El 23 de enero de 1925 falleció en La Habana el relevante patriota Manuel Sanguily, iniciado en los campos de batalla de la primera guerra de independencia, en la que mereció el grado de coronel del Ejército Libertador, y uno de los periodistas más brillantes de su tiempo y en la historia de la nación cubana, distinguido por su valentía e integridad moral.

Como cabía esperarse de él, fue un batallador durante toda la vida y en múltiples frentes, pues también dedicó su talento y probidad proverbiales a la carrera política, cultivó la oratoria, la crítica histórica y literaria; y la rama de la enseñanza. Un gran humanista en el sentido lato de la palabra.

Nacido en la calle de la Obrapía de la Habana colonial el 26 de marzo de 1848, de padres franceses, cuentan que en su juventud alcanzó el grado militar mencionado en las filas de la legendaria caballería camagüeyana al mando del Mayor Ignacio Agramonte.

Su actividad revolucionaria no le impidió la formación de su vasta cultura humanística y se ganó aún en vida el honor de estar entre los clásicos del periodismo cubano, algo no suficientemente recordado hoy.

En el colegio El Salvador, fundado por el eminente pedagogo José de la Luz y Caballero, fue estudiante aventajado y luego impartió clases de Gramática y Literatura.

Manuel se incorpora pronto a la contienda libertaria iniciada el 10 de octubre de 1868 en unión de su hermano Julio, quien llegó a alcanzar el rango de Mayor General.

“(…) Combatimos por la vida, no por la muerte”, declaró Manuel Sanguily en el periódico patriótico La Estrella Solitaria en abril de 1876, en el cual colaboraba bajo el nombre de Otto.

Además de iniciarse a las órdenes del insigne Mayor, peleó más tarde al mando de Máximo Gómez y Antonio Maceo, quien lo apreció de manera especial como soldado e intelectual.

Su reconocida hoja de servicios militares lo ubican en medio centenar de acciones mambisas y se destacó en combates tan significativos como los de La Sacra, Palo Seco y la batalla de Las Guásimas.

Fue representante a la Cámara por el Departamento de Occidente (1874), puesto en el cual fungió hasta principios de 1875, debido a su renuncia para integrar las tropas de Máximo Gómez que habían avanzado hasta predios de Las Villas.

Ese mismo año, en junio, acompañó al Generalísimo en el encuentro que sostuvieron con el Mayor General Vicente García con el fin de acabar con la sedición de Lagunas de Varona, en la cual García estaba implicado.

El 16 de enero de 1877 salió junto a su hermano Julio, del que era entonces ayudante, a cumplir una misión fuera del país, para reforzar el apoyo a la causa cubana desde el exterior con la organización de expediciones armadas.

Durante su estancia en Nueva York los sorprende el Pacto del Zanjón y el posterior fin de la guerra, pese a la oposición valiente del General Antonio Maceo.

Volvió a Cuba. Luego, con el comienzo de la Guerra Necesaria se dirigió a Tampa y otra vez a Nueva York para seguir coordinando el apoyo de la emigración cubana a la revolución continuada por evocación de José Martí.

Regresa a la patria en octubre de 1898, donde resultó investido como delegado del Segundo Cuerpo de Ejército a la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur.

Cuba hervía con la indignación por el ultraje de la intervención foránea en los finales de la contienda, etapa llamada de manera insultante guerra hispano-cubano-norteamericana.

En el cónclave de Santa Cruz fue miembro de la Comisión encabezada por el Mayor General Calixto García. Más tarde viajó a Estados Unidos- a fines de ese año- para gestionar el licenciamiento del Ejército mambí.Desde 1901 muestra públicamente su verticalismo político cuando se opone, como delegado a la Asamblea Constituyente, a la Enmienda Platt impuesta por Estados Unidos a Cuba.

Mantuvo siempre en su obra y acciones el compromiso valiente y honrado con su país, con el ideal independentista, contrario abiertamente al anexionismo y a la subordinación al gobierno estadounidense.

Escribió para numerosos medios connotados de su tiempo y en 1910 estuvo en la nómina de fundadores de la Academia de la Historia de Cuba.

Su prosa aguda, incisiva, crítica y profunda también exhibía una admirable belleza formal, que marcaba su estilo y lo hacía ganar adeptos.

El tiempo le alcanzó a Manuel Sanguily para desempeñar cargos administrativos de importancia en diferentes gabinetes de Gobiernos de la república, dentro de la cual algunos buenos mambises como él lucharon sin poder alcanzar plenamente sus objetivos.

Alejado de la vida política activa en 1917, muere de causas naturales en su ciudad natal ese hombre ejemplar y preclaro de siempre.