CAMAGÜEY.- Ciertas luces se desprenden de recientes investigaciones, pero la fórmula planteada por el SARS-CoV-2 todavía no tiene "despeje" vacunal. Ninguno ya listo, que el mundo pueda tener de asidero probado ante tanta muerte y lógico desasosiego.
Cayó, o apareció, un buen día de diciembre del 2019 por China, y desde que se introdujo entre humanos se esparció con tanta prontitud, que las reacciones en cadena en muchos casos fueron de pura sorpresa, y otros la subestimaron tanto, que la compararon con simples ataques gripales.
Cuba sufre desde marzo pasado los golpes de la COVID-19, y si los estragos sanitarios no son mayores, es porque obedecen a las bondades propias de un sistema de salud con indiscutibles virtudes, y un Estado que no ha reparado en gastos (va por millones de pesos) para poner a disposición de la ciencia, y las personas, los recursos requeridos.
Pese a las complejidades del contexto internacional, el país ha debido desmarcarse de las derivaciones del bloqueo, que ni en un periodo francamente inolvidable como el actual, ha dejado de apretarse contra el pueblo cubano, sobre todo en áreas tan sensibles como el acceso del país a medicamentos y otros insumos.
Pero al margen de estos temas, nada triviales, la indisciplina en muchas de sus ramificaciones ha hecho que los avances en algunos puntos del país tengan una peligrosa recaída. No es juego: especialistas nacionales y de todas las latitudes insisten que por sus características este nuevo
coronavirus es altamente trasmisible. La nueva forma de vivir en pandemia no es aceptada por muchos, y entonces retan al virus con una insolencia olímpica, pues esas "heroicidades" solo
entrañan generalizar peligros y continuar purgando una economía que hace malabares, para encarar las problemáticas actuales de unas finanzas maltrechas.
Varias provincias en estos momentos tienen rebrotes, y ya se ha dicho que Camagüey está en peligro de transmisión auténtica. Eso debe significar que respondamos con disciplina a las medidas que intentan impedir retroceso en la actual fase.
La "percepción de riesgo" no acaba de abandonar el lenguaje cotidiano, y convertirse en parte del código usual y conductual de las personas, y es fácil verlas en sitios concurridos sin el nasobuco, en franca burla a los insistentes llamados, reclamos, de preservar distancias físicas y sociales.
Pero si las mascarillas hay quienes ya la dejan en casa y salen a la calle a exponerse, y a exponer a quienes se encuentra en su camino, qué decir del lavado frecuente de manos, o del uso del cloro para la higiene del calzado, y de otras alertadas como imprescindibles en los espacios públicos.
Las colas son un llamado virus irrefrenable. No hay forma de distribuirlo todo sobre la base de espantar, de nuestro campo visual cotidiano, esas largas filas en cuanta tienda llegan artículos, a veces no importa qué, en las principales arterias de la ciudad.
Hay desabastecimiento, se reconoce por la alta dirección del país, y ello claro está, deriva en ese fenómeno, sin embargo, se aplican medidas que aunque no son propias de la actual fase, pueden alejar un tanto los descuidos ciudadanos en el uso de protectores nasobucales.
Cae por su propio peso el llamado a usar el nasobuco obligatoriamente. Nada justifica que el útil medio sea desplazado de las prioridades, pues hasta científicamente está demostrado que, en los tejidos del algodón, el virus permanece activo 24 horas, y además, si pese a su empleo, se adquiere la enfermedad, la agresividad del patógeno es menor.
El regreso a un estado similar al de La Habana sería realmente agobiante, desagradable y peligroso. Cuba lanzó su candidato, pero al menos hasta febrero del 2021 no pudiera estar lista para su aplicación masiva.
Rusia dispone de la Sputnik 5, y China igualmente aprobó la suya. Empero los truenos siguen sonando. Las muertes no cesan, como tampoco los que a diario enferman. Los hospitales colapsan, países se declaran incompetentes, y ello es suficiente argumento para "exagerar" en las medidas preventivas, la única y mejor arma existente hasta que se pruebe lo contrario.
Las esperanzas se animan, pero en tanto llega la solución parcial o definitiva, lo mejor que puede hacerse es el cuidado extremo. No hay otro medicamento, oral o inyectable, más eficaz por el momento.
En medio de truenos, y esperanzas a medias, tome todas las precauciones posibles. Estamos en guerra frente a un rival microscópico, pero altamente peligroso, y que hasta el momento lleva ventaja, una ventaja que puede acabar en el silencio eterno... de un sepulcro.