CAMAGÜEY.- Hay quienes, por estas fechas, trabajan cada hora, sin que los domingos se distingan de otro día de la semana, porque sobre sus hombros descansa la responsabilidad de conducir el enfrentamiento a la pandemia generada por el SARS-CoV-2. Uno de esos es el doctor Juan Jesús Llambías Peláez, director del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología.

El “Durán” de Camagüey conversó con Adelante Digital a pocas horas de cumplirse 60 días del primer caso de COVID-19 detectado en el territorio el 17 de marzo.

Por su extensión territorial y cantidad de habitantes, la provincia pudo tener uno de los escenarios más desfavorables del país y no resultó así. ¿A qué se deben nuestras estadísticas en el enfrentamiento a la COVID-19?

—La provincia se preparó, como el resto del país, desde el mes de enero. Aquí se adecuaron las orientaciones a las características propias del territorio, además se implementaron medidas para que no nos sorprendiera. Los resultados tienen que ver con el cumplimiento estricto de esos planes, que tuvieron modificaciones de acuerdo con cada momento de la epidemia. Desde el inicio hicimos énfasis en la vigilancia epidemiológica, sobre todo con viajeros que pudieron haber comprometido la salud de la población. Se fue riguroso con quienes entraron antes del 24 de marzo, y después se logró el aislamiento, tal como lo indicó la dirección del país.

“Asimismo se tomaron decisiones locales, cada una cuando fue necesario. No es trabajo de un solo organismo, sino mancomunado. La parte técnica y asistencial corresponde a Salud, pero aquí todo el mundo ha aportado, y no sería justo ignorar el rol de otros sectores. El apoyo de la población resulta determinante y la gran mayoría de nuestro pueblo tiene conciencia de que cada cual constituye un actor principal de esta batalla por controlar la enfermedad. Por un grupo indisciplinado no se puede evaluar a todo el mundo. La cooperación de la mayoría nos tiene donde estamos”.

¿Cómo valora la evolución de los pacientes confirmados?

—También ha sido esencial la preparación del personal. Los trabajadores de Salud, a todos los niveles, recibieron una capacitación, que se ajustó al escenario que correspondía a cada uno, desde el nivel más básico hasta el equipo técnico asesor de la provincia, que a diario evalúa la conducta a seguir con los casos. Cuando hay alguien grave se discute en colectivo y así quienes estamos afuera, sin entrar a la habitación donde se halla el enfermo, debatimos y aportamos. Se intenta que un mayor número de personas con talento y preparación aporte al consenso de la mejor alternativa de tratamiento. Por supuesto, todo dentro del protocolo que diseñó el Ministerio de Salud de Cuba y que se ha enriquecido con la práctica; y todo con un protagonismo innegable de quienes están en la línea roja.

“Lamentamos el fallecimiento de una persona de edad avanzada, con enfermedades crónicas de base; a pesar de que se hizo todo por salvarla, no se pudo. Hemos tenido otros casos graves y críticos en la provincia, por fortuna hoy recuperados en sus casas. El 76 % de los casos confirmados tienen el alta clínica, resultado de la atención esmerada que recibieron”.

¿Qué dejará la COVID-19?

—Una experiencia única, totalmente diferente. En parte de nuestro personal hubo temor. El país se preparó. En los inicios, por el bloqueo, no contábamos con los medios de protección necesarios, y lo que recibíamos lo pusimos donde más falta hacía, evitando a toda costa que los trabajadores de la Salud fueran víctimas de la enfermedad, conscientes de que hay lugares en el mundo donde más del 10 % de los contagios los aporta el propio sector. Y ha sido un reto intelectual, como enfermedad poco conocida y sobre la que se está escribiendo mucho. Entonces, aparte de combatirla en la práctica, nos exige dedicar tiempo a estudiar.

“El reto se extiende también a los riesgos. Acudimos a lugares donde hay personas enfermas o sospechosas y tenemos el compromiso y la responsabilidad de no enfermar a nadie en nuestras casas. Hay que predicar con el ejemplo. La COVID-19 registra una mortalidad elevada, algunos pronosticaban en Cuba unos 70 000 muertos, pero obviaron el componente social y el sistema de Salud del país, por ejemplo la pesquisa que hacemos no abunda en el planeta.

“En el orden administrativo y laboral repercutirá. Aquí por lo general una persona con catarro seguía trabajando como si nada, llegaba a enfermarse el departamento completo. Eso ha cambiado para bien. Logramos limitar los saludos con besos y abrazos. Esas y otras medidas tendrán que perdurar en el tiempo, porque la protección total debiera ser con una vacuna que aún no está. Hacia lo interno de nuestro gremio habrá que adoptar más disposiciones porque, al menos, en los próximos seis meses esta enfermedad seguirá constituyendo un problema”.

¿Cómo lidia usted con los riesgos, sabiéndose dentro de los vulnerables?

—Por mi trabajo, he tenido que entrevistar enfermos, contactos, familiares, entrar a instituciones hospitalarias… pero nos protegemos. Es fundamental utilizar guantes, espejuelos, sobrebatas, nasobucos. Yo hasta abro las puertas diferente, en lugar de por el llavín, lo hago por otra parte. En Salud, desde que uno empieza, hay que prepararse para todo, y aunque he tenido la oportunidad de trabajar en otras epidemias del país y en Guatemala, Venezuela... esta es una novedad.

“Cuento con el apoyo de mis hijos y de mi esposa. Hay una compresión total de que esto fue lo que escogí. Existen muchos asuntos de los que uno se ocupa en la vida normal, y en los últimos dos meses ha sido muy difícil hacerlo, pero tengo una retaguardia que me apoya, y juntando los sacrificios de todos, salimos adelante. Yo solo no pudiera”.

¿Qué es lo primero que hará cuando todo pase?

—Honestamente no he tenido mucho tiempo de pensarlo. Uno se levanta cansado, quisiera poder quedarme unas horas más en la cama. La especialidad que estudié, Higiene y Epidemiología, implica constante combate, porque cuando no es el dengue, es el zika, y ahora, la COVID-19, y a la vez tratamos de evitar que llegue el verano con transmisión de dengue, porque requeriría para todo este personal un esfuerzo supremo. Ahora solo pienso —y creo que mis compañeros piensan lo mismo— en controlar la epidemia en Camagüey.

¿Tenemos control sobre la enfermedad?

—Por el poco número de casos confirmados en las últimas jornadas, pareciera que está pasando, pero no. Dejar de hacer algo de lo indicado puede comprometer el curso de la enfermedad y colocarnos en el peor de los escenarios. No se puede bajar la guardia, porque retrocederíamos. Hay que reforzar el aislamiento para caminar hacia el verdadero control.