MADRID, ESPAÑA.- Lo que transmite esta foto es pura energía colectiva. Un grupo de personas diversas, en círculo alrededor de una fuente antigua, en un patio que respira historia. No están todos los que son —algunos todavía andaban de camino—, pero esta es la dinámica que aglutina el festival Mapping Me!, con el liderazgo de Rodrigo Tamariz y un equipo de productores y coordinadores que actúan como cómplices.

Es la décima edición. No sé si tiene que ver con algo caribeño, pero a los cubanos un número tan bonito, que también se ha nombrado como el número de la perfección, nos motiva a celebrarlo. Porque aunque pareciera que una década es breve, ya nos dirán los organizadores cuánto desvelo lleva enamorar a colaboradores y auspiciadores. Los artistas solemos andar no siempre con los pies sobre la tierra, y aterrizar esos sueños en presupuestos no resulta fácil.

Aquí estamos, en el Centro Cultural Simón Ruiz, un edificio patrimonial que tiene mucha alma. Podemos imaginar, como en un paseo de cine, el transcurrir de las historias que aquí habitaron: dolores, curaciones, la visión generosa de su benefactor. Hoy, gracias a la restauración que le devuelve respiro, Mapping Me! logra habitar más de sus espacios.

El patio aún está en proceso, pero ellos lo llenan de vida, risas y movimiento. Las poses abiertas, los brazos extendidos, las sonrisas amplias hacen que la escena parezca una declaración: “este lugar vuelve a ser nuestro, vuelve a estar vivo”.

No he visto el proyecto del patio. No sé si incluirá jardineras o vegetación; imagino que esta fuente al centro será restaurada. Aun desnudo, el terreno parece prepararse para un festín de pueblo. Porque el festival llenará de luces y de música este espacio deshabitado durante tanto tiempo.

Y aquí nos vemos, alrededor de la fuente, en una foto que parece un acto fundacional: un grupo de soñadores que posa con alegría despreocupada, con los brazos abiertos, con sonrisas que devuelven vida a las piedras. El viejo hospital se convierte en escenario, la fuente en altar, y nosotros en comunidad que invoca luz y futuro. Como si quisiéramos decirle al edificio: despierta y sigue latiendo con nosotros.

En la apertura del Programa Mentor, Rodrigo Tamariz recordó el sentido profundo de este encuentro: “Este festival existe porque existís vosotros”. Con esa declaración dejó claro que Mapping Me! no se sostiene en la tecnología ni en la espectacularidad, sino en la comunidad y en la honestidad del arte.

A lo largo de las sesiones, los participantes reciben consejos prácticos que revelan la esencia del oficio: no repetir en digital lo que ya existe en la arquitectura, apostar siempre por el contraste, el color y las sombras, y entender que el mapping no busca el hiperrealismo, sino contar una historia con fuerza expresiva. Así, la transmisión de saberes se convierte en parte vital del festival, donde lo técnico se funde con lo artístico y lo humano.

Estoy segura de que tanto los habitantes de Medina del Campo como quienes confluimos aquí por Mapping Me! la pasaremos muy bien, y que podremos llenar este espacio de buenas vibras, correspondiendo con el espíritu de su benefactor y de todas las personas generosas y visionarias que saben que los proyectos de la cultura son necesarios.