GUÁIMARO,CAMAGÜEY.-  Aquel 10 de abril de 1869, en la Cuba insurrecta corrió como pólvora el nombre de Guáimaro, un tranquilo pueblecito, ubicado al este camagüeyano.

La fecha marcó el nacimiento del constitucionalismo mambí y la proclamación de la República en Armas, forjada en los principios de la unidad, independencia, soberanía y antiesclavismo.

Prevalece hasta nuestros días la perspectiva del interés histórico del Héroe Nacional sobre este acontecimiento, narrado en su artículo 10 de Abril que, según refiere el Doctor en Ciencias Luis Álvarez Álvarez en el libro El Camagüey en Martí, con la coautoría de Gustavo Sed Nieves “...es sobre todo una crónica de enorme capacidad de sugerencia entre lírica y narrativa”.

Dejemos que Martí, con una descripción idealizada, cuente cómo vio, desde la imaginación, a esta porción liberada de El Camagüey.

“Guáimaro libre nunca estuvo más hermosa que en los días en que iba a entrar en la gloria y el sacrificio. Era mañana y feria de almas Guáimaro, con sus casas de lujo, de calicanto todas, y de grandes portales que en calles rectas y anchas caían de la plaza espaciosa a la pobreza pintoresca de los suburbios, y luego el bosque en todo el derredor y detrás como un coro las colinas vigilantes”.

Es solo una parte de ese artículo. Una lectura completa permite palpar la inmensidad del pensamiento suyo, del hombre con una cosmovisión del mundo que lo rodea y capaz de perfilar el presente y el futuro.

HERENCIA DEL PATRIOTISMO

La historia recoge que un mes después del vital paso para dotar a Cuba de un cuerpo jurídico, los habitantes de Guáimaro, al igual que los de Bayamo, hecho ocurrido el 12 de enero de 1869, prefirieron incendiar el poblado para que los españoles encontraran ruinas.

Al decir de Martí: “Ni las madres lloraron, ni los hombres vacilaron, ni el flojo corazón se puso a ver cómo caían aquellos cedros y caobas. Con sus manos prendieron la corona de hogueras a la santa ciudad, y cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo el sacrificio.

“Al bosque se fue el pueblo, al Derrocal. Y en la tierra, escondió una mano buena el acta de la Constitución”. Sentenció: “¡Es necesario ir a buscarla!”.

Es la herencia del patriotismo dejada por nuestros antepasados para que esa llama de rebeldía no se apague jamás, aun bajo las más difíciles condiciones y desafíos.

Fidel, al hablar el 11 de mayo de 1973 en Camagüey, en el acto por el centenario de la caída de Ignacio Agramonte, no pudo sustraerse de mencionar el hecho.

“En Guáimaro, población liberada, se reúnen representantes de Camagüey, de Oriente, de Las Villas y La Habana para organizar la República, para hacer una constitución, para establecer determinadas formas de gobierno, para conciliar los criterios opuestos. Y allí nació la histórica Constitución de Guáimaro, la elección del Presidente de la República, de un General en Jefe y del establecimiento de una Cámara de Representantes”.

Tras señalar que en aquellas condiciones de guerra las instituciones republicanas pudieran funcionar adecuadamente y las discrepancias entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, sostuvo:

“De todas formas, es admirable aquel empeño, aquel esfuerzo de constituir una República en plena manigua, aquel esfuerzo por dotar a la República de sus instituciones y de su ley. Cualquiera que hayan sido los inconvenientes, las dificultades y los resultados, el esfuerzo fue admirable”.

PROFUNDAS RAÍCES CIUDADANAS

En pleno siglo XX, Guáimaro volvió a la historia de las tradiciones constitucionalistas. El 1ro. de julio de 1940 se proclamó allí la Ley Fundamental de la República, considerada la más avanzada y progresista entre los países capitalistas, al decir de Armando Hart Dávalos en un artículo publicado en Juventud Rebelde el 9 de octubre del 2010, aunque su entrada en vigor se previó para el 10 de octubre.

Llama la atención al revisar la relación de los 76 delegados a la Asamblea Constituyente de 1940, que figuran tres mujeres: Esperanza Sánchez Mastrapa, por la Unión Revolucionaria  Comunista; María Esther Villoch y Alicia Hernández de la Barca, ambas por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). Además personas de mucho arraigo popular, de tendencias progresistas y de una bondad extrema, como el manzanillero Blas Roca Calderío , quien desde 1934 fue designado en La Habana, secretario general del Partido Comunista.

Secundaba su prestigio, un aval de participación en las huelgas de zapateros (1929) y en la de estibadores (1930), la detención en 1932, sufrir prisión durante un año en Guantánamo y un permanente apoyo a la unidad de la clase obrera.

La Constitución de 1940 estuvo en vigor durante 12 años hasta que, en 1952, tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista, quedó suspendida.

Con claridad meridiana, Fidel en 1953, en su alegato: La historia me absolverá declaró la restauración de la Constitución como uno de los principales objetivos de su movimiento revolucionario.

Con el tiempo, Blas trascendió como una figura descollante de la política, presidió la comisión redactora del anteproyecto de constitución de la República, aprobada en 1976. En 1979, en ocasión de los 110 años de la primera Carta Magna volvió a Guáimaro, esta vez designado por el Buró Político a pronunciar las palabras centrales por la efeméride.

“La Constitución de Guáimaro —dijo— responde a la exigencia fundamental de la nación en su momento y establecer el principio de la abolición de la esclavitud, declarar libre a todos los habitantes de la República”.

Al referirse a la aprobada en 1976, sostuvo: “La Constitución socialista, acorde con las nuevas exigencias sociales, regula y confirma la abolición de la propiedad burguesa y latifundista, lo cual elimina la base misma de la explotación del hombre por el hombre e inicia el desarrollo socialista de la sociedad”.

Museo que replica donde se celebró la Asamblea Constituyente de Guáimaro.Fotos: Leandro Pérez Pérez/AdelanteMuseo que replica donde se celebró la Asamblea Constituyente de Guáimaro.Fotos: Leandro Pérez Pérez/Adelante

IRRADIA EL SIMBOLISMO

Veinte años después, en 1996, Ricardo Alarcón de Quesada fue a Guáimaro, definido por Martí como pueblo sagrado. “Sagrado porque aquí se consagró el espíritu permanente de la única Revolución Cubana”.

La Constitución de 1976 fue adoptada por referéndum por más del 97 % de la población y modificada en 1992 y en el 2002. En este último año se declaró por voluntad de más de ocho millones de personas el carácter irrevocable del Socialismo en Cuba.

La nueva Ley de Leyes en el preámbulo subraya en Adoptamos: Por nuestro voto libre y secreto, mediante referendo, a ciento cincuenta años de nuestra primera Constitución mambisa, aprobada en Guáimaro el 10 de abril de 1869, la siguiente constitución.

No han otro país en el mundo que pueda mostrar profundas raíces ciudadanas como Cuba, expresadas durante todo el proceso que antecedió al referendo del 24 de febrero de este año, que sustituye la de 1976.

El texto fue fruto de un proceso inédito, enriquecido con la opinión popular, después de una consulta realizada entre el 13 de agosto y el 15 de noviembre del 2018.

Guáimaro como pueblo sagrado irradia un simbolismo permanente para los que aman la Patria.