

   “...Efectivamente mandó poner fuego al barrio de Santa Ana, quemáronse sus casas y los montes inmediatos; en ellos había escondidos algunos trastos, y los libros parroquiales; unos, y otros padecieron la misma desgracia.”

El escritor italiano Emilio Salgari, en su novela de aventuras “El Corsario Negro”, hace mención a la toma por Morgan de Puerto Príncipe, cuya población  emprendió el restablecimiento de su vida, reparó y edificó tras las destrucción y amplió sus riquezas ganaderas y agrícolas para volver a ser una plaza privilegiada por la laboriosidad y cultura de sus hijos.

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