CAMAGÜEY.- Durante las guerras por nuestra independencia, los mambises e integrantes del Ejército Rebelde pelearon por su tierra, hasta con los puños si hubiera sido preciso. Machete o granada, caballo o carro de combate, carabina o ametralladora en manos de gente con decoro, constituyeron medios para enfrentar el poderío del enemigo hasta alcanzar el triunfo de la Revolución Cubana el 1ro. de Enero de 1959.

En el presente, la defensa de la soberanía no cesa, aunque más que de polvorín bien surtido, se requiere de la fortaleza ideológica y de un alma decidida como la de la caballería de El Mayor. En esa obra desempeñan un rol fundamental los historiadores, encargados de proteger nuestros valores patrios e identidad. Así me lo confió el profesor universitario Andrés Fernández Millares, quien accedió a una entrevista como tributo al servicio de estos profesionales que cada 1ro. de julio celebran su día en el país.

Son ya cinco décadas de experiencia las acumuladas por Andrés en las aulas. “Cin-cuen-ta- años y no te das cuenta hasta que te lo recuerdan”, dice mientras abre los ojos en señal de sorpresa. Todos los conocimientos que imparto me impresionan porque la Historia de Cuba es mi vida.

“A veces cuando hablo de grandes líderes como Julio Antonio Mella siento tanta emoción que los estudiantes me dicen 'profe, la va a dar una cosa; profe, está colora´o, cálmese'. Pero con absoluta modestia, para hacer de la Historia de Cuba una pasión y los alumnos la reciban con mayor gusto, debemos transmitir los saberes con sensibilidad. Desde la gestualidad, la metodología, el dominio del contenido y la emoción atrapas al auditorio. Y hasta pueden correr las lágrimas y escuchar comentarios como qué hermosa es esta asignatura”.

Unos diez años de tránsito por el Ministerio de Educación, en instituciones como la secundaria básica Pedro Martínez Brito, el instituto Noel Fernández, en la escuela Alzamiento de Las Clavellinas, en Sola, y la escuela vocacional Máximo Gómez Báez forjaron su espíritu pedagógico. Luego comenzó su larga etapa en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, donde ha cumplido sus bodas de oro con la historia, preparando a varias generaciones de jóvenes.

Sobre la enseñanza de la materia, Andresito, como lo llaman sus amigos, reflexionó: “En las condiciones actuales esta disciplina constituye un desafío para los que tenemos el encargo de impartirla. Continuamente estamos sometidos a una guerra cultural diversa y ella debe contribuir a enfrentar las tergiversaciones y los enfoques que se hacen para imponernos un modelo de vida consumista, mercantil, alejado del humanismo”.

Las pistas que ofrece Fernández Millares para transmitir la savia de su oficio resultan imprescindibles para cualquier educador. Según él, muchos maestros incitan a pensar, en gran medida, de una manera automática, mecánica y “uno de los legados de Martí fue la crítica a la historia fría, estéril y cronológica. Y así como nuestra existencia no transcurre de manera lineal, lo mismo sucede con esa asignatura, que es preciso se ofrezca a las audiencias lo más cercana posible a la verdad, sobre las bases ideológicas y de los principios.

“A veces también idealizamos demasiado a nuestros héroes y olvidamos su humanidad. Ellos, como cualquiera, pudieron haber cometido errores; deslices que siempre hay que analizar situándolos en contexto. En ocasiones no lo hacemos y los evaluamos de acuerdo con nuestro tiempo, y eso es un error”.

Reconoce el profesor cuánto le ha aportado la Unión de Historiadores de Cuba, filial Camagüey, en su formación profesional y cómo él ha aportado, con su participación en paneles, eventos científicos e intercambios, desde la Casa de la Memoria, sede de esa institución, al cultivo de una conciencia nacional.

Entre las distinciones que ostenta este docente se encuentra la Medalla de la Alfabetización, la Distinción por la Educación Cubana por el Ministerio de Educación Superior, la Orden Frank País de II Grado y la Medalla José Tey. Otro de sus estímulos más preciados son los siete premios Tiza de Oro otorgados por los estudiantes universitarios.

“Tengo mis grandes achaques de salud, pero continúo como profesor reincorporado para atender a los alumnos de los últimos años de la carrera de Historia. Para mí la mayor satisfacción es verlos crecer y trascender en la sociedad”, me dice Andresito con los ojos bien abiertos y sus maneras especiales de comunicar, con tanta humildad. Cuando habla de su especialidad, sostiene su mejor arma.