CAMAGÜEY.- “Me enteré con 14 años de que era adoptada, estaba en noveno grado cuando alguien me dijo en la escuela que Marta y Pedroso no eran mis padres, que a mí me habían dejado en el Hospital de Santa Cruz”, cuenta Betty Milagros Pedroso Salé. Ella no sabe mucho de cómo llegó a sus padres, solo que la pareja que la adoptó había perdido un hijo en los 80’.
“Antes de que me lo dijeran, miraba al resto de mi familia y me preguntaba por qué no me parecía tanto a ellos. Un día mi madre buscó una solución salomónica ‘te pareces a tu bisabuela’ que ya había fallecido.
“Si te soy sincera, nunca me creí aquello que me dijeron. La verdad para mí siempre fue la que me contaron mis padres en casa. Nunca pregunté mucho, ellos se fueron a la tumba sin saber que yo conocía mi origen, no podía darles ese disgusto”.
Cuentan quienes la conocen del pueblo donde vivió que ella era muy feliz. Reconoce que sus padres fueron fundamentales en su formación, aunque cuenta “imagínate si era de anjá que a mí me decían la furia blanca. Pero Marta Salé y Armando Pedroso hicieron la obra. Todo lo que sé y soy se lo debo
a ellos”, dijo, secándose las lágrimas de los ojos.
A manera de confirmación un día le preguntó a su tía lo que ya sabía, pero aquella respuesta no cambiaría nada. “Cuando murieron mis padres, ella me dijo que podía buscar a mis hermanos de sangre, y si te soy sincera en 40 años no he sentido la necesidad de preocuparme por eso, creo que no tendría que ver nada con ellos, porque hasta mi carácter es el de mi padre Pedroso. A la mujer que me parió, con todo el respeto del mundo, solo le doy gracias por haberme tenido y haberme dejado. Estoy segura de que no fuera la misma Betty de haber crecido con la gente que me trajo al mundo, la Betty de Marta y Pedroso es mucho mejor persona.
“El afecto transforma solo con el amor basta para adoptar, da lo mismo que sea un matrimonio o una persona, lo importante es que se haga bien y con la pasión que necesitan”.
Ella cuida a un bebé y sobre él descarga todo el amor que fueron capaces de darles sus padres, de los que aprendió que la sangre influye, pero no determina.