CAMAGÜEY.- Desde hacía veinte años Alejandro García, más conocido entre el público cubano como Virulo, no cantaba en Camagüey. La primera vez que vino a presentarse, llovió. En el segundo intento, una nube negra volvió a decirle “no” a su concierto. El pasado sábado, en la Plaza del Gallo, la lluvia de Camagüey se declaró, oficialmente, como su principal admiradora.

Decidido Virulo a terminar con esa especie de maldición -según sus propias palabras- que le impedía tocarle al público de esta tierra, reunió a sus invitados Jorge Díaz y Tony Ávila bajo el techo del Teatro Principal.

Previo al comienzo del espectáculo ya todas las butacas estaban ocupadas. Iniciaría con la ingeniosa trova de Virulo. Antes de poner en marcha la imaginación de los asistentes, el artista hizo un recuento de sus fallidos conciertos en la provincia, y justo cuando estaba dispuesto a sacar los primeros acordes… se le partió una cuerda a su guitarra. Pero al músico no le importó; aquello solo sirvió para generar más bromas y un clima de empatía que fue incrementándose con cada número.

Rompió el hielo con el conocido tema Por la izquierda, lleno de matices y paradojas de corte social, que invita a la carcajada y a escuchar con atención la veracidad de su letra. El reguetón del cubano que viajó a Holanda y la canción de la tía Cuca también mostraron la agudeza de este cantautor, uno de nuestros máximos representantes de la música humorística salpicada de inteligencia.

Tras interpretar con una voz afrancesada la aventura fugaz entre una parisina con un muchacho latinoamericano –Latin Lover- Virulo cedió su lugar en la platea a Jorge Díaz. Apenas tomó sitio, hizo gala de una poderosa habilidad para provocar sonrisas como todo un maestro del stand up comedy –comedia en vivo-.

Luego de una seguidilla de chistes, un rosario de falsas canciones y el intercambio constante con el público, Díaz parodió uno de los éxitos de Osvaldo Rodríguez, dedicó una canción a las mujeres y efectuó un simpático popurrí repleto de aportes a famosas canciones infantiles cubanas y a las de la extinta Unión Soviética.

A Tony Ávila, uno de los músicos más talentosos colocado en el hit parade de muchos cubanos, le tocó su turno en los momentos finales de la noche. Demostró sobre el escenario el por qué se le considera un fiel seguidor de las tradiciones musicales de Faustino Oramas –El guayabero-, de Ñico Saquito y Pedro Luis Ferrer con números como Científicamente negro, Mi casa y Timbirichi.

En las notas de Tony primó esa visión particular y original que conmina a los cubanos a construir un país donde las cuestiones espirituales se sobrepongan a las materiales y al egoísmo.

A petición del auditorio el trovador interpretó el pícaro tema La choza de Chicha y Chacho, sin dudas, una joya del buen manejo del doble sentido sin recurrir a la frase soez o banal.

Los tres protagonistas de la gala concluyeron el show con una simpática “invocación” a los aplausos del público, calificado por los artistas como su razón de ser. Sin embargo, no hubo necesidad de tal invocación porque la ovación de las palmas y los “¡bravo!” ya habían mostrado el ambiente de satisfacción que se respiraba. Era una señal de que Virulo, junto a sus acompañantes, finalmente había roto la maldición de hace 20 años.