Aquí lo dijo Fidel, desde el balcón donde nos amaneció el enero victorioso: “Si en esta plaza se ha reunido virtualmente la ciudad entera, es porque a la ciudadanía le está interesando su destino, es porque a la ciudadanía le está interesando todo cuanto atañe a su futuro y a sus derechos”.

Por eso nadie puede extrañarse de que este ha sido otro año de partos, como todos los de quienes pujan a la izquierda la vida. Igual que en 1961, 1989... el 2021, en que una pandemia puso en paro al mundo entero, no nos sorprendieron epidemias introducidas de contrabando, ni tuvimos que colocar puntos sobre misiles... pero, como siempre pasa en un país de necios, hubo molinos que enfrentar.

Nada nos ha sido fácil, construir una Patria es la edificación más imperfecta y hermosa que puede obrar un pueblo. De ahí que los aplausos nos llegan a veces a voz quedada, pero las manchas alguien las grita desde tribunas de cartón.

Y ese es el peso que carga el corazón de un país que tiene que probar a la Historia la resiliencia del socialismo al tiempo que se arma en sus hijos: los universitarios-facilitadores en centros de aislamiento, los que vistiendo bata blanca salvan de la COVID-19 con la intuición del conocimiento y los insumos contados, los obreros que no detuvieron las fábricas o los centrales, quienes limpiaron las calles o reajustaron horarios en las bodegas donde equitativamente repartimos lo que tenemos, los pequeños que estudiaron desde casa frente a un televisor y los maestros que los acompañaron siempre aun en la distancia.

La pasión no nos ciega. Las trabas humanas que se enmascaran en “las culpas del sistema”, el poderosísimo Imperio que nos mantiene en jaque en un ajedrez a muerte, la economía que no llega al plato en la variedad y la cantidad que el trabajador merece... son la prueba de que hay mucho que cambiar todavía a los 63 años de la independencia definitiva.

La fórmula del cambio igual la conocemos, el consenso que nos trajo hasta aquí tiene que seguir generando las transformaciones colectivas que merecen la memoria y la vida de nuestros padres.

Por eso en las jornadas más difíciles del año, en medio de las dolorosas pérdidas de la COVID-19, las calles se llenaron de pueblo. Más allá de las carencias y las limitaciones sanitarias hay asuntos sagrados que no admiten dilaciones.

Mucha sangre y luto nos sostienen y la defensa de nuestras conquistas, tan reales como las palmas, es un derecho irrenunciable que reafirmamos ante el enemigo de siempre, el que ni con campañas de descrédito y planes renombrados podrá enfrentar a un buen cubano contra otro.

Las plazas han sido los escenarios para el Baraguá de estos tiempos. En julio último aquella que cambió su nombre por el de la conquista mayor de esta Revolución fue testigo de lo que tanto desconcierta. La continuidad sigue siendo la mayoría, y allí volvió a alumbrar otro amanecer. Desde el balcón el Rebelde miró a su pueblo a través de los pioneros, de los jóvenes, del médico... del combatiente que se dio cita con la convicción como escudo; y el mantra fue el mismo de la primera vez, “la libertad no es todo. La libertad es la primera parte, la libertad para empezar a tener el derecho de luchar”.

Los derechos verdaderos no se arrebatan fácilmente, también lo dijo Fidel. Por nuestra soberanía, en noviembre, en mayo o en enero, saldremos siempre a confirmar certezas.

Así lo hacemos este 27 de diciembre como prueba de que no tiene que ser Primero para celebrar el Triunfo. Defender la tranquilidad de nuestras calles,
la autodeterminación ganada a fuerza de coraje, las risas de los niños en los parques como salvavidas para cualquier tormenta, el país que se renueva desde los polos científicos y las aulas universitarias, las medallas al cuello de nuestros deportistas, el trabajo como fruto que enaltece la moral... las conquistas de una Cuba a la que no le han regalado nada.

Bien lo sabemos en esta tierra, el derecho a preservar la soberanía nadie se lo puede quitar a un pueblo rebelde. La libertad es el premio de los que aman y fundan todos los días, y por ella siempre habrá que darlo todo.