Quizá las celebraciones en torno a la obra de William Shakespeare —el gran agasajado en esta fiesta de la danza— debieron haber quedados en una gala, pues no es tan prolífera la obra que ostenta el ballet cubano en los repertorios de sus diversas compañías de la Isla.

Se privaba entonces al gran público de conocer más sobre quién fue este gran hombre, quien junto a Alicia y Alberto desarrolló lo que hoy disfrutamos y que en el mundo se conoce como la Escuela Cubana de Ballet. El estilo, la pasión de toda una época, los inmensos deseos de crear, fundar y desarrollar siempre estuvo presente en la labor pedagógica de Fernando, nacido el 27 de diciembre de 1914 en La Habana.

Desde 1975 el Ballet de Camagüey (BC) lo acogió en su seno y aquí internacionalizó a la que es considerada la primera compañía de ballet creada tras el triunfo revolucionario de 1959. Todo un esplendor vivió esta agrupación local hasta 1992 en que pasa a dirigir la Compañía Nacional de la Danza, en México.

Merecedor de múltiples condecoraciones, Fernando Alonso Rayneri recibió el Premio Nacional de Danza.

Es entonces imposible, después de repasar tan inmensa y rica historia, olvidar o simplemente pasar —una vez más— por alto a este genio creador, una de las más desacertadas decisiones en la historia del movimiento balletístico en la Isla. Los que como yo amamos el ballet seguimos en eterna deuda con Fernando. El hecho de que la Escuela Nacional de Ballet se haya propuesto que lleve su nombre, no es suficiente. Los homenajes traducidos en clases magistrales en el recién terminado festival de ballet, no fueron suficiente.

Necesitábamos perpetuarlo cada jornada de este prestigioso evento danzario, uno de los más antiguos del universo. Su intensa obra como bailarín, coreógrafo y maestro quedó relegada a esas sesiones matutinas que a pesar de todo ofrecieron con la inmensa gratitud que les caracteriza, estrellas internacionales de la talla de Julio Bocca, Cyril Atanassoff, Marta García, Orlando Salgado o José Manuel Carreño, por solo citar algunos.

Inolvidable su personaje de Hilarión en Giselle o el caballero en Las Silfides. No sabemos qué tiempo deberá transcurrir para que esta personalidad estrella de la danza en el siglo XX, pueda ocupar el alto honor que su eterna vocación le hizo merecer para siempre. Sin Fernando Alonso, es imposible pensar el desarrollo del ballet en Cuba.

Quizá debe retomarse ya el Festival Latinoamericano de la Danza, fundado por él en Camagüey y que drásticamente y sin tantas explicaciones fue suspendido en el 2001, —amén de los muchos reclamos de la actual directora de la compañía en esta ciudad, Regina María Balaguer—, con lo cual se le puso un stop a ese otro gran público de la Ciudad de los Tinajones que con tanto desvelo, cariño y amor Fernando cultivó junto a empeños anteriores de Gilda Zaldívar y la grande Vicentina de la Torre. Entonces se deduce que el nombre del Maestro debe situarse como título de esta otra fiesta de la danza, que víspera de las celebraciones por el aniversario 50 del Ballet de Camagüey, se avecinan para el 2017.

BOLEROS, CISNES Y OTROS REENCUENTROS MÁS

Igualmente y como parte de la invitación cursada al Ballet de Camagüey por el Festival, pudimos disfrutar en el Teatro Mella de varias coreografías, una de ellas reciente como lo fue la versión de Gonzalo Galguera de la pieza Bolero con la impactante música de Maurice Ravel y donde un homogéneo cuerpo de baile recreó durante casi 15 minutos esta obra. Entretanto Fatum y Desequilibrio, ambas del coreógrafo José Antonio Chávez, reverdecieron en rostros muy juveniles que quizá por momentos se distanciaron un poco del concepto estético con que Chávez las pensó.

Por otra parte el pas de deux de El cisne negro elevó la temperatura en el coliseo de la calle Línea cuando Janni y Laura, sus protagonistas, cautivaron al auditorio, pero ojo con el estilo de esta virtuosa pieza, ya que el hecho mismo de perder por instantes el personaje que se encarna, contrastó con el desempeño que tan perfectamente se logró en la temporada del debut en la capital cubana. Talento y fuerza interpretativa les sobran a estos chicos que sin duda alguna son las principales cartas de triunfo de una agrupación que se renueva constantemente.

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