CAMAGÜEY.- Acaba de ver la luz un libro vital para la comprensión de la historia y las memorias de nuestro teatro: Cuba entre cómicos: Candamo, Covarrubias y Prieto. Recientemente, Manuel Villabella Marrero presentó uno de los pocos ejemplares que han llegado a la Isla desde Santa Mónica, California, donde Rosa Ileana Boudet, la otra autora, los publicó con el sello Ediciones de la Flecha.

Ambos han mantenido un intercambio cotidiano, debido al gusto por las tablas. Su amistad florece por el vínculo de él con actividades teatrales, como el trabajo con aficionados, la asesoría, el montaje de bufos, la dirección de la compañía infantil La Edad de Oro y del Conjunto Dramático de Camagüey, ya desaparecidos, y el ejercicio de la crítica; y desde que ella, Rine Leal y Natividad González Freyre, seguían de cerca las representaciones en La Habana o escribían para importantes revistas como la Conjunto, de Casa de las Américas.

Como una puesta imaginaria, los tres logramos conversar. Comienzo por Villabella, con quien comparto la urbe anfitriona del Festival Nacional de Teatro.

—¿Cómo dio en la diana de Cuba entre cómicos...?

—No fue un proyecto mío, sino de la querida y prestigiosa investigadora Rosa Ileana Boudet, amiga de años. Claro, siempre nos hemos interesado en la Historia del Teatro Cubano, y coincidimos al adentrarnos, en lo posible, en la vida de los actores y sus vicisitudes, contradicciones y época.

El libro vindica al actor y contiene coordenadas del público, la incipiente crítica, la figura del censor y de la relación mercantil alrededor del dramaturgo. ¿Qué lecciones dicta ese pasado a los lectores de hoy? Rosa Ileana responde a la vuelta del correo electrónico.

“El autor establece el entramado y cada lector hace su lectura. La crítica incipiente de las crónicas del Diario de La Habana, más de veinte, cedidas por Miguel Sánchez, del archivo de Jorge Antonio González, participa de un entusiasmo inaudito, los autores anónimos defienden o rechazan una representación y comunican sus satisfacciones, demandas y preferencias. El teatro era un bien común, una experiencia colectiva. Pero los redactores al mismo tiempo que alientan, restringen. Se empieza a establecer el canon”.

Tras una pausa, la periodista y crítica teatral subraya elementos reveladores. “Buenaventura Pascual Ferrer escribe muy temprano sobre Covarrubias. Fundador del teatro nacional, sabemos casi todo o bastante sobre él. ¿Pero y los otros? Sobre todo, las actrices. ¿Quién reparó en alguna? Por suerte, Villabella se ha ocupado con maestría de Candamo. Porque la omisión fue temprana. De la misma forma, la censura. Desafortunadamente, hay menos de la relación mercantil entre el autor y la empresa, aunque las cartas cursadas entre Milanés y Del Monte, en el Centón epistolario, muestran a José Jacinto por así decirlo, desamparado, mientras otros decidían por él cuánto cobraría por el ‘condesito’ (El Conde Alarcos). Y al menos fue dichoso: lo representaron”.

Ante el elogio a Villabella, aprovecho para ampliar con él.

—¿Por qué Candamo y su época le llaman tanto la atención?

—Lo vengo siguiendo desde hace muchos años, desde las primeras búsquedas en archivos, en que no solo me llegó su relación con Camagüey. Fue el principal iniciador de los tablados y teatros en tierra adentro, en el interior del país, donde se carecía de lugar para representar. Su época está preñada de incidentes, enfrentamientos a las autoridades españolas, en su vida de carencias y batallar por subsistir.

“Los actores, llamados entonces ‘cómicos’, eran despreciados por los gobernantes. La sociedad los tenía en cuenta como personajes menores, para las diversiones, entretener el tedio, con más razón en lugares de difícil acceso en esa época como Santa María del Puerto del Príncipe. Candamo fue un prototipo de los llamados ‘cómicos de la legua’, los más desposeídos. En La Habana, con un teatro como el Principal y un actor español de primera línea como Andrés Prieto, surgieron oportunidades para algunos actores de renombre, pero para adentrarnos en esto hay que leer el libro”.

Ileana, entre los atractivos del texto está la polémica de José María Heredia y el actor Andrés Prieto ¿Simpatiza con alguno? ¿Cuánto ilumina hoy ese intercambio?

Con Ediciones de la Flecha, Rosa Ileana publica textos sobre la memoria del teatro cubanoCon Ediciones de la Flecha, Rosa Ileana publica textos sobre la memoria del teatro cubano—La polémica entre José María Heredia y Andrés Prieto es bastante desconocida, porque se ha publicado parcialmente. Cuando leí en El Sol, gracias a la hemeroteca digital de México, los comunicados que uno a otro se dirigieron, uno de ellos hasta donde sé, inédito, me pareció muy contemporáneo el enfrentamiento. Prieto fue director de la compañía profesional del Principal de La Habana, entre 1810 y 1815, y Heredia acababa de llegar a México, expulsado de Cuba por conspirar, por sus ideas. No se entienden, se dicen cosas muy duras, el actor se siente amenazado por un “novato” de veintidós años que para colmo aboga por Diego María Garay, un rival, y llama a las cosas por sus nombres: critica las traducciones, la forma de decir los versos, si una daga no es apropiada, una peluca o unos calzones rotos.

“El tema es universal. La pugna entre el redactor que no respeta de manera ciega a la gran figura y le encuentra desaciertos, y el actor establecido que defiende su legado. Pero lo más interesante es que se reconcilian: Prieto estrena las obras de Heredia. Prieto deja un libro sensacional, Teoría del arte dramático, escrito en 1835 y publicado más de un siglo después en Madrid en 2001. ¿Simpatías por uno u otro? Heredia es descomunal, su figura trasciende el teatro —a pesar de ser la gran influencia de la Avellaneda, el autor de Tiberio, excelente traductor y gran admirador de los actores— y Prieto, aunque de mucha reputación, es solo un hombre de la escena”.

Entonces el espacio, el gran tirano de nuestra entrevista, acorta el diálogo. Pienso en la valoración de otro camagüeyano, Luis Álvarez, quien solícito agradeció el libro con un excelente prólogo. Luego pregunto a Villabella.

—Cuba entre cómicos... es una joya sobre parte de la memoria de nuestro teatro, pero no está al alcance de sus lectores naturales. Si tuviera que convencer a una editorial cubana, ¿cuáles argumentos esgrimiría para acertar como en Ediciones de la Flecha?

—Las editoriales nacionales son difíciles de convencer, porque hay innumerables intereses personales creados, y obras de verdadero valor. Además, Yanetsy, nunca me he dedicado a “convencer”; es como si fuera rogar. A explicar los aportes de la obra, sí. Nuestra Editorial Ácana ha valorado el libro y hará todo lo que esté a su alcance para publicarlo en Camagüey, y así sea conocido en nuestro país.