CAMAGÜEY.-Entran a la sala de rayos X donde está todo listo para que ellos examinen los que recién llegaron de la Zona Roja. Los trae un mensajero. Luego de pasar por un fuerte proceso de descontaminación, la imagenóloga, también con todas las medidas de protección, los pone a consideración del grupo de expertos.
--¿De quién es ese?, pregunta la doctora Yamina, una de las pediatras del grupo.
--Del niño viajero de Rusia. Le responden
--Yo veo una inflamación en el pulmón derecho.
El doctor Emilio Guevara, viejo lobo en los cuidados intensivos y especialista en Medicina Interna, asiente con la cabeza.
Luego, discuten el caso y acuerdan el tratamiento a seguir según las variantes establecidas en el protocolo. Antes habían revisado los resultados de los análisis complementarios realizados en la Zona Roja, cuyos resultados son duplicados para que este equipo los analice. Lo mismo hacen con las historias clínicas. Así sucede con cada uno de los ingresados, incluso los que están en vigilancia o son sospechosos.
Inicialmente, la idea de reunir tanto talento en un grupo de expertos era para discutir los casos críticos y graves, sin embargo, fue el hospital militar Octavio de la Concepción y de la Pedraja, el primero en analizar el 100 % de los pacientes en esta composición.
Tal como explicó en un encuentro previo el Coronel Taurino Cruz Padilla, director del “Militar”, una de las claves en los resultados que exhibe hoy la institución radica en la cohesión que ha logrado el conjunto de especialistas. Ello permite la toma de decisiones rápidas y correctas y además sirve como enlace entre los diferentes grupos que laboran en la Zona Roja.
“Cualquier detalle que pudieran perder de vista los que están dentro, los de afuera lo corrigen. Por eso, en un momento del primer brote decidimos que estábamos en condiciones de que ellos evaluaran a todos los ingresados, y así ha sido hasta ahora”.
No resulta tan fácil como pudiera parecer. A veces permanecen allí hasta las nueve de la noche, debatiendo caso por caso, sobre todo cuando el hospital está a plena capacidad. Además, el mecanismo está creado para si existiera alguna complicación en la noche o madrugada ponerse en contacto todos y decidir qué hacer. Doblemente complejo es llevar la evolución del paciente sin verlo ni tocarlo, para lograrlo desempeña un rol esencial la comunicación constante de los que tratan en directo a los enfermos y los mediadores, un grupo de médicos que teléfono en mano recopila toda la información y la pone a disposición del núcleo experto.
LOS HÉROES QUE ESTÁN AFUERA
No hay domingos, días feriados y mucho menos descanso desde hace más de un año para esta tropa. Así lo asegura el Capitán Yordanis Salinas Caballero, médico intensivista, jefe del servicio de urgencia que en tiempos de enfrentamiento a la COVID-19 está al frente del grupo de expertos.
“Hasta el seguimiento a los recuperados pasa por nuestras manos, además de atender con prontitud cualquier problema que exista en el área roja; y también el alojamiento para el descanso de los trabajadores, los aseguramientos, alimentación, vestuarios.
“Prestamos especial atención a las madres de los niños que ingresan, más de un 80 % se ha enfermado, al quinto día salen positivas y por eso desde que entran les ponemos los tratamientos que están en el protocolo como el nasalferón. A los pequeños les dedicamos mucho tiempo, tenemos dentro del grupo pediatras que se comunican directamente con sus homólogos en Zona Roja para orientar conductas a seguir.
“Procesamos las encuestas epidemiológicas, y las rectificamos, porque por lo general cuando la persona ingresa colabora más y aporta datos que en la primera no aparecen; así ayudamos también al control de los focos en la comunidad”.
Por las sabias mentes de esos doctores han pasado gestantes, niños, adultos mayores, positivos con enfermedades de base, nefrópatas con régimen de hemodiálisis, pacientes oncológicos, trasplantados, entre otras complicaciones.
“Hemos tenido historias de familias completas a las cuales hemos tenido que apoyar psicológicamente. Incluso los médicos requieren este tipo de ayuda, porque cuando uno lleva 10 días en Zona Roja disminuyen las capacidades. Te lo digo yo que he entrado dos veces y he vivido la importancia de contar con los colegas aquí afuera”, aseguró el capitán jefe del grupo.
Cada vez que entra una rotación los expertos se responsabilizan con capacitarlos y actualizarlos en los cambios de protocolos y en el estado de cada uno de los ingresados.
UN EQUIPO DE HÉROES
La medicina moderna implica trabajo en equipo, más si se trata de una enfermedad nueva, que se está conociendo ahora. Por eso el equipo agrupa varias especialidades, hay clínicos, intensivistas, epidemiólogos, pediatras, neumólogos, geriatras, y se suman otras de acuerdo con las necesidades o ante cualquier eventualidad.
La empatía es tal que se entienden nada más de mirarse. Por la confianza que han cultivado, no importa, por ejemplo, que sea un niño el caso que estén debatiendo, todos opinan, aunque siempre pese más en la decisión la opinión del especialista afín. Igual sucede a la hora de mover a terapia intensiva a un paciente, o decidir quién va para la sala de vigilancia intensiva por las comorbilidades que presenta.
Para los casos más complejos, todos los días a las cuatro de la tarde hay una reunión por videoconferencia con el grupo nacional donde se debaten experiencias de las provincias; un camagüeyano puede ser analizado por expertos de toda Cuba. De allí, según cuentan los protagonistas, han salido cambios en los protocolos o en el tratamiento de una persona.
También han sido oportunas las alertas. “A Santiago le sugerimos que prepararan un riñón artificial, por lo que nos había sucedido a nosotros con los nefrópatas, que tuvimos que crear esas condiciones en menos de 24 horas. Y a la semana les cayó allá el primer caso que requería hemodiálisis”, agregó el capitán Salinas.
“Hace un tiempo --recuerda la pediatra Yamina Rivero Fernández-- llegó una niña autista, que por sus características decidimos que una enfermera la atendiera a ella nada más, pero eso lo discutimos entre todos y llegamos al consenso, son decisiones humanas que van más allá de poner o no un medicamento.
“Hemos tenido dos experiencias tremendas, un lactante y un niño con Parálisis Cerebral Infantil, dos casos en los que hubo que trabajar en constante comunicación los adentro y nosotros acá. La labor de los intensivistas y pediatras en la Zona Roja fue encomiable, pero para lograrlo hay que estar muy concentrado. Por eso cuando hablo con ellos por la mañana siempre les pregunto por la familia e indago si hay alguna situación que pueda traerles distracción; esto tiene que funcionar como un engranaje, de lo contrario no salen bien las cosas.
“Insistimos tanto en que los niños no deben enfermar y menos los menores de un año, porque poseen un sistema inmunológico muy inmaduro. Entre las experiencias que nos llevamos, hemos rescatado lactancias maternas.
“Hay que reconocer al colectivo de este hospital. Yo soy pediatra, vengo de una institución civil, y siempre me maravillo de la disciplina y el orden con que asumen aquí la tarea”, enfatizó la doctora Rivero Fernández.
La responsabilidad sobrepasa los límites hospitalarios. Después de que salen de la institución, porque ya tienen PCR negativo, si quedan con alguna secuela, el grupo de expertos los envía a otro hospital o indica un seguimiento específico por parte del área de salud.
Sin dudas, estos talentosísimos profesionales de la medicina camagüeyana ha tenido mucho que ver con que sean menos quienes se complican o mueren. Ese es el mérito de los que están afuera, ya sea por teléfono o mediante una nota: desde la distancia, salvan vidas.