Las piernas les responden más lento de lo normal, las nostalgias pesan y las canas cubren las cabezas inundadas de recuerdos. Mientras una observa la paz del parque, otro relata batallas. Casi todos se consuelan en los regresos, en las visitas, en las llamadas telefónicas y en las promesas.

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Joven Club de Computación: treintañeros infatigables

Los músculos, las articulaciones, los huesos y la mente, se alimentan de una ejercitación continua. No hay vida ni desarrollo, si la inmovilidad y la pereza tomaran el control. Esos son algunos breves tips para la lozanía, logrados por los Joven Club de Computación que los ha mantenido activos y, sobre todo, adaptándose a las realidades para no perder la conexión con la familia cubana.

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Arnold Paradela Prieto es un tipo raro, o al menos así se define él mismo y los que lo conocen. Le gusta el rock, los videojuegos, el cine y la literatura fantástica y de ciencia ficción, sobretodo los géneros distópicos y de cyberpunk. Confiesa ser fan de Star Wars, El señor de los anillos, y las actuaciones de Jim Carrey, pero su mayor pasión son los juegos de miniaturas.

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Los cuatro de la Charolina

La Charolina parió cuatro terneros, ¡cuatro!, un número de hijos inusual para una vaca, diseñada genéticamente para parir uno. “Carlitos (Carlos Cabrera) pensaba que traía mellizos porque él la conoce bien y tenía la barriga grande, fue una vaca nacida y criada en la CPA y la única de raza Charol, color amarillo plateado, es inconfundible”, comentó Omar Ricardo, presidente de la CPA Jesús Suárez Gayol.

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Rostros infantiles de la vacunación

Vanessa traía entre sus manos pequeñas unas flores rojas para regalarle a la enfermera. Las apretaba mucho, no quería perderlas; pero cuando vio los bulbos, las jeringuillas y todo lo que se gestaba en aquella escuela, Vanessa rompió en llanto.


Termo adentro, la terquedad no se ahorra

A lo lejos la chimenea, que desprende una columna de humo entre negro y gris, anuncia que está generando. Más acá, las líneas de 220 000 voltios indican que andamos cerca de la Central Termoeléctrica 10 de Octubre.


Amanda tiene 6 años y le gusta reparar muñecas rotas, vestirlas de limpio, pegarles una ruedita de carro o un brazo de robot donde les falta el suyo. Ella es también una muñeca rota. Allí está su foto, en un grupo virtual y horroroso, esa foto inocente de cuando viajaron a la playa.


Estas letras no le regresarán la corriente, tampoco encenderán la hornilla para que cocine a los suyos ni harán que el ventilador funcione para disminuirles el calor a los niños de casa; por solo citar algunas de las  desesperaciones en las que nos colocan los molestos apagones, que también afectan la economía, nuestras funciones laborales y hasta la estabilidad del país.


Cuando las noches no se apagan

La actual contingencia energética no oscurece las iniciativas de empresas estatales que mueven sus habituales horarios laborales para mantener activadas las dinámicas productivas. Muchos trabajadores dejan en casa a los suyos, la mayor parte de las veces cuando aún no hay electricidad, o recién comienzan las labores domésticas. Para esos colectivos, las noches no se apagan, suelen abrazarse con las mañanas.