CAMAGÜEY.- Ignacio Agramonte Loynaz cayó en el potrero de Jimaguayú el 11 de mayo de 1873. Cincuenta y cinco años más tarde, gracias a la iniciativa de veteranos de guerra y la maestra María Salazar de Pons, se inaugura en ese lugar un obelisco para marcar el punto donde murió El Mayor, y rendirle homenaje.

A día de hoy, allí existe un Parque histórico, declarado Monumento Nacional, compuesto por elementos que ayudan a la interpretación del hecho. Adelante conversó con Mirciano Mejías Urra, especialista del centro, para conocer sobre la conservación del sitio, y cómo ocurrieron los sucesos de aquel fatídico día en el que Camagüey lamentó la pérdida del más ilustre de sus hijos.

“Hoy el terreno está delimitado, pero en aquella época, el potrero medía 33 caballerías, con pocos árboles y cubierto de yerba de guinea, en una meseta en el sureste.

“Para el aniversario 130 del hecho intervino aquí la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC) y en 2004 se inaugura un conjunto escultórico que representa el último recorrido que da El Mayor, saliendo del sureste hasta el lugar donde cayó”, explica.

En 2018 se confecciona una maqueta del combate para mostrar a los visitantes, junto a un video de 18 minutos con intervenciones de importantes figuras. Las visitas guiadas de Mirciano acostumbran terminar allí, donde aclara dudas sobre la muerte de Ignacio, y lo mucho que consiguió en vida, luego de intercambiar en el área exterior donde se encuentra el obelisco.

“Se hace un gran esfuerzo para mantener el lugar. Aunque las estructuras se limpian por la OHCC de forma sistemática, los trabajadores y la comunidad somos conscientes de la importancia de preservar este sitio. Para este aniversario el lugar fue remozado y la maqueta se pintó y redecoró. El Primer Secretario de la provincia también aboga por invertir en la mejora de las condiciones del camino, porque El Mayor se merece eso y mucho más.

Foto: OHHCFoto: OHHC

Trabajar aquí resulta un compromiso. Agramonte es la figura más grande del Camagüey y eso hay que mostrárselo a los visitantes. Hay que contar sobre ese amor inmenso por la Patria, esa valentía de dejarlo todo e irse a la guerra. Solo quiero poner en alto a ese héroe, de quien tenemos que hablar con miedo y cuidado porque ya demostró su grandeza”.

Este sentimiento no es solo propio de Mirciano, según confirma Miguel Ángel Rodríguez Cárdenas, presidente del Consejo Popular Jimaguayú, donde se ubica la plaza. “Es un honor vivir en las inmediaciones de un sitio con tanta historia. La población acá lo protege, las bases productivas y centros educacionales tienen el objeto social y político de permanecer bajo la custodia de este lugar. Nuestra comunidad realiza acá varios encuentros para la limpieza y embellecimiento del sitio.

Tenemos la convicción de mantenerlo protegido por su significado para la historia de Cuba, en ese sentido traemos a los niños de la escuela para que conozcan y ayuden a preservarlo”, agregó.

 

UNA TRAGEDIA DEL AZAR 

Mirciano lleva trabajando 15 años atendiendo el sitio, en ese tiempo ha sido copartícipe de investigaciones allí, como la que se realizó por un grupo de especialistas de la Unión de Historiadores y el Instituto de Historia de La Habana, presidido por Raúl Izquierdo, para estudiar en profundidad los sucesos desde el punto de vista militar e histórico.

En base a los resultados de la investigación, nos relata una versión de cómo ocurrieron los sucesos aquel 11 de mayo: “Todo presagiaba el triunfo del ejército mambí. El Mayor estaba aquí con sus tropas, con la moral en alto tras el combate en el Cocal del Olimpo. Los españoles venían con una columna de más de mil hombres entre infantería, artillería y caballería, pero durante toda la guerra fue normal la superioridad numérica de sus tropas.

“Ignacio conoció de la presencia de los enemigos en la noche anterior, y planificó no combatir en esa ocasión, dirigiría desde fuera. Puso a Henry Reeve, El inglesito, al frente de la caballería, lo organizó todo para un combate de envergadura, pero no salió como lo tenía previsto.

“El teniente José Rodríguez de León, al frente de las tropas españolas, no le permitió llevar a cabo el combate que él deseaba. Agramonte sabía que no contaba con las condiciones para enfrentarlo, su idea era atraer la caballería hacia el centro del potrero, de manera que la infantería quedara desprotegida en la parte Norte, y el Inglesito saliera por el Este a dar el golpetazo.

“Rodríguez de León nunca soltó la caballería; una de sus compañías consigue acercarse bastante, burlando quizás a Reeve. Uno de sus soldados, rodilla en tierra y protegido por la yerba, espera que El Mayor se acerque y le da muerte con un disparo que le atraviesa la sien derecha.

“Fue el azar lo que lo mató, como dijo Fidel durante una visita al sitio durante el aniversario del centenario del hecho. A la guerra se viene a perder o morir e Ignacio estaba luchando al frente de sus hombres por la libertad”.