En junio del año pasado, "Don Miguel, el del Cine" de Benjamín Reyes Báez era apenas un proyecto. Nos conocimos gracias al Festivalito, un evento que parece tejido con la misma pasión que Benjamín tiene por la memoria histórica. En ese entonces, Benjamín andaba tocando puertas y buscando bolsillos menos flacos que el suyo para hacer realidad la publicación. Su dedicación me recordaba que la memoria histórica, como la mala hierba, resiste en un mundo que cosecha olvido. Y, sin duda, Benjamín sabe cómo convencer.
Hace unos días, los primeros ejemplares del libro salieron a la luz, y tener uno en mis manos, con su olor a imprenta y la promesa de una vida propia, me llenó de felicidad. "Don Miguel, el del Cine" hilvana los múltiples rostros de Miguel Brito Rodríguez (Santa Cruz de La Palma, 25 de septiembre de 1876 - Santa Cruz de Tenerife, 24 de mayo de 1972), pionero del cine y la fotografía en Canarias.
En 150 páginas, Benjamín teje un retrato detallado y vibrante de Miguel. Es una edición limitada de 350 ejemplares, y desde aquella primera conversación supe que la investigación de Benjamín superaría mis expectativas. Cuba también forma parte de esta historia: entre 1896 y 1897, Miguel compró en la Lonja del Comercio de La Habana un kinetoscopio y un fonógrafo, artefactos que luego introdujo en La Palma.
El año pasado, escuchando a Benjamín hablar con pasión sobre sus hallazgos, compartí su urgencia de reivindicar a Miguel. Este hombre, atento a los avances en imagen y sonido, promovió el acceso popular a estas tecnologías. Experimentó con la linterna mágica, el fonógrafo, el kinetoscopio, la fotografía y la cinematografía. El 13 de febrero de 1898, Miguel realizó la primera proyección cinematográfica en Canarias, al exhibir una serie de películas con el cinematógrafo Lumière en los bajos del Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife.
Legó un archivo de 21,384 instantáneas de su estudio profesional Fotógrafos y Dibujantes, imágenes que hoy permiten reconstruir una época y una sociedad entre 1898 y 1932. Actualmente, ese espacio es la Casa Estudio de Fotografía, el estudio fotográfico más antiguo de Canarias. Este conjunto de placas y libros de registros es un relato completo de la vida en La Palma a finales del siglo XIX y principios del XX.
Vivió hasta los 95 años, y sus retratos de estudio y escenas cotidianas narran los cambios en la sociedad. Fue proyeccionista durante dos décadas, aunque desarrolló una fobia a la cabina. Su esposa, Blanca Padilla, habanera de nacimiento, decía que Miguel pasó la mitad de su vida en una cabina y la otra mitad viajando de pueblo en pueblo, lo que permitió la creación de estos retratos.
En 1930, fue el primero en proyectar una película sonora en Tenerife. Décadas después, tenía un pequeño negocio de venta de queso y mantequilla y luchó por conseguir una pensión. Personas como Miguel gestionaron tecnología y soportes, sembraron un imaginario e hicieron florecer una cultura audiovisual, antecedente que explica la existencia del Festivalito tantos años después.
El contenido del libro se ordena progresivamente, desde lo más conocido hasta una inmersión en la vida privada de Miguel. Nos lleva desde sus inicios en el cine hasta su perfil como retratista de los palmeros, e incluye correspondencia personal y cartas de su viuda.
La primera presentación fue este jueves, como parte de la XIX edición del Festivalito de La Palma, en la Casa Tey, junto al prologuista Manuel Poggio Capote, cronista oficial de Santa Cruz de La Palma. Muy cerca se encuentra el Teatro Chico, donde Miguel proyectó la primera película en La Palma en 1898.
El libro de Benjamín ayer propició el diálogo con personalidades de La Palma, como la escritora Elsa López, madrina del Festivalito. El autor está agradecido por el apoyo recibido. Me escribió con la certeza de que su esfuerzo ha valido la pena. La relación de archivos, registros, hemerotecas y bibliografía refleja el empeño en esta investigación. La lucidez y el buen tino de Benjamín han conformado el relato de una vida dispersa en tantos documentos.
Entre el Benjamín que conozco y el Miguel que descubro en estas páginas, hay notables diferencias. Benjamín es contenido y silencioso; Miguel parece un hombre extrovertido y carismático. Quizá por ser tan distintos, se logra un equilibrio perfecto en el perfil. La conservación de los documentos ha sido una ventaja para el investigador, y su libro pone en valor el compromiso con la preservación, dejando una interrogante sobre nuestro presente cultural y lo efímero.
La galería fotográfica del libro es impresionante. De todas las imágenes, quiero destacar dos. La primera está en la página 24, una vista de 1915 de la calle Bajada de la Virgen, con una bandera cubana que ondea en el extremo superior izquierdo. La otra foto cierra el libro, un autorretrato de 1900. Entonces Miguel tenía 24 años. En una mano sostiene un reloj de bolsillo. Mira la hora, como casual, pero para mí representa la metáfora de su trascendencia en el tiempo.
Benjamín ya asegura un puesto en esa sala del futuro, donde veremos la vida pasar, pero la vida contada con inteligencia emocional. Aunque muchos no apareceremos ni en un fotograma, estará allí como esa luz que nos cura del olvido.
No puedo dejar de mencionar una anécdota simpática que revela el carácter cercano y a veces cómico del trabajo de Miguel. En una ocasión, un cliente se quejó porque, en la selección de fotos a revelar, en la del grupo elegido, la suegra aparecía boquiabierta. Este detalle incomodó a toda la familia y generó una divertida polémica que Miguel tuvo que mediar. Estas pequeñas historias nos recuerdan que detrás de cada imagen hay una vida y una chispa de humanidad.
Recomiendo la lectura de "Don Miguel, el del Cine". Esta obra cautivadora nos sumerge en la vida de un entrañable personaje que dedicó su vida al mundo del cine, no solo como espectador apasionado sino también como visionario detrás de la pantalla. A través de una narrativa rica y detallada, el autor nos transporta a una época dorada del cine, llena de anécdotas fascinantes y momentos memorables. Este libro es una joya tanto para los amantes de las imágenes como para aquellos que disfrutan de una buena historia llena de sensibilidad, reflexión y entusiasmo.