Poco más de medio siglo, vinculado de un modo u otro al ejercicio de esta profesión, primero, con una formación empírica y luego académica, me permite hacer razonamientos sobre este particular y con más énfasis en el último aspecto sobre los llamados vacíos informativos.

A raíz del incidente callejero, ocurrido en la madrugada del pasado 16 de mayo en esta ciudad, que dio lugar al asesinato del joven músico de rock, de 28 años, Pedro Armando Junco Torres cuando se dirigía hacia su hogar, y anteriormente a lesiones a tres personas más en otros sitios, ocasionadas por un grupito de malcriados, bajo los efectos de bebidas alcohólicas, la opinión pública tomó la palabra recriminando la actuación de los medios de difusión masiva, con una dosis de desacierto que trataré de argumentar.

Soy el primer inconforme de que no ganamos en dormir la información, principio de prontitud que no debe, en modo alguno, de arrastrarnos al llamado sensacionalismo, característico de la prensa amarilla.

Desde mi óptica es una cuestión compleja. Tengo en mi mente aun el referente de atender, en dos momentos distintos, las secciones: En Defensa del Pueblo y Caso Policial.

Incluso, un jurista llegó a decirme: hay que tener cuidado con lo que se publica para no afectar la imagen del o de los presuntos autores que no son responsables de lo que se les acusa, en criterios especializados, hasta no ser comprobada la culpabilidad en la vista oral y pública en los tribunales.

Si puedo asegurar que en ninguno de los casos publicados prevaleció la inocencia; no es mérito mío, sino de la objetividad del proceso, iniciado desde la detención, la participación fiscal hasta el juicio. Las penas de privación de libertad fueron, de mayor o menor cuantía, válida por la actuación también de los letrados de la defensa, encargados de demostrar en el solemne acto los argumentos a favor de sus representados.

Me pregunto: ¿Qué aportaría al esclarecimiento y posterior detención de los autores que a escasas horas después del incidente se difundiera una nota oficial o periodística en la que cuando más podría señalarse los hechos y punto?

Sin embargo hoy se puede decir –en el justo momento, no antes-- que en el término de las 24 horas fueron detenidos los jóvenes Carlos Eugenio Álvarez Germán, Dairon Mora Reyes, Yelko Martin Batista Williams y posteriormente atraídos al proceso Melson Sergio Varona Oduardo y Raciel Antonio Vázquez Morales.

Todos eran jóvenes con edades comprendidas entre los 17 y 23 años, uno de ellos estudiante del Instituto Politécnico Manuel Cañete Ramos y el resto sin vínculo laboral. Transitaban por la vía pública bajo la ingestión de bebidas alcohólicas, dos portaban armas blancas; en el trayecto el joven Yelko Martin Batista Williams lesiona a tres personas y finalmente éste y Carlos Eugenio Álvarez Germán agreden brutalmente a Pedro Armando Junco Torres, causándole la muerte, en presencia del resto de los implicados; mientras se estableció en las primeras indagaciones publicadas de que los involucrados en este lamentable y repudiable acto no mantenían vínculo con la víctima.

He escuchado hablar de inseguridad y de que a partir de este hecho los padres se sienten aterrados e inician una sobreprotección sobre sus hijos, pero no el comentario acerca de algunas preguntas lógicas:  ¿Qué control tengo sobre mi hijo? ¿Con quién se reúne? ¿A qué hora regresa a la casa? ¿Con qué dinero accedió a comprar bebidas alcohólicas? ¿Por qué abandonaron los estudios? ¿Por qué si tienen edad laboral no se incorpora a una labor socialmente útil?.

No trato de justificar, todo lo contrario. Razonar sobre la influencia negativa que ejerce en muchos adolescentes y jóvenes la música y otros materiales enajenantes que incitan a la violencia y a la chabacanería, tanto la difundida por la TV y otros espacios.

Un componente alto de esas responsabilidades y de su control no pueden recaer solo en instituciones estatales ni en los llamados factores de la comunidad donde residen muchachos y jóvenes como los implicados en los hechos narrados. Una gran responsabilidad recae en la familia. Lo demás es cuento.

He querido traer razonamientos realizados durante la celebración del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, hace menos de dos años, para que comprendamos a fondo la realidad del momento y que haya confianza de que la Revolución no esconderá jamás ninguna información que le interese al pueblo.

Recuerdo que Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de ese evento, tuvo a bien señalar que por parte de la población no hay falta de credibilidad en nuestra prensa.

“Hay confianza en la prensa, sientan ustedes esa confianza, lo que pasa es que esa misma sociedad que también está involucrada en ese perfeccionamiento, nos exige más, nos pide más legitimidad, necesita esa prensa que en cada etapa ha desempeñado el papel para que nos acompañe también en ese nuevo momento que estamos viviendo”.

Los periodistas no estamos ajenos a nuestras realidades y como nos los ha pedido el General de Ejército Raúl Castro de reflejar la realidad cubana en toda su diversidad, informar de manera oportuna y objetiva, sistemática y transparente la obra de la Revolución, suprimiendo los vacíos informativos, las manifestaciones de secretismo y tomando en cuenta las necesidades e intereses de la población.


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