Alma llegó a casa con una misión tan clara como luminosa: una convocatoria desde su escuela para donar a los niños de Guantánamo, esa otra esquina de nuestra isla que hace unas semanas quedó herida por el golpe de un huracán.

A veces pasa el tiempo, y en medio de noticias y urgencias, parece que las heridas de los otros quedan relegadas. Pero, nunca es tarde. Así que nos pusimos a elegir qué enviar. En un mundo tan lleno de necesidades, cada gesto cuenta, aunque sea pequeño. Y para ella, este no fue un gesto cualquiera.

Eligió un vestido amarillo y un peluche querido, uno que la había acompañado. Pero lo que quizá más la emocionó fue preparar una tarjeta que acompañara el regalo. Por un lado, se dibujó a sí misma. Lo tituló con sencillez: “De parte de: Alma. Camagüey”, y añadió pequeñas flechas y palabras, señalando el “regalito”.

Al darle la vuelta, dibujó a una niña imaginaria, mitad de piel blanca y mitad cobriza, pensando en los rostros aborígenes que su maestra le enseñó habitan en la región. Y escribió otro mensaje: “Espero que disfrutes mi regalo”, y la invitó a dibujar también en esa tarjeta.

La conversación siguió hasta hoy en la mañana, cuando le contó a su papá: “Ya doné un peluchito, que lo voy a extrañar, pero mi mamá le hizo bastantes fotos”. Se despidió con un suspiro y agregó: “Adiós, mi osito, que tengas un buen viaje”.

Luego, con un toque de color, amarró la bolsa como si fuera un conejo sonriente, una especie de guardián para los días difíciles. “Mamá, donar me recuerda esta canción: ‘El amor es infinito...’”, me dijo con esa chispa que tienen los niños, capaz de iluminar una verdad que a veces olvidamos.

Mientras tanto, nuestras miradas, las noticias y los titulares se concentran en el occidente de la isla, donde también el viento se ha llevado tanto. Pero la solidaridad no se mide en distancias. En Camagüey no dejamos de pensar en los guantanameros.

Alma imaginó a otra niña recibiendo su vestido y su peluche, abrazándolo. Y en ese acto infantil y genuino, se vislumbra que donar es también dejar un poquito de uno mismo en otras manos. Es recordar que, aun en medio de tanta escasez y dificultad, todavía tenemos la riqueza de darnos, de compartir, y de creer en ese amor infinito.