Lo cierto es que a Barack Obama lo recibiremos con el mismo respeto y hospitalidad que hemos dispensado a otros presidentes llegados de disímiles latitudes del universo y que al momento de su partida han expresado lo bien que se han sentido aquí y han agradecido la atenciones que les brindamos en observancia de nuestro sentido amistoso,  de cordialidad y solidaridad humana.

Quizá las expectativas en el caso de Obama tengan cierta singularidad, ya que siendo vecinos tan cercanos y con no pocas afinidades entre nuestros dos pueblos, han tenido que transcurrir 88 años desde que otro presidente estadounidense nos visitara, en aquella ocasión lo hizo Calvin Coolidge, a bordo de un navío de guerra, para asistir al cónclave Panamericano y bajo un gobierno que en nada se parece al que va a recibirlo ahora, que es representativo pleno de los ideales revolucionarios por los que hemos luchado durante más de un siglo y medio.

Lo del tiempo transcurrido entre una visita y otra se explica quizás, antes de enero de 1959, por considerarse que Cuba, como el resto de la América Latina, era una plaza segura que no necesariamente demandaba la atención del Ejecutivo, y después de esa fecha, por la declaración de una guerra por parte de todos los gobiernos que desfilaron por la Casa Blanca en estos más de 54 años, incluida una agresión militar en abril de 1961 y un criminal bloqueo diplomático, económico y financiero que dura hasta nuestros días, todo lo cual impidió, no por nuestra parte, un diálogo civilizado entre ambas naciones.

Le correspondió al presidente Barack Obama y a su gobierno convencerse de lo estéril e infructuosa que fue la política hostil de sus antecesores para cambiar el régimen político y social en Cuba, que no pudo quebrar la resistencia del pueblo cubano y solo cosechó el aislamiento regional de los Estados Unidos ante la creciente solidaridad latinoamericana y caribeña hacia la Isla, y optar por cambiarla radicalmente por otra de acercamiento, aunque con los mismos objetivos finales de la estrategia estadounidense ya conocida históricamente, hacia nuestro país.

A su llegada el domingo, al Presidente norteamericano lo antecedió una nueva ronda de medidas (la cuarta) que modifica algunos aspectos del bloqueo a la Mayor de las Antillas, referidas a los viajes de los estadounidenses a Cuba, que no podrán tener fines turísticos, pero que pueden ser de manera individual con fines “educacionales” y no necesariamente en grupos, como hasta ahora, también podrán comprar productos cubanos en terceros países, como ron y tabaco.

Se autoriza igualmente a los ciudadanos cubanos que trabajen con visas habilitadas en la nación norteña a recibir su salario o compensación y también permite a empresas estadounidenses la contratación de ciudadanos cubanos bajo ciertas condiciones e igualmente autoriza las transacciones financieras cubanas internacionales en dólares y otros instrumentos en esa moneda, como efectivo y cheques, algo que estaba prohibido hasta ahora, al tiempo que la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) ampliará el visto bueno para la presencia física de compañías y entidades norteamericanas aprobadas para hacer negocios con Cuba.

Todavía no se precisa el alcance de este nuevo paquete de medidas que necesariamente conllevará un proceso de instrumentación y entonces se podrá medir si realmente responden a las demandas que ha venido haciendo la parte cubana para que Obama utilice sus facultades ejecutivas para modificar por esa vía aspectos sustanciales del bloqueo que impiden o limitan la puesta en práctica de muchas otras medidas para flexibilizar aspectos claves de ese engendro legislativo que él mismo demanda que sea derogado.

Sin conocerse aún la agenda del Presidente y su esposa, y de la delegación que lo acompaña, sí podemos asegurar es que será recibido con todos los atributos correspondientes a su cargo, con nuestra probada hospitalidad y el sentimiento de amistad hacia el pueblo estadounidense, al cual nos unen lazos históricos que no se han podido romper a lo largo de estos años de incomunicación.

Aquí encontrará un país que contribuye a la paz y la estabilidad regional y mundial, que hace de la solidaridad y el bienestar de la humanidad su razón de ser, que comparte lo poco que tiene y no lo que le sobra, y un pueblo digno, patriótico, cuya fortaleza son sus ideas y sus principios revolucionarios, que defiende con todo vigor y fervor la sociedad socialista que construye, consciente de que es la más justa y humana, la única capaz de proporcionar bienestar y felicidad al pueblo cubano y a cualquier pueblo del mundo.

Encontrará además una completa disposición a dialogar sobre cualquier asunto de interés para ambas naciones con respeto y profesionalidad y la voluntad del Gobierno y pueblo cubanos de seguir avanzando en el camino de la normalización de las relaciones, en el que sabemos que existen grandes escollos y diferencias, que en conjunto pueden ser salvados.    
 

{flike} {plusone} {ttweet}