"Yo era el sub director de la empresa eléctrica de Daraa, en un ataque cayeron dos bombas sobre mi casa. Con la segunda explosión murieron mi hermano y su hijo. Todos los días había combates y la ciudad quedó destrozada y desierta. Nosotros nos fuimos junto con casi toda la población y estuvimos como dos meses viviendo en el campo, bajo los árboles."
Esto, con escenas de guerra y destrucción, nos lo fue relatando Burhan Kambar, sentados una mañana en la salita del apartamento familiar del reparto Julio Antonio Mella, a miles de kilómetros de Siria y del fragor de aquella batalla fratricida que no cesa.
"Mi trabajo me obligaba, luego de cada bombardeo, a ir a reparar el tendido eléctrico porque es una de las cosas que se interrumpe con los combates. Luego de aquel primer bombardeo entré a la ciudad con una brigada de reparadores y pude llegar hasta donde había estado mi casa. De allí no pude rescatar ni una cuchara.
"Todo lo que logró la ciudad en miles de años se perdió en minutos. Mi trabajo se convirtió en muy peligroso, porque a la hora en que se cortaban los cables había que ir y te podían confundir de un lado el ejército y del otro los rebeldes. Si no reparabas los daños el ejército te podía acusar de ayudar a los rebeldes y si ibas, entonces los rebeldes te tiraban por reparar la electricidad. La única solución era emigrar o deambular con toda la familia como hacen miles de personas.
"Fue mi padre y mis hermanos quienes me dijeron: ¡Vete, eres el único que puedes hacerlo. Aquí nos van a matar a todos. Pero tú vete! Nosotros te ayudamos".
La historia de la camagüeyana Lázara Pérez, la esposa de Kambar, es más íntima; "Estamos aquí y aun nos parece imposible haber escapado de tanta destrucción. Cuando cayó la primera bomba todos estábamos en la casa.
"Tras la explosión no nos veíamos porque todo estaba lleno de humo y polvo con un terrible estruendo y nosotros gritábamos. Llamándonos espantados - relata ella como quien revive un sueño - no creí que nadie iba a salir vivo de allí. Después en la calle no quedaba nada, edificios derrumbados y muertos. Eso fue la primera vez, pero luego llegó la guerra y el bombardeo era terrible uno y otro día".
En la década de 1980 Burhan Kambar llegó a Cuba como estudiante, se tituló de ingeniero eléctrico en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y mientras realizaba sus prácticas como graduado se casó con Lázara Pérez Pérez, residente en el reparto Julio Antonio Mella, donde vivieron algunos años hasta que en 1989 la pareja tuvo el primer hijo, Mohamed. Al concluir Burhan su servicio social la familia viajó a Siria, instalándose en la ciudad de Daraa. Casi 20 años después estalló la guerra.
La presencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
Situada al suroeste de aquel país, cerca de la frontera con Jordania y 100 kilómetros al sur de Damasco, Daraa se considera una de las ciudades más antiguas de Siria. En el 2011 un manipulado movimiento democrático árabe desató un conflicto entre el Gobierno y los opositores al presidente Bashar al Assad que dio inicio a la guerra civil que hoy con marcada violencia devasta el país, con el arrastre de una dolorosa crisis humanitaria.
Solo durante el 2013 la cifra de refugiados llegó a los dos millones, lo que se convierte en el mayor desplazamiento de cualquier otro conflicto en el mundo, por lo que la operación de asistencia a los refugiados de Siria se ha convertido en una emergencia humanitaria internacional.
Ante esa situación la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, a cargo de proteger y ayudar a las personas que huyen de conflictos o de violencia y promover soluciones duraderas a su situación, mediante el reasentamiento voluntario en su país de origen o en el de acogida, derecho al asilo y refugio contemplado en la Declaración Universal de Derechos Humanos, ha trabajado con intensidad en torno a las personas que por meses huyen de pueblo en pueblo antes de tomar la decisión final de abandonar Siria.
"Irnos del país es siempre doloroso -refiere Burhan-, el nuestro es un pueblo donde la familia se tiene en mucha estima. Somos muy unidos incluyendo a los primos más lejanos, por eso nos cuesta mucho dejar a la familia detrás. Tampoco es fácil salir porque en las embajadas hay dificultades con las visas debido a que todo el mundo quiere salir. Cuba nos dio los documentos y pudimos viajar directo a La Habana".
La Cruz Roja y la Media Luna Roja en Camagüey
En el mes de octubre del 2013 un vuelo de Aeroflot trajo a familia de Burhan compuesta por seis personas, el matrimonio y los jóvenes Esperanza, Marisol y Hansa, musulmanes nacidos en Daraa y Mohamed, el hijo mayor nacido en Cuba, graduado de Ingeniero Civil y ahora trabajando en el Líbano.
"En ese propio mes y mediante un acta de colaboración con la ACNUR, la Cruz Roja y la Media Luna Roja en Camagüey -nos dice el Dr. Vicente Roque Álvarez, director provincial de la organización humanitaria- comenzamos a prestar atención a esta familia de refugiados otorgándoles alojamiento permanente en la vivienda donde anteriormente vivían en el reparto Julio Antonio Mella, y que es la residencia de la madre de Lázara.
"A los refugiados acogidos por nuestra ciudad la ayuda humanitaria les ha facilitado artículos de higiene, asistencia médica y facilidades de alojamiento, mientras se buscan soluciones para mejorar la vivienda ya que viven en un apartamento muy reducido. También se hicieron coordinaciones con Educación para facilitar el ingreso de los jóvenes en el sistema de estudios y coordinaciones para incorporar a Burhann a la actividad laboral. Por su parte Emigración y Extranjería les facilitó los correspondientes carnets de identidad así como el documento sobre sus derechos y deberes como residentes extranjeros".
"Aparte de que están muy bien en las asignaturas generales de Química, Matemáticas y otras asignaturas generales del programa--- interviene la Máster en Educación Especial Yamilka Fernández Brizuela---, a Esperanza y Marisol les damos prioridad en las clases de Historia y Español, temas que van a necesitar en el resto de sus estudios, pero que hoy desconocen.
"Prestamos atención al trauma emocional que tienen, cosa que es bien perceptible en ellos. Vamos a significar que el grupo de estudiantes de las aulas donde se encuentran son muy solidarios con esta situación, ya que desde el primer día los ayudan y eso es una ventaja para su rehabilitación general".
Esperanza podrá estudiar medicina en Cuba, solo conoce la lengua árabe y sus recuerdos de la muerte se van alejando. Ahora es alumna del Centro Mixto Enrique José Varona y comienza otra historia en su vida.
En la actualidad y junto a la familia de Kambar, Cuba acoge a otras cinco familias de refugiados sirios asentadas en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y Cienfuegos.
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