De lo que sucederá entre hoy y mañana, solo pueden sacarse conjeturas. Y más debido a que los azeríes oficiarán como anfitriones de un compromiso al que los nuestros llegan sin más experiencia que la que han podido acumular a lo largo de la actual temporada.
Durante el calendario regular de esta cuarta WSB los de la Isla supieron imponer su estilo ante la mayoría de las selecciones el balance de victorias y solo derrotas es más que evidente. Hacerlo no resultaba tan fácil como se dice. En poco menos de dos años la escuadra dirigida por Rolando Acebal tuvo que adaptarse al "salto" entre la modalidad más pura del amateurismo y el sistema semi-profesional que rige en el torneo que ahora nos ocupa.
Y no se trata solo de que las cabeceras se hayan convertido en un recuerdo o que el sistema de puntuación apele a ritmos de combate más agresivos, la WSB impuso a la escuela cubana de boxeo un concepto más integral del deporte, en el que valen tanto los arrestos del gladiador como su resistencia y capacidad para manejar los tiempos, economizar fuerzas y saber rematar el pleito.
Es verdad que no siempre los rivales exigieron de los nuestros su mayor esfuerzo, pero para hombres como los camagüeyanos Julio César La Cruz (81 kilogramos) y Yasnier Toledo (64), este ha sido—con mucho—el torneo de mayores exigencias en toda su carrera.
Y eso precisamente era lo que necesitaba el boxeo cubano, reducido por años al limitado marco de las competencias amateurs, incapaces de brindarle el nivel de fogueo que demanda un mundo cada día más regido por el profesionalismo.
Con el título a las puertas, solo queda dar el último paso en aras de ceñir la corona, y seguir sumando experiencias para compromisos futuros. La WSB es un paso decisivo, uno más, en el camino a que Cuba siga siendo tierra de puños... incluso a pesar de los pesares.
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