Crónicas sueltas

Selección de lecturas publicadas por periodistas de Adelante.


Eduardo Labrada: el misterio del got

La piedra que tengo en la mano —blanca, opaca, diminuta— fue una gota de agua. Eso me dijo la mujer que cuidó a Eduardo Labrada Rodríguez durante los últimos años. En la oscuridad más profunda, donde casi nada cambia, el tiempo se hace arquitecto.

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Adolfo Silva: la vida en la suela de los zapatos

Dicen que no se puede juzgar a nadie sin antes ponerse sus zapatos, y en el caso de Adolfo Silva esa frase tiene un peso especial: su gran lección de oficio fue siempre que el mejor libro de periodismo no es otro que la suela de los zapatos. Hoy, 26 de noviembre, ha muerto y este es el texto que nunca me hubiera gustado escribir.

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Retrato de Teresa

En sintonía con la Jornada de Equiparación de Oportunidades en Cuba, del 27 de noviembre al 3 de diciembre de 2025, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, Adelante cuenta la historia singular que nos comparte un colaborador del periódico, testimonio de la fuerza que puede tener un aula—cualquiera sea su forma— en la vida de un niño.

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Mi hija llegó de la escuela con una indicación que parecía sencilla: llevar algo para donar a los niños del Oriente cubano que lo han perdido todo tras el paso del huracán Melissa. 

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La casa (+Fotos)

Soñaba con la Universidad. Aunque mis primeros años de esta etapa los viví 500 km lejos de casa, regresé. Recomencé mi vida universitaria en Camagüey y aún en medio de una pandemia que atemorizaba a todos no dejé de sentirme parte de un lugar, comunidad, hogar.


Hay una sensibilidad que no todos poseen: la de saber escuchar lo que guardan los sabores, la historia que late detrás de un alimento. Paloma Gómez la tiene, y por eso, desde hace años, su presencia en Mapping Me! Es tan esperada como necesaria. No se trata solo de una cata de quesos dentro del festival de Medina del Campo: es una experiencia cultural que habla de comunidad, de tradición y de esa forma de hospitalidad que convierte un encuentro en un recuerdo perdurable.


Llegué con la expectativa de la maravilla que tantas veces se cultiva en torno a un ícono. La Sagrada Familia recibe con su contraste, aunque la belleza lucha por sostenerse. Hay una fisura entre lo que fue tallado con paciencia y lo que ahora se levanta con urgencia de proyecto. Las partes nuevas de cemento pulido y gris reciente se sienten ajenas a la piedra trabajada donde el tiempo se ha posado como un velo.


Este verano lo he pasado casi entero en Madrid, atrapada entre olas de calor y esa broma recurrente de que “a Madrid solo le falta playa”. Y, sí, ya entiendo el chiste: la capital es tan mediterránea de espíritu que hasta presume de una “playa artificial” que los propios habitantes miran con sorna. Pero si a Madrid le falta mar, le sobra agua dulce: potable, segura, abundante, que mana de los grifos de cualquier casa y de las fuentes públicas como si fuera un regalo inagotable. No en vano, el origen de su nombre se asocia a la palabra Magerit, que en mozárabe significa “lugar abundante en aguas”.


Probar kiwi con el Caribe en la lengu

En Madrid, he probado por primera vez el kiwi. Una fruta nueva para mi paladar cubano, acostumbrado a los jugos densos del caimito, a la carne harinosa del canistel, a la dulzura vegetal del anón. Al mirar su piel áspera pensé en el níspero. Y al probarlo, me sorprendió su acidez juguetona, su frescor eléctrico, y una textura que provocaba en la lengua un cosquilleo casi familiar.