Al parecer no son suficientes transformaciones tan radicales como la eliminación del "principio de la territorialidad" (ese que garantiza a cada provincia el derecho a contar con un equipo propio) o el traslado del campeonato a un período del año más "compatible" con el programa de certámenes internacionales.

Desde hace algunas temporadas otro tema también ha venido cobrando notoriedad, y no siempre con las mejores credenciales. Me refiero al fichaje de talentos.

Antes de entrar en detalles, una aclaración: respeto el derecho de cualquiera a escoger su camino. En definitiva, una decisión así corresponde en primerísimo lugar al implicado. Vale aclarar lo anterior, porque no siempre lo recordamos ni tenemos en cuenta a la hora de "juzgar" a los demás.

Sin embargo, resulta cuando menos "facilista" dejar todo a la espontaneidad.

Pongamos las cosas en contexto. Aunque no es un fenómeno nuevo, desde hace algunas series se ha vuelto mucho más común el traspaso de jugadores entre las distintas franquicias que animan el clásico beisbolero nacional. Traspaso viene siendo más bien un eufemismo, pues en realidad no se trata de un tránsito en ambos sentidos, en el que todas las selecciones toman y ceden jugadores.

Nada que ver. Aquí solo vemos a dos equipos (Industriales y Matanzas) cobrando fuerzas de año en año, mientras otras escuadras ceden a sus mejores hombres o a las últimas figuras que quedaban en sus nóminas.

Los Elefantes de Cienfuegos, por ejemplo, no podrán contar en esta serie con el lanzador Noelvis Entenza, el principal entre los que aún vestían la franela verdinegra. Con su traslado a los Leones de la capital termina de irse a pique la nave que entre 2009 y 2013 condujera el manager Iday Abreu.

También se pintarán de azul los pinañeros Irandy Castro y Michel Martínez, y el guantanamero Alexander Rodríguez; y cabe recordar que hace un año lo hicieron los muchachos del "clan Gourriel", al amparo de una justificación que convenció solo a sus autores: acercar al patriarca de la familia al centro médico que lo atendía.

Solo cien kilómetros hacia el este, en Matanzas, Víctor Mesa apuesta por otra oportunidad al frente de los Cocodrilos. Lo respalda una nómina "multinacional". Lo que un día comenzó de la mano del santiaguero Manuel Benavides y el espirituano Yasiel Santoya, y más tarde acaparó al guantanamero Dainer Moreira, es hoy un proceso estable y creciente. A su impulso, llegan al "pantano" tres nuevos serpentineros: Jonder Martínez (Artemisa), Ramón Licort (Sancti Spíritus) y Alexis Mulató (Camagüey), este último siguiendo la vía que hace unos meses iniciara su coterráneo "Joseíto" Ramírez, en función de cargabates.

Unos cuantos hombres pudieran tomar los mismos rumbos durante las próximas campañas. De hecho, cada vez con más fuerza en la prensa nacional se aboga por esa alternativa para "elevar el techo de la pelota cubana", en claro respaldo a las intenciones que subrepticiamente ha manifestado la Comisión Nacional. Nadie se molesta en preguntarse qué opinan las aficiones provinciales. En realidad, no parece que importe, como tampoco importó cuando se decidió cortar por la mitad el campeonato.

Por eso es posible esperar casi cualquier cosa en el futuro cercano: desde que la serie termine jugándose como concentrado en uno o dos estadios de la región occidental hasta que alguien establezca que con un torneo como el sub-23 nos basta a los guajiros.

Por desgracia, cada día nuestra pelota va acercándose más a aquella Liga Profesional --habanera y excluyente– que hasta 1961 se jugó en Cuba. Cuatro equipos, todos capitalinos, bastaban por entonces. ¿Con cuántos pudiéramos quedarnos ahora?

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