CAMAGÜEY.- A medio siglo de aquellos días, Gladys recuerda la voz de su madre regañándola: “estira las piernas, camina con delicadeza”, “juega con las niñas, como debe ser”. Con intenso amor, ella intentaba enseñarle las supuestas claves de la feminidad. La nena le devolvía, a veces castigándose, sus mejores intentos.

Telma creció rodeada de verde, en una finca donde corrió y trepó a su antojo. Aunque “eran otros tiempos”, cuando jovencita subió muchas veces al tractor de su padre y le ayudó a hacer las más rudas labores del campo.

Una y otra aprendieron, a golpes, a tropiezos, que ser mujer no es ostentar sensibilidad ni ternura, ni mantener bonitas las uñas o el pelo, ni cocinar sabroso, ni querer ser madre, ni encontrar en un hombre o en muchos la pasión. Ser mujer puede ser todo eso, o algo de eso. O nada.

De la observación y luego el ejercicio como ayudante de un albañil en su casa, aprendió Telma el oficio. Ahora fabrica un horno en el que seguramente cocinará ella misma, pues es ducha en la culinaria. Foto: Cortesía de las entrevistadas.De la observación y luego el ejercicio como ayudante de un albañil en su casa, aprendió Telma el oficio. Ahora fabrica un horno en el que seguramente cocinará ella misma, pues es ducha en la culinaria. Foto: Cortesía de las entrevistadas. Gladys sale de casa en busca de víveres. Telma se queda y arregla una olla rota o prepara mezcla para continuar fabricando su horno de ladrillos. Ella misma lo usará, por sus probadas habilidades culinarias. Del arte, a Gladys le ha apasionado el mundo del transformismo, porque se siente una gran actriz “con todo y bigotico” cuando se disfraza de varón; lo de Telma es el lienzo y los pinceles, que la llevan de regreso al campo de sus nostalgias.

Gladys se sabe una rebelde: “Hasta estuve casada con un amigo gay en un pacto que rompimos. Nos decidimos por la felicidad. Costó, pero la gente que me quiere entendió, sin que yo diera muchas explicaciones”.

Telma se sabe ganadora. Se empeña en lo que aspira: “Una tiene lo que lucha”, defiende. Y resulta fácil imaginarse aquella escena en que se le presentó a Gladys, le tomó la mano, la invitó a bailar y hasta le robó el primer beso. Después muchos otros serían sus empeños, en bien de las dos como ese de aprender albañilería mirando, y seguir construyendo tras dos operaciones de la columna y una lesión en el tobillo.

Lo del atrevimiento es cosa de ambas. En el 2019 —casi quince calendarios después de aquel primer encuentro—, Gladys le “soltó” a Telma el inolvidable: “Nos vamos a casar”. “A ella le preguntaron quién quería hacer una boda simbólica, oficiada por la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, y se brindó sin consultarme; no por desoír mi opinión, sino porque hemos soñado tanto el matrimonio… La ceremonia me sorprendió. Pensé en algo pequeño, pero vivimos un momento tan bonito que hubiera querido invitar a más personas, ni siquiera traje a mis padres”, cuenta Telma, y Gladys la consuela con la certeza de que pronto podrán hacerlo, por la vía legal, con testigos y papeles que oficialicen su lazo: “porque desde la Constitución siento que sí, que vienen más derechos para las personas, las familias como las de nosotras”.  

Dicen que Gladys es más conversadora, pero Telma no se guarda respuestas, ni vivencias: “Nos han preguntado muchas veces cuál es la mujer entre las dos. Somos dos mujeres”, afirma, ahora muy seria, sin que hagan falta argumentos para cuestionarse el absurdo y la estrechez de la mirada binaria a la sexualidad, al amor y a la vida.

Gladys ha puesto su valentía y su don de gente en función de liderar a las Gladiadoras, la red de lesbianas y bisexuales de Camagüey. Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante .Gladys ha puesto su valentía y su don de gente en función de liderar a las Gladiadoras, la red de lesbianas y bisexuales de Camagüey. Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante .Ser mujer no es fácil en un mundo de esquemas y prejuicios. Ser mujer no heterosexual es aún más difícil. Incluso así, “si existiera otra vida y se pudiera escoger”, ellas repetirían. Lo dicen las dos, sin que les preguntemos, para que se lea claro en la prensa. Y, “si hubiera otra vida y se pudiera escoger, seríamos otra vez dos mujeres lesbianas”, apuntan juntas, de nuevo, con inobjetable certeza.

Gladys Martínez Palomo y Telma Hernández Beltrán dudan de cómo armar un concepto de feminidad “que sirva a todas”. La vida les ha enseñado que no hay justicia ni exactitud en eso de armar patrones y etiquetas. En el mundo de Gladys y Telma, el mismo mundo que habitamos usted y yo, hay más justicia y exactitud si hablamos de mujeres y de feminidades. Es más justo y exacto conjugar en plurales. Contra los falsos singulares, libran su guerra, unidas, estas dos gladiadoras.