Foto: Del AutorCAMAGÜEY.- Loreto es una mujer de inconfundible ternura. Laboró en la Casa Natal de Ignacio Agramonte durante 36 años, de ellos 17 como directora, y supo apreciar lo expresado por Fidel la noche del 11 de mayo de 1973, cuando recorrió, terminado el acto en la Plaza San Juan de Dios, el majestuoso inmueble, joya de la arquitectura.
“He vivido momentos de sobrecogedora emoción y respeto”, escribió el Líder Histórico de la Revolución en el libro de visitantes, ocasión en la cual felicitó a los reconstructores de la casa.
Él trazó una línea imposible de olvidar: “Eso es lo que debemos de hacer: recorrer todos los lugares que tienen una significación histórica, indagar, investigar y dejar levantado en cada uno de ellos, un sitio de recordación donde las nuevas generaciones, conozcan y rindan culto a los héroes que hicieron nuestra Patria. ¡Eso es educar y formar!”.
Tal motivación especial condujo a Loreto Arrieta Martín a investigar cuanto detalle debió conocer de Agramonte y de todos los próceres para multiplicarlos en su gestión docente y formadora dentro del centro y en la proyección comunitaria.
--¿Qué significa para usted Agramonte?
--No solamente aquella figura legendaria que con su machete en la mano peleaba contra el enemigo, es que tiene tres facetas tan importante de su vida: lo que hizo una vez graduado de abogado, elaborar la Carta Magna con 28 artículos que recogen todo lo que debe de ser el orden político y el orden dirigente para llevar a cabo la Revolución.
“La segunda: la de organizar su ejército, la rigurosidad de la disciplina en el campamento, en los que daban escritura sobre hojas de yagua. La tercera parte, la pasión, su amor por Amalia, las famosas cartas de amor, imperecederas para todas las épocas”.
Lo asevera con firmeza, de que se dedicaron siempre a conocer la vida del patriota y poder transmitirlo a las nuevas generaciones, la importancia de la visión política de Agramonte, la igualdad social, de la independencia, de no contarle vestigios de racismo y su respeto hacia los demás.
La entrevistada explicó que no le gusta idealizar a las personas, pero que en su figura no ha visto nada que lo denigre, al contrario, José Martí le dio un renombre universal: Diamante con alma de beso, sostuvo.
Sobre la labor de la casa como centro cultural, a su juicio, las importancias más grandes están en ofrecer visitas dirigidas al público en general, tanto nacional como extranjero, charlas, conferencias y conversatorios.
Loreto nos retrotrae a la noche del 11 de mayo de 1973: “Dicen que Fidel fue leyendo documento por documento, preguntando pieza por pieza, de donde las habían sacado, y exclamó, de que el montaje museográfico era una belleza.
“Salió al balcón de la tercera planta del museo a saludar al público que estuvo allá en San Juan de Dios y lo siguió hasta allí”.
--¿Cree que la vergüenza que inculcó Agramonte se mantiene viva?
--¡Cómo no! Los camagüeyanos somos muy aferrados al ideario de Agramonte. Hay un poema de Pedro Mendoza Guerrero, que se hizo muy famoso, aparecido en la Enciclopedia Popular Cubana de la Habana del año 1942:
Agramonte
Cuba tuvo un Agramonte,
Un hijo del Camagüey,
Que fue a combatir al monte
A los soldados del Rey.
Cayó en su puesto de honor
El hijo del Camagüey,
Y el muerto causó pavor
A los soldados del rey.
Y su cadáver augusto
Quemaron en Camagüey
Porque el muerto daba susto
A los soldados del Rey.
La Casa Natal tiene un alto valor arquitectónico. Fue construida a finales del siglo XVIII por el abuelo de Agramonte, Francisco Agramonte Recio.
Antes de que la triunfante Revolución decidiera convertirla en Museo, el local pasó por muchos momentos en la República Neocolonial. En la planta alta estuvo el consulado español; en el entresuelo la Asociación de Bebidas y Licores de los afiliados de todas las tiendas y el famoso Bar Correo, hasta el 12 de agosto de 1970, fecha señalada para la restauración.