CAMAGÜEY.- No siempre el impacto de una noticia o información se corresponde con su trascendencia, ya sea en el entorno nacional o internacional. Hace unos días la prensa de la Isla publicó una nota donde se daba a conocer que la UNICEF, organización de las Naciones Unidas ( ONU) para la atención a la infancia, reconoció que en Cuba no había niños con desnutrición infantil, mientras en el mundo existen millones de ellos muriendo cada día, cada año, por esa causa y el hambre. Creo que hasta nosotros los cubanos no valoramos en toda su magnitud esta realidad de nuestra niñez, aunque todos sabemos los desvelos que nos cuesta.

Recientemente, los medios de comunicación daban a conocer como una de las calamidades que azota a la infancia, casi únicamente en los países del llamado Tercer Mundo, que solo en la agricultura trabajan 98 millones de niños en el mundo, otros 54 lo hacen en los servicios generales y 12 en la industria, construcción, la extracción de carbón y otras, mientras en América Latina unos 13 millones de infantes constituyen fuerza de trabajo barata, fundamentalmente en la economía “informal”, por lo que no aparecen en las estadísticas oficiales.

Por estos días, La Habana fue sede del VII Congreso Internacional de Educación y Pedagogía Especial durante el cual se dio a conocer que en Cuba se atienden en 365 centros educacionales 37 mil alumnos con necesidades educativas especiales, mientras en el resto del mundo de los más de 150 millones de infantes con discapacidades existentes, muy pocos son los que reciben algún tipo de educación.

Decía que estas realidades, que matan, mutilan, frustran, discriminan y excluyen a millones de niños a escala universal, muy pocas veces ocupan espacio en la “gran” prensa, salvo en los órganos alternativos, unas veces desplazados por decenas de víctimas producto de los actos terroristas o de odio racial o religioso, por las guerras de rapiña de las grandes potencias, o porque se le atribuye carecer del impacto que motive la atención del lector, del oyente, del televidente, del argonauta, y otras porque su exposición pondría en evidencia la mano siniestra de las transnacionales, los políticos, los gobiernos corruptos y venales, expoliadores de los intereses de los pueblos.

Al reflexionar sobre estos asuntos, me fue imposible sustraerme, sin el menor ánimo chovinista, al comportamiento que estos fenómenos de carácter social, económico y político, relacionados con los niños, tienen en Cuba, no ajena a las dificultades y carencias materiales de otras naciones que padecen las situaciones apuntadas, pero si dueña de una voluntad política del Gobierno Revolucionario, de que ninguno de nuestros infantes sea víctima de esas calamidades que hoy azotan la infancia en una buena parte del mundo.

En la Isla, el niño o la niña, desde que se encuentra en el vientre de la madre recibe una atención médica y nutricional especializada que no termina con el nacimiento, sino que se continúa con la niñez y la adolescencia hasta su llegada prácticamente a la adultez e incluso, si por alguna razón requiriera alimentación diferenciada en alguna de estas fases, el Estado se la proporciona a través de dietas médicas. Solo recordar que la mortalidad infantil en la Isla es una de las más bajas a escala mundial, comparable a la de los países desarrollados, y por debajo incluso, de la de los Estados Unidos.

Aquí no se explota el trabajo infantil en ninguna de sus variantes. El Estado regula la edad laboral mediante el Código de Trabajo cuyo inicio es a los 17 años y dispone acerca de una protección especial a los jóvenes trabajadores, pues con anterioridad obligatoriamente deberán cursar la educación universal hasta el nivel medio, que es gratuita y cualquier violación en algunos de estos aspectos están contemplados en el Código Penal vigente.

La Educación Especial es nuestro orgullo, porque la inició aquí el líder histórico Fidel Castro, por el humanismo que encierra, por el principio ético que presupone, por el profundo sentido inclusivo que representa, porque ningún niño o niña, no importa la discapacidad que tenga, es discriminado y mucho menos excluido y porque en Cuba, como ha dicho el presidente de la Asociación Mundial de Educación Especial, ningún infante discapacitado viaja en solitario, porque va acompañado de una regla de tres: la escuela, la familia, y la comunidad.

Que en Cuba sea así y en otras partes del mundo no, no solo nos apena y aflige, sino que con todo vigor y argumentos denunciamos y combatimos a los responsables de tales flagelos contra la niñez, que no son otros que el brutal capitalismo y el imperialismo internacional insaciable en su sed de riqueza y opulencia, y porque para remediar en algo tan despiadados males damos de lo poco que tenemos en actos solidarios, y a la vez brindamos nuestro ejemplo y experiencias para propiciar y alentar los cambios que se demandan.