CAMAGÜEY.-  ¿Cuántas veces en la actualidad oímos hablar de la lactancia como acto doloroso, complicado, inalcanzable para muchas mujeres? ¿Cuántas veces escuchamos que se duda de la calidad de la leche materna, o de que se produzca en cantidad suficiente para los bebés? ¡Qué bien ha cumplido sus propósitos la industria de la fórmula láctea! ¡Qué triste que sus mensajes hayan podido más que cualquier estadística, evidencia científica, y a la lógica de la evolución de las especies, de nuestros cuerpos mamíferos!

Si miramos atrás en la historia de las lactancias, no hay dudas de que fue el mercado construyó la idea de que la leche materna era insuficiente, poco práctica o incluso inferior a sus productos desde que llegó a inicios del siglo XX para sustituir a las nodrizas que amamantaban a los bebés que por alguna razón no recibían de sus madres el más preciado de los alimentos. Con mensajes cuidadosamente diseñados, la industria de los sucedáneos de la leche minó la confianza materna, sugiriendo la leche artificial ayuda a los bebés a dormir mejor, que tiene más vitaminas, o presentando el biberón como símbolo de independencia femenina.

Foto: Bia Fotografía/Tomada del FacebookFoto: Bia Fotografía/Tomada del Facebook

Tales narrativas ocultan realidades que sí prueba la evidencia científica: las fórmulas están asociadas a mayores riesgos de infecciones, obesidad y enfermedades metabólicas. Incluso las versiones más avanzadas carecen de los factores de crecimiento y protección inmunológica que solo la leche materna proporciona. Hoy, desde muchas visiones prolactancias se prefiere mencionar el riesgo de no amamantar en lugar de hablar de beneficios de la leche materna, sino de riesgos de no darla: porque la lactancia no hace niños mejor nutridos, protegidos inmunológicamente, o más inteligentes de lo normal, sino que pone la pauta de la normalidad, como alimento natural de la especie. Cuando no se ofrece lactancia, se está privando a un bebé de lo que biológicamente necesitaba.

La leche materna es dinámica, constituye un sistema biológico perfectamente adaptado. Contiene más de 200 componentes activos que varían según la edad del bebé, la hora del día, según la enfermedad del niño. Proporciona células madre, bacterias benéficas y una gama de anticuerpos que ningún laboratorio ha podido imitar. Y es que cada especie produce una leche específica para sus necesidades, lo que nos pone otro peligro enfrente: dar leche de vaca a un bebé menor de un año no solo carece de sentido nutricional, puede dañar su frágil sistema digestivo.

Por si fuera poco, la leche materna se produce en cantidad exacta a las necesidades del lactante, en una sincronía metabólica también irreplicable. Tener más leche materna depende de una mayor succión del bebé bien agarrado al pecho y no de tomar más agua, o cocimientos, o de tener pechos más o menos grandes, o de si el pezón sobresale mucho o poco… todos mitos que han tildado de complicado un proceso para el que fisiológicamente se prepara el cuerpo materno desde el embarazo.

Amamantar no debería ser un tema para campañas de salud o una Semana del año; no debería parecer hoy un acto de resistencia. Según la Organización Mundial de la Salud, la leche materna es absolutamente el único alimento que requiere un bebé cuando llega al mundo y luego por seis meses la respuesta a su sed, a su hambre, a su requerimiento de inmunidad, de seguridad, de bienestar; luego, hasta los dos años, es un necesario para el óptimo desarrollo de un niño. Y después, amamantar solo trae bienestar a mamá y bebé hasta que sea decisión de ambos realizar el destete. Lo demuestran la ciencia y los miles de años de evolución, aunque las muy exitosas campañas de la industria de la leche artificial la dibujen como una elección más, un acto pasado de moda.

¿Que es difícil la maternidad? ¡Nadie lo dude! Pero la dificultad no radica en el acto dar el pecho, sino en hacerlo en un mundo que lo sabotea de tantas maneras. La lactancia no es un sacrificio, sino una norma biológica, un vínculo emocional único entre la madre y su bebé, la oportunidad de ofrecer un alimento fácilmente listo, sin costo, como un lote de amor infinito.