CAMAGÜEY.-Joel González Pallerols me espera en la biblioteca provincial de Camagüey, donde su muestra personal El laberinto del tiempo se despliega como un testimonio visual de su proceso creativo. Siete cuadros de gran formato dominan la sala. En cada uno, la figura del caballo se adivina entre trazos y texturas. Pero no es el caballo de los jinetes del Apocalipsis, ni el de la carga heroica. Es el caballo del tiempo, el que avanza y arrastra consigo las marcas de la vida, el que Pallerols ha perseguido con su obra durante años.

El tiempo, de hecho, es uno de los protagonistas de esta exposición. No solo en la representación de la imagen, sino en la propia historia de cada lienzo: hay piezas que datan de 2012 y que el artista ha seguido interviniendo hasta 2025. Como si cada pincelada fuera un registro de su existencia, una huella de lo que fue y lo que sigue siendo.

En el catálogo, las palabras corren a cargo de Joel Jover, un artista y crítico de arte de renombre. Que sea él quien acompaña con sus notas a Pallerols dice mucho. Es un reconocimiento de mérito, una aprobación dentro del gremio. No es casual que, a escasos metros de la biblioteca, en la Galería Alejo Carpentier, Pallerols también esté presente con Soporte, la obra que le valió el Gran Premio del Salón de la Ciudad y el Premio Colateral de la Fundación Caguayo.

Soporte forma parte de la serie “El Arte del Arte”. Es una pieza con dimensiones de 3,14 cm x 1,70 cm. Son dos pinturas que dialogan entre sí como en negativo y positivo, como en noche y día. En ambas, la misma escena: un almendrón, esos autos antiguos que en Cuba han sobrevivido al tiempo y que los turistas encuentran exóticos. Está estacionado en una zona emblemática de La Habana, con el bar Floridita de fondo. Pallerols dibujó sobre la pared, con carboncillo y acrílico, una obra efímera que será borrada con agua y jabón cuando el Salón de la Ciudad se desmonte. “Después de que fuera admitido el proyecto, la hice en un promedio de cinco días”, cuenta.

Pallerols tiene 41 años y es un hombre de pocas palabras. En su taller, en su trabajo como especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, en su día a día en Camagüey, es discreto y observador. Pero en las redes sociales muestra un rostro distinto. Usa los memes como un canal de expresión. La mañana de nuestra entrevista había compartido en su estado de WhatsApp un meme en el que un señor con altoparlante increpa a una mujer en un cajero: “Señora, lleva 20 minutos en el cajero. ¿Qué está haciendo?”. Sobre la imagen, la frase: “Uno de mis sueños es ir con un megáfono por la vida”.

Quizás en su obra no use megáfonos, pero su mensaje está ahí, vibrando en cada trazo, esperando ser escuchado.

La creación como un proceso de acumulación es un concepto interesante. Cuéntame sobre esta idea en tu exposición en la galería de la biblioteca provincial Julio Antonio Mella.

—Las obras de esta exposición han sido creadas a lo largo de un periodo prolongado. He retomado algunas que ya consideraba terminadas, pero en las que sentí la necesidad de seguir profundizando. Es un ejercicio que podría verse como una biografía visual, donde el paso del tiempo y las circunstancias de la vida influyen en la obra y la transforman. Este es el proceso que he seguido en esta serie específicamente.

Tu obra tiene una iconografía recurrente. Los críticos tienden a reducir el arte a ciertos símbolos o figuras, mientras que la interpretación del espectador puede ser mucho más amplia. Joel Jover menciona laberintos y caballos en tu trabajo. ¿Cómo ves esta lectura?

—La figura del caballo la he trabajado desde hace tiempo, pues representa para mí el desplazamiento en el tiempo. Desde la antigüedad, este animal ha sido utilizado para largos viajes y transporta carga, lo que refuerza esa idea de movimiento y transición. A partir de esta figura, he explorado dentro de su propia forma, buscando nuevas imágenes de manera instintiva y sensorial. Esto me llevó a desarrollar una estructura lineal que se expande más allá de los límites del animal, sugiriendo una cuarta dimensión, el desplazamiento temporal. Algunas obras presentan al caballo en posición vertical, aludiendo a su movilidad a través de distintas dimensiones.

En Cuba, la palabra “desplazamiento” evoca la migración. Sin embargo, tú reflexionas sobre el desplazamiento desde el arraigo. ¿Qué te ha hecho permanecer en Camagüey?

—Siempre me ha gustado Camagüey. Incluso cuando estudiaba en La Habana, sentía la necesidad de regresar a estas calles donde crecí. Para mí, vivir en mi ciudad nunca ha sido un problema.

Tu exposición fue una muestra colateral del Salón de la Ciudad, un evento muy significativo para los artistas camagüeyanos. Y en esta edición, ganaste el Gran Premio.

—Desde sus inicios, el Salón de la Ciudad ha sido el evento artístico más importante de Camagüey. A diferencia del Salón Fidelio Ponce de León, siempre fue más íntimo, reuniendo a los creadores locales y exhibiendo lo mejor del momento.

Comparando ese salón que recuerdas con el actual, ¿qué ha cambiado?

—Más que un problema del salón en sí mismo, es la ausencia de artistas debido a la emigración. Esto impacta la calidad del evento, pero quienes permanecen aquí siguen apostando por mostrar lo mejor de su obra. Aún hay esperanza.

En tiempos de precariedad, muchos artistas adaptan sus procesos a la falta de recursos. Sin embargo, tus obras presentan texturas y materiales diversos. ¿Cómo enfrentas este dilema?

—Las piezas de mi exposición han sido trabajadas a lo largo del tiempo, lo que me ha permitido explorar dentro de ellas y adaptarme a las posibilidades técnicas. No veo la escasez de materiales como un obstáculo insuperable; el artista siempre encuentra soluciones y se reinventa.

Hablando de adaptación, vivimos un cambio de paradigma. El artista tradicional ha sido desplazado por los influencers y figuras mediáticas. ¿Cómo ves esta transformación?

—Es un fenómeno con el que debemos aprender a convivir. Hubo una época en la que el artista era el protagonista, luego lo fue el curador, y ahora los influencers dominan la escena gracias a las redes sociales. No podemos ignorarlo; hay que buscar formas de adaptarse para que nuestra obra tenga alcance más allá de la galería.

Cuéntame sobre tu taller y tu proceso creativo.

—Mi proceso creativo se ha convertido en un hábito, en un modo de vida. Con el tiempo, se vuelve algo natural, fluye sin esfuerzo.

Muchos artistas no pueden vivir del arte y deben asumir otros trabajos. En tu caso, además de crear, colaboras con otros en el montaje de exposiciones.

—El montaje es crucial en la calidad de una obra. Una pieza bien concebida puede perder impacto si no se presenta adecuadamente. Considero valiosa la experiencia de trabajar en la puesta en escena del arte, tanto propio como ajeno.

En un contexto donde la electricidad es incierta y el tiempo de creación limitado, ¿cómo manejas estos obstáculos?

—No lo veo como un problema mayor. El artista también tiene otras responsabilidades. La vida diaria aporta matices a la creación. Aprovecho el tiempo disponible sin que se vuelva una carga.

Tu obra en este salón fue descrita como provocadora y polémica. ¿Te consideras un artista polémico?

—El arte debe ir más allá de la técnica; debe transmitir sensaciones y generar cuestionamientos. Mi pieza en el salón buscaba reflexionar sobre las dificultades de vivir del arte, abordando la necesidad de muchos creadores de recurrir al arte comercial para subsistir.

He visto que en los hoteles de Cayo Cruz están vendiendo obras de artistas locales. ¿Participas en esa iniciativa?

—Sí, aunque aún es un experimento. No es la obra de un artista específico lo que busca el turista, sino recuerdos. Aún hay mucho que explorar en ese mercado.

Estudiaste en el Taller de Manifestaciones Tridimensionales, pero te has inclinado más hacia la pintura. ¿Por qué?

—Es más fácil acceder a materiales para la pintura que para la escultura. Además, descubrí que me desenvolvía mejor en lo bidimensional.

Y en La Habana estudiaste Restauración. ¿Aplicas esos conocimientos en tu obra?

—Sí, tanto en su creación como en su conservación.

Por último, he notado que compartes mucho humor en redes sociales. ¿Te has planteado integrar el lenguaje de los memes en tu obra?

—La ironía siempre ha estado presente en mi trabajo, y creo que seguirá estando.