Foto: ArchivoFoto: ArchivoCAMAGÜEY.- Cuando los camagüeyanos acuden al estadio a apoyar a su equipo de pelota, todo el lugar se transforma en un hervidero de emociones. Se disfrutan las victorias, queda el sinsabor de la derrota o el análisis de una jugada polémica después de abandonar el “Cándido González”. Y existen razones, hasta en el nombre de la propia instalación, para que el corazón se acelere al sentir al joven que amó el deporte, y sobre todo la libertad de su pueblo.

Bigote fino, cabello cuidadosamente cortado, estampa atlética y mirada serena, destaca una reconocida foto sepia del revolucionario sin tacha, como lo bautizó el Che por su entereza. Aunque sobresale su pose viril, en los ojos se lee un halo de niñez. Se descubre un muchacho algo desenfadado, a medio camino entre lo serio y lo jaranero, pero eso sí, hecho de la mejor arcilla de los hijos de Cuba.

El tránsito por la etapa estudiantil reflejó sus creencias. En la Escuela Profesional de Comercio no tardó en despuntar como un inconforme con las injusticias, más allá del mapa de su centro de enseñanza. Allí tampoco demoró mucho en reaccionar con el pensamiento y la palabra como miembro, y más tarde presidente de la Asociación de Alumnos. Por su actitud osada, siempre dispuesta a enfrentar las corrupciones de la institución, lo tildaron de inmediato como problemático. Un revoltoso alineado con el sentido del deber.

“Dirigió, en unión de otros acusados, un movimiento de plena insubordinación (…) excitando además moralmente a los otros estudiantes a pronunciarse en absoluta rebelión…”

Consta en una de las actas del consejo disciplinario del lugar. Su segundo apellido, Morales, le asentaba bien y las reprimendas de un papel sin enjundia no lo harían separarse, así de simple, de lo correcto. Al contrario, fue más implacable y actuó contra los bribones que cargaban a su pueblo de miserias.

La integración a la Juventud Ortodoxa fortaleció su alma rebelde. Durante el Congreso Provincial de esa organización escribió un manifiesto donde confirmaba su posición respecto al movimiento telúrico que sacudía el panorama político de aquellas fechas: el 26 de Julio.

“Respaldamos al compañero Fidel Castro por su valentía y decidida posición revolucionaria, que lo ha convertido en máximo orientador y representante de los jóvenes cubanos”.

El compromiso lo convidaba a radicalizar, aún más, su visión.

Desde la clandestinidad, siempre bajo riesgo inminente de perder la vida, distribuyó en la región La Historia me Absolverá, alegato de autodefensa de Fidel, luego del asalto al Cuartel Moncada. El muchacho no se detenía. Quería una tierra soberana, igual que lo deseó Ignacio Agramonte. Por eso, el oriundo de Puerto Padre no descansó hasta estructurar, de manera efectiva, el “26 de Julio” en Camagüey.

Lo atrapó en una ocasión la tiranía batistiana. Y los esbirros no se andaban con paños tibios con quien oliera a comunista. Sobre la brutalidad de los captores, el propio Comandante en Jefe contó: “Lo sacaron a altas horas de la noche con los ojos vendados, completamente desnudo, atado, y lo sumergieron repetidamente en un tanque de agua helada y lo golpearon fuertemente en los oídos con las palmas de las manos hasta hacerle perder el conocimiento”.

A Cándido tampoco lo apagó la violencia. El cuerpo estaría roto, pero por dentro sus ideas se mantuvieron intactas. Más tarde le escribía a sus familiares desde México:

“…la vida no tiene sentido si no se lleva con honra y dignidad (…). Es mejor morir, vivir para la eternidad después del deber cumplido, que vivir sin decoro”.

Y así lo hizo, después de desembarcar con los expedicionarios del yate Granma por Playa Las Coloradas. Así lo hizo luego de que a quemarropa fuera asesinado por los esbirros el 8 de diciembre de 1956 en Boca de Río Toros, junto a otros jóvenes.

Su “jamás claudicaré” resume la determinación de un hombre sencillo, enamorado no de la rebeldía, sino de las razones que llevaron al triunfo de una sociedad, de una Revolución modelada por su propio pueblo. De un pueblo que experimenta con intensidad las emociones y que de ellas llena su estadio, para honrar también el sacrificio de un nombre.

Foto: Orlando Durán Hernández /AdelanteFoto: Orlando Durán Hernández /Adelante