La multitud enloquecida gritaba eufórica al compás de los golpes. Leyanis Rodríguez, con 57 kilogramos de peso, aguardaba desde su rincón alguna flaqueza en la defensa perfecta de su oponente para patearle el estómago, golpearla hasta dejarla sin aire y largarse con su medalla de oro de vuelta a la Universidad de Camagüey.