LA HABANA.- (PL) Sin Cuba la política global habría sufrido la ausencia de una de las mayores figuras históricas mundiales, Fidel Castro, quien durante más de cinco décadas protagonizó momentos relevantes en foros internacionales.

Su pensamiento pervive por ello como voz de los pueblos y los pobres del mundo, a favor de los cuales clamó en todas las tribunas, de forma patente durante sus cerca de 170 estancias en países de todas las regiones.

Cuando Donald Trump, presidente de Estados Unidos, amenaza con agredir militarmente a Venezuela, uno de los países simbólicos de América, y retoma caducas fórmulas contra Cuba, es imperioso evocar algunos momentos en la trayectoria internacional del líder revolucionario cubano, arquitecto indudable de la política exterior de su país y paradigma en el mundo.

Vienen a la memoria las palabras del colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, cuando auguró que de Fidel se hablará por mucho tiempo, a lo que puede agregarse que ocurrirá más cuando se recopile y sistematice la edición de pronunciamientos en los que su voz invocó siempre la justicia como principal arma.

En diversas ocasiones se pudo ser testigo de sus intervenciones, siempre cargadas de las más justas apreciaciones y las más claras advertencias, cuya mayor fundamentación la muestran la realidad global de hoy y las previsibles amenazas de mañana.

Una de las demostraciones más sencillas, modestas y equilibradas se la prodigó a este redactor al preguntarle sobre la importancia de la I Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe en la batalla de Cuba contra el bloqueo y él responderle: Yo no diría que fue una batalla, pero sí un importante paso de avance.

En su afirmación se reflejaban tres ingredientes fundamentales: el equilibrio y mesura que prodigaba a los demás, la certeza de sus apreciaciones en el contexto de cada escenario político y la ineludible firmeza con que sostenía la confrontación ideológica con el imperialismo, como muestra en su discurso del 17 de agosto de 1995 en Puerto España.

Luego de citar el pensamiento de José Martí "En el fiel de América están las Antillas", se refirió a su creencia en la idea de un Caribe unido, basado en la certeza de que juntos podremos vencer nuestras dificultades actuales.

Al respecto añadió: Para la Cuba bloqueada y para Haití y la República Dominicana, la Asociación de Estados del Caribe representa la posibilidad de inserción en la economía y en los procesos de integración regionales.

Sobre el entorno ecológico, reclamó: El mar Caribe debe ser protegido de la contaminación negligente y la sobrexplotación de sus recursos. La vulnerabilidad de nuestros ecosistemas, vitales para nuestra subsistencia económica, debe ser motivo de seria consideración en los programas económicos regionales.

No es posible esperar -prosiguió-, pues mañana podría ser demasiado tarde. Nuestras decisiones de hoy no pueden convertirse en letra muerta; han de tener un seguimiento concreto y resultar en la creación de efectivos instrumentos de trabajo conjunto.

En cuanto a los tres temas sobre los cuales trataba aquel foro, fue muy preciso:

Nuestro comercio mutuo es escaso. El transporte en la región es inadecuado. Como resumen: ... ello se convierte en un obstáculo para el desarrollo del turismo y la integración en el Caribe.

Optimista, sin embargo, proclamó su motivo de mayor confianza: contamos con un recurso de valor excepcional: contamos con nuestros pueblos, forjadores de culturas originales, obligadas al ingenio y la creatividad por la necesaria adaptación a un medio muy frágil y variable.

He ahí, en ese recurso insustituible que son nuestros pueblos, nuestra riqueza principal y nuestra mejor carta de triunfo en la lucha por el desarrollo y por ocupar un lugar digno en el mundo del mañana, añadió.

No resulta casual que su primer viaje al exterior después del triunfo de la Revolución haya sido a Venezuela en enero de 1959, país en el cual se libra una tremenda batalla política e ideológica a favor de los pueblos, de la justicia social, de la preservación de los recursos propios y de la esencia bolivariana de América Latina y el Caribe.

Fidel supo siempre apreciar con claridad el protagonismo que llegaría a tener aquel país en todo el continente y más allá, como reflejan la firmeza y la valentía con que enfrentan sus autoridades, políticas y militares, las amenazas del presidente de Estados Unidos, semejantes a las rechazadas por Cuba durante casi seis décadas.

De ahí que, sobre la necesaria unidad latinoamericana y caribeña ante la globalización, haya sido enfático en la Reunión Especial de Jefes de Estado y de Gobierno del Cariforo, en República Dominicana, el 21 de agosto de 1998.

Allí consideró inevitable la globalización, pero a condición de que la que hoy se desarrolla, desde un punto de partida igualmente histórico, es en cambio posible y también inevitable transformarla, sin lo cual nuestra especie no podría sobrevivir.

A lo que agregó: Tal vez es ya tarde, pero sería mejor no esperar a que fuese demasiado tarde. En aquella ocasión, sobresalieron pasajes medulares:

Un grupo reducido de naciones ricas disfruta y divulga patrones de consumo irracionales e insostenibles, mientras la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, que en el Tercer Mundo crecen exponencialmente, sufre de una pobreza cada vez más humillante, insoportable.

Se pretende dar igual tratamiento a países con capacidades y niveles de desarrollo muy distintos, lo cual es profundamente injusto.

Hace 50 años se nos viene engañando con la promesa de reducir el profundo abismo entre países pobres y ricos que no ha dejado de crecer un solo minuto en medio siglo de posguerra.

La llamada reciprocidad no sería otra cosa que una injusticia histórica y una brutal arbitrariedad. Mientras se exige ese mezquino principio, y la apertura indiscriminada de nuestros mercados, los países desarrollados no vacilan en mantener y fortalecer mecanismos proteccionistas de diversos tipos, arancelarios y no arancelarios, con mil diferentes pretextos.

Nuestros países reconocen la función que el capital internacional desempeña actualmente en la economía mundial, pero no podemos aceptar el desmantelamiento de nuestra soberanía ni renunciar a tener programas nacionales de desarrollo.

Para Cuba es intolerable que en ese Acuerdo Multilateral de Inversiones se pretenda algo tan absurdo como la idea de convertir en norma jurídica internacional de carácter obligatorio los principios extraterritoriales de la ley Helms-Burton que el gobierno de Estados Unidos quiere imponer y que tan dignamente el Caribe rechaza.

En medio de tantas dificultades, nos admira el esfuerzo tenaz de los países del CARICOM por el bienestar de sus pueblos y el desarrollo de sus economías. El turismo, a través del multidestino, bien podría convertirse en el motor principal de la integración caribeña, el incremento del comercio, las inversiones y los contactos entre nuestros países.

Los que ayer fuimos descubiertos, repartidos, conquistados y convertidos en colonias, hoy tenemos la posibilidad de actuar como fuerza mayoritaria en los diversos foros donde se decide el mundo del siglo XXI.

Lo que reclamamos, y por lo que debemos luchar, es que la globalización inevitable que por ley de la historia hoy se desarrolla, sea la globalización de la fraternidad y la cooperación entre todos los pueblos, del desarrollo sostenible, de la justa distribución y el uso racional de las abundantes riquezas materiales y espirituales que con sus manos y su inteligencia es capaz de crear el hombre, sintetizó al final.

Momento culminante en las apreciaciones del líder revolucionario fue el discurso en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en la sede de la FAO, Roma, el 16 de noviembre de 1996, estancia a la cual se vinculó su visita al Vaticano, donde fue recibido por el Papa Juan Pablo II.

En la FAO dijo:

El hambre, inseparable compañera de los pobres, es hija de la desigual distribución de las riquezas y de las injusticias de este mundo.  Los ricos no conocen el hambre.

¿Qué curas de mercurocromo vamos a aplicar para que dentro de 20 años haya 400 millones en vez de 800 millones de hambrientos?  Estas metas son, por su sola modestia, una vergüenza.

Si 35 mil personas mueren de hambre cada día, la mitad niños, ¿por qué en los países desarrollados se arrancan olivares, se sacrifican rebaños y se pagan cuantiosas sumas para que la tierra no produzca?

Si el mundo se conmueve con razón cuando ocurren accidentes, catástrofes naturales o sociales que matan a cientos o miles de personas, ¿por qué no se conmueve de la misma forma ante este genocidio que tiene lugar cada día delante de nuestros ojos?

Son el capitalismo, el neoliberalismo, las leyes de un mercado salvaje, la deuda externa, el subdesarrollo, el intercambio desigual, los que matan a tantas personas en el mundo.

Sobre los gastos militares preguntó: ¿por qué no se invierte una parte de estos recursos en combatir el hambre, impedir el deterioro de los suelos, la desertificación y la deforestación de millones de hectáreas cada año, el calentamiento de la atmósfera, el efecto invernadero, que incrementa ciclones, escasez o excesos de lluvias, la destrucción de la capa de ozono y otros fenómenos naturales que afectan la producción de alimentos y la vida del hombre sobre la Tierra?

¿Por qué la producción de armas cada vez más sofisticadas después que concluyó la guerra fría? ¿Para qué se quieren esas armas sino para dominar al mundo? ¿Para qué la feroz competencia por vender armamentos a países subdesarrollados, que no los harán más poderosos para defender su independencia y donde lo que hay que matar es el hambre?

¿Por qué sumar a todo esto políticas criminales, bloqueos absurdos que incluyen alimentos y medicinas para matar de hambre y enfermedades a pueblos enteros? ¿Dónde está la ética, la justificación, el respeto a los derechos humanos más elementales, el sentido de tales políticas?

Para denunciar ejemplarmente:
Reine la verdad y no la hipocresía y la mentira. Hagamos conciencia de que en este mundo debe cesar el hegemonismo, la arrogancia y el egoísmo.

Las campanas que doblan hoy por los que mueren de hambre cada día, doblarán mańana por la humanidad entera si no quiso, no supo o no pudo ser suficientemente sabia para salvarse a sí misma, advirtió.

El tema de Fidel en el escenario internacional es demasiado grande para tratarlo en solo un artículo que intenta sintetizar al líder histórico de la Revolución en momentos de avance de la presencia cubana en foros de indudable novedad entonces como la recién fundada AEC, el inédito Cariforo y la Cumbre Mundial de la Alimentación.

Nunca se deberá tratar a Fidel con ligereza, por lo que sería mejor apelar ahora a que quienes poseen méritos y vivencias lo muestren en su verdadera y grande dimensión histórica, cuando las más graves predicciones que hizo revelan una vez más su visión de largo y certero alcance, como reflejó en la alusión en la FAO al poema del londinense John Donne, una obra que supera los cuatrocientos años:

...la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

* Editor de Prensa Latina