CAMAGÜEY.- Normando Suárez Fonte es un maratonista nato. No lo parece. Quien lo ve fornido a los 54 años, en su habitual mono deportivo, de seguro supone en él a un karateca o un pesista. Sin embargo, su carrera ha sido de resistencia, década tras década. Y ahora, contra el lógico agotamiento, contra pronósticos racionales, contra todo chance de ampliar victorias, va por el remate.

La “Vocacional” ha sido la pista predilecta para la carrera de este hombre licenciado en Cultura Física en 1989. Desde entonces ha corrido una de las maratones más exigentes, la de la enseñanza.

“Es mi único centro laboral desde que me gradué. Empecé las prácticas docentes en 1984, y me quedé. Ya no sé cuántos alumnos pasaron por mis manos. Recientemente pasé un diplomado de rehabilitación física en ʻAmalia Simoniʼ y tuve de profesor a uno de mis estudiantes, el Dr. Julio César Rodríguez. Son muchos los nombres, pero recuerdo entre mis primeros muchachos al periodista de la Televisión Camagüey, Orestes G. Casanova”, argumenta este profesor que afronta a diario uno de los retos más grandes de la educación cubana actual, la motivación del estudiante.

“No todos gustan de la Educación Física. Tengo que explicarles los beneficios de la actividad física sistemática para el rendimiento intelectual, así los gano. Lo que sí incide negativamente es la ubicación de los turnos, pues se sudan y no hay condiciones para asearse, ni lugar ni tiempo para vestirse y regresar al aula. Creo que deberían, como antes, poner en secciones contrarias a las asignaturas de pupitre y las de acción como Preparación para la defensa y Educación Física, para que se aproveche bien el ejercicio”, explica.

Habla con lógica tristeza de la ausencia de implementos deportivos, de la pérdida de la piscina, de la pista de atletismo, del tabloncillo para el baloncesto y del mal estado de todas las demás áreas deportivas.

“En la pista desarrollábamos las competencias intramurales, que eran entre los grupos de la escuela, de donde salía la selección para competir en los Juegos Nacionales Inter IPVCE. Varias veces los ganamos. En la “Vocacional” se practicaba de todo, baloncesto, fútbol, béisbol, voleibol, ajedrez, atletismo… Había una tabla aeróbica. Eso motivaba tanto como los concursos de matemática, física o biología”, manifiesta, este hombre al que hay que escuchar más allá del hecho de que hace cinco años atrás se hizo Máster en actividad física en la comunidad. Por sobre los grados académicos y la experiencia docente a Normando vale la pena escucharlo porque es un maratonista, porque no se cansa de mejorarse a sí mismo en pos de los demás.

Para ayudar a la familia cría cerdos, conejos y gallinas. Para servir de ejemplo dedica el tiempo libre a los ejercicios y al estudio. No en vano sus dos hijas se enorgullecen de sus méritos, conquistados a base de esa tenacidad de fondista que luce ahora en su mejor estado, como lo demuestra el haber sido elegido como el mejor profesor de Educación Física de la provincia en el 2015.

En ese mismo año se hizo profesor instructor, ganó el segundo lugar nacional del evento nacional de investigación de la Educación Física, recibió el Reconocimiento Especial del Ministerio de Educación (Mined) y pasó satisfactoriamente el diagnóstico de inglés y computación que realiza el Instituto para los Pueblos Latinoamericanos y Caribeños, que le da posibilidad de ir a una misión internacionalista en un país de habla inglesa.

“No es común que un profesor de mi asignatura priorice mucho la superación. Pero creo que el que no se supera a sí mismo no lo conoce nadie”, expone.

La capacitación para él no se reduce a la teoría. Eso le quedó bien claro al equipo de maratón de la marina naval de Venezuela que entrenó, mientras colaboró de mayo del 2005 a octubre del 2006 en esa nación. Primero una medalla de plata, al año siguiente, el oro nacional. Todo, sin descuidar los programas de Barrio adentro.

Ahora, mientras salen estas líneas, Normando está en Chile. Allá lo mandó el Inder. Le dieron la única plaza que llegó a la provincia. Antes de irse a correr a otra altitud le otorgaron la medalla Pepito Tey. A Iquique fue a mostrar cuánto se aprende cuando uno se emplea en la vida como un maratonista, acopiando siempre fuerzas para remates inesperados, cuando la gente no calcula la sapiencia del profe de la “Vocacional” que no se desprende del mono deportivo y parece karateca o pesista, cuando lo suyo es una resistencia bruñida por décadas que lo hace mejor educador.

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