Por más de tres décadas Villabella estuvo al frente de las publicaciones culturales del entonces diario, primero creado por la Revolución apenas 12 días de la toma del poder.

La actual jefa de la página cultural de Adelante, Yanetsi León González, pronunció las palabras de elogio de este hombre que se nos muestra pausado y callado, aunque hoy nos sorprendió con unas palabras que reproducimos literalmente, el 4 de febrero pasado llegó a sus ochenta años de edad.

Comencé como periodista en Adelante

El eminente médico, investigador y escritor español, con más de una obra de profundas reflexiones, don Santiago Ramón Cajal, escribió que “lo más triste de la vejez es carecer de mañana”. He meditado en más de una ocasión sobre ese axioma, si alude en el vocablo, como considero, el “mañana” en relación a la motivación, la lucha, el proyecto, la razón de la existencia que nos espera el próximo día, considero que estoy transitando por una vez al menos optimista.

Optimismo es sinónimo de contentamiento y antónimo, desde luego, de melancolía y este en ocasiones nos invade y más si nuestro espíritu es dado a ella. Y la acogemos con cierto placer muy sui-generis, ya que a la vez lacera. Por eso comprendía perfectamente a nuestro Nicolás Guillén cuando visitaba Camagüey, recorría sus calles y procuraba sus amigos de antaño, feliz en medio de unas saudades, como él gustaba decir, que a la vez lo invadía de añoranzas, nostalgia, tristeza.

Mi vida, desde mi niñez, por diversas circunstancias ha estado relacionada al arte y la literatura, me he desarrollado en ese entorno: el teatro, la radio, la literatura, en cada manifestación de diversas maneras. No he mencionado el periodismo porque soy un convencido de la aseveración de Carpentier mientras que el escritor lo hace en “frío”, y desde luego con motivaciones y propósito imaginativos, en una creación literaria diferente.

Hace unos treinta años comencé como periodista en “Adelante”. Ya había transitado por el teatro y la radio. A este periódico lo sentí como mi verdadero centro de trabajo, de él guardo los más profundos recuerdos, los más vividos.

Anteriormente hice periodismo empíricamente, porque soy escritor, aunque no sabía, desde luego, los códigos de la información, las sutilizas de una crónica o el empaque de un buen reportaje. Eso lo aprendí aquí, más que en la Universidad en la mesa de trabajo, siguiendo a Labrada, a Sarmiento, a Elio Veliz, al Primi, a Senel Paz y a muchos otros que es imposible apresar aquí, pero están en mi corazón.

¿Cómo olvidar las enseñanzas de Boudet, el “directorazo” cuando nos llamaba para, amablemente, hacernos una observación. ¿Cómo olvidar a Hormiguita Loca (Domínguez) y sus correcciones de estilo, que eran clases gramaticales?

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