CAMAGÜEY.- Los antecedentes de una institución representativa de la salud en Camagüey y en Cuba, como el hospital oncológico docente María Curie, se remontan al año 1941. Por aquellas fechas las voluntades de la Liga Contra el Cáncer por vencer el padecimiento eran reales. Sin embargo, el apoyo de los gobiernos neocoloniales fue nulo.

Con un total de cuatro servicios y la dedicada atención en el progreso paulatino de los pacientes, el centro constituye hoy uno de esos grandes sanadores, materializados por la Revolución Cubana para que no cese el latido de los corazones.

Esa enfermedad es una de las principales causas de fallecimientos en el planeta, con una cifra aproximada de 10 millones de occisos y en la zona de las Américas unos 1,4 millones en el pasado 2020, según cifras de la Organización Panamericana de la Salud. En nuestro país ocupa el segundo lugar entre las patologías que ocasionan mayor mortalidad.

Pero el “María Curie” no cree en imposibles y su personal emplea la tecnología y el valioso conocimiento de su personal, a pesar de la escasez e impedimentos provocados por el bloqueo impuesto por los Estados Unidos desde octubre de 1961.

“Contamos con la sala quirúrgica, la del tratamiento de poliquimioterapia y la de cuidados paliativos y radioterapia. Poseemos 100 camas y cubren nuestra plantilla un total de 458 trabajadores, de ellos 38 son médicos y el resto personal de enfermería y de servicios”, comenta el subdirector del centro y especialista de asistencia médica, Carlos Alberti Rodríguez Reyna.

Contra los escollos producidos por el bloqueo económico y comercial, la abnegación de los galenos redobla su mérito. Rodríguez Reyna revela cómo se multiplican esos esfuerzos: “en quimioterapia se hacen entre 8 000 y 11 000 tratamientos, y en radioterapia se tiene un aproximado de 2 500 y 3 000 por año. También, anualmente, se ofrecen casi 50 000 consultas externas, de seguimientos y de casos nuevos”.

A la frase “en falta”, se opone la búsqueda de continuas soluciones. Los integrantes del Hospital Oncológico reconocen a la sustitución de importaciones una manera efi caz para cumplir con los protocolos de tratamientos requeridos para quienes buscan la sanación. En cada salón se aprecian las huellas de la atención adecuada y la sensibilidad que se despliega aun bajo circunstancias adversas.

LUMBRES DE SANACIÓN

El especialista de Segundo Grado en Anatomía Patológica, Pedro Rosales Torres, es uno de esos guerreros de batas blancas que siempre mide las potencialidades de su oficio: “si el gobierno norteamericano nos levantara las restricciones recuperaríamos la actividad y el desarrollo de nuestro laboratorio. Aquí realizamos las pruebas que validan la presencia de la enfermedad, su pronóstico y su evolución”.

De pie ante los modernos equipos, el también Máster en Sintomatología refiere el compromiso de procesar los resultados lo más pronto posible. “En estos locales poseemos una alta tecnología, obtenida gracias a las voluntades de nuestra nación, y hacemos todo lo posible por mantenerla”. Afirma que junto a los diagnósticos con enfoque molecular se analizan otros de carácter inmúnico-químico del cáncer.

En esa amplia cadena que se extiende desde el pronóstico del padecimiento hasta los métodos para combatirlo, la imagenología deviene una clave para visualizar el mal y atacarlo con el dictamen más fiable y medios acertados.

“Aunque las afectaciones del bloqueo disminuyan las facilidades para conseguir insumos médicos como rayos X, contrastes, bránulas y los chasis para superar la capacidad de nuestro trabajo, las curas diarias de los pacientes no se detienen”, significó con ardor en sus palabras el imagenólogo Andrés Alberto Estrada García.

“Utilizamos variantes, haciendo un uso racional del método clínico y empleando ultrasonidos para sustituir elementos de tomografías abdominales. Una completa, como la hacemos aquí, se encuentra entre los 600 u 800 dólares. Cuando es un lugar del cuerpo más localizado son alrededor de unos 300. Por día realizamos un promedio de 10, sin contar las urgencias”.

HOGUERA VITAL

Uno de los pasillos con mayor trasiego en la instalación es el que conduce a la sala de radioterapia. Un hecho simple, como el del ir y venir de los que necesitan y brindan ese servicio, parece la forma más sencilla de agradecerlo. Años antes, había que recibirlo en Villa Clara. En estos momentos se atienden casos de Camagüey, Ciego de Ávila, Las Tunas y de otras regiones de Cuba.

“En el 2018 se materializaron varias mejoras, entre estas la del equipo de telecobaltoterapia, el de rayos X superficial y el de radioterapia con cobalto. Así creció el espectro de tratamientos. Tenemos dos unidades de teleterapia, una de ellas es el Fénix, una unidad vieja que lleva más de tres décadas de explotación y que ya se halla en su límite”, dijo René Madruga Torres, jefe del departamento de radioterapia. Agregó el doctor que la remanufacturación de esa tecnología se ha aplazado por las complejidades económicas.

“Aunque los electromédicos han alargado su tiempo de duración, hay que cambiarle piezas para recuperar su movilidad, la cubierta, los cables del mando... y otros desperfectos.

“Sentimos en muchas ocasiones la ausencia de las gasas y las cánulas plásticas para la radiación de pacientes con traqueotomía y las que poseemos las esterilizamos de forma continua. Utilizamos varios materiales diferentes, si bien la mayor parte de lo que empleamos para curar funciona con electricidad. Aquí se atienden diariamente entre 80 y 100 pacientes de todos los territorios”.

El hospital anticanceroso, que en el pasado 2020 ostentó indicadores positivos al incrementar su plan quirúrgico a más del 110 %, aun bajo el asomo de la COVID-19 en el panorama internacional y el posterior contagio en los ciudadanos cubanos, blinda su efectividad en el reconocimiento de la patología.

Adriel Mederos Matos, jefe de servicios de oncología clínica, reflexiona en ese particular y sus bondades para los habitantes de la Mayor de las Antillas.

“Un ingreso para quimioterapia, en otros países, tiene un costo muy elevado. No solamente por el ingreso, sino por los medicamentos y los servicios prestados. Es un proceso que comúnmente conlleva seis ciclos de quimioterapia y que fácilmente alcanzaría el monto de los 12 000 dólares.

“La sala tiene dos secciones principales: la de tratamiento ambulatorio, con 20 camas y la de hospitalizados que tiene 16. En el caso inicial nos ofrece la posibilidad de acoger de 180 a 200 personas a la semana. Golpea el correcto funcionamiento de nuestra atención la escasez de medicamentos de efecto antitumoral y resultan complementos imprescindibles como el Manitol, para poder administrar el cisplatino, y la ausencia del 5-fluorouracilo, un citostático que se les aplica a los ingresados”.

Dentro de esa instalación, donde se extreman los cuidados por la vida, también se combate con eficacia la COVID-19. Cada uno de los accesos a los distintos cubículos y consultas se encuentran respaldados por la solución clorada y los pasos podálicos, “cortafuegos” imprescindibles del virus que afecta en estos momentos a la humanidad.

En uno de los cuartos de recuperación se encontraba el tunero Ricardo Marrero Mora, de 62 años. Desde 2020 lucha contra un adenocarcinoma prostático. Lo acompañaba su esposa, Iraida Laguardia Vidal, quien manifestó: “Nos han dado una atención de excelencia, cada cierto tiempo el personal médico hace un recorrido para comprobar cómo marcha todo y en sentido general estamos satisfechos con el trato y las condiciones del sitio. Él debía haber recibido las inyecciones Zoladex, pero ahora están escasas en el país. Sin embargo, con la radioterapia, los medicamentos y la buena atención de los médicos ha evolucionado bien”.

Ni los muros, ni las restricciones le quebrarán los sueños de apreciar el brillo de la salud en el rostro de su marido. Es la luz que nuestra Revolución pone al servicio del pueblo, de la sanación del ser humano, su savia fundamental.