CAMAGÜEY.- Susana no es mujer que se sienta a mirar cómo pasa la vida. De su madre heredó la fuerza, las ganas, la entrega, el optimismo, la vocación revolucionaria y del magisterio. En ella, en su vieja, reconoce, están todas sus esencias, las claves de la camagüeyana incansable en la que se- la convirtió.
Susana trabaja mucho, algunos aseguran que exagera, que “se le va la mano”, que “va para la tienda El Ganadero-donde trabaja/dirige-, aunque esté de vacaciones, aunque sea feriado, aunque no pueda andar por sus propios pies” —como cuando estuvo en silla de ruedas 8 meses después de un accidente automovilístico y no faltó nunca.
Ella es maestra de profesión, pero por cosas de la vida poco tiempo después de graduarse, con todos los honores, dejó de ejercer. Luego pasó a trabajar al Ministerio del Interior en diferentes áreas y al terminar comenzó en el sistema de la agricultura. Así se convirtió en fundadora de la tienda de estímulos de la calle Martí.
“El Ganadero es también mi casa. Disfruto el tiempo en el hogar, pero lo que más me gusta en el mundo es el trabajo. Eso para mí es lo primero”. Por eso, por ese sentido de pertenencia, ha defendido con uñas y dientes, y eficiencia, a su colectivo y así lograron estar fuera de las más de 160 tiendas del sector agropecuario que en el país cerraron definitivamente sus puertas.
En una de esas etapas difíciles, de pocos insumos y estrecheces económicas, asumió ser la auxiliar de limpieza de la tienda, gratis y fuera del horario laboral, y en otra se hizo cargo de la cría de 120 gallinas en el patio de la entidad, para dar huevos a los trabajadores, aportar al círculo infantil de la comunidad y al comedor de la Empresa Pecuaria Triángulo Tres.
“De mis grandes orgullos: el primero es haber hecho de este un colectivo de trabajo, una verdadera familia. Cuando cualquiera de nosotros (12 mujeres y 5 hombres en la actualidad) tiene un problema, allí estamos para ayudar. El segundo logro es mantener, desde la fundación, el sistema de inventario diario, lo que nos ha posibilitado no haber tenido nunca ni un faltante; y el manejo minucioso de la contabilidad”.
“Esas son las claves que nos han permitido durante 20 años mantener de manera ininterrumpida la condición de colectivo Vanguardia Nacional del Sindicato de Trabajadores Agropecuarios, Forestales y Tabacaleros (Sntaft) y ser merecedores de otros muchos reconocimientos a nivel de país”.
“La calidad de los servicios también es algo distintivo de este colectivo. Aquí se cumple la máxima: “el cliente siempre tiene la razón”. Atendemos a un sector muy abnegado: los agropecuarios. A los trabajadores les damos la posibilidad de comprar en el período de un año por si en el momento en que viene lo que hay no satisface sus necesidades, pueda volver. También permitimos que venga con su familia”.
Susana trabaja mucho y no solo en “su tienda”. Ella durante las últimas dos décadas se ha mantenido como miembro no profesional del Secretariado Provincial de la Federación de Mujeres Cubanas y antes fue, por muchos años también, secretaria de un bloque de la FMC y coordinadora de zona de los Comités de Defensa de la Revolución.
“Mi amor y entrega a la FMC y a los CDR, también se lo debo a mi mamá. Recuerdo cuando era una niña y me llevaba a todas las actividades, incluido a los trabajos voluntarios de las brigadas Mariana Grajales en la agricultura”.
Esta mujer de avanzada, además de ser Delegada a la Asamblea Provincial del Poder Popular y trabajadora Vanguardia Nacional del (Sntaft) por 20 años consecutivos, es merecedora de las medallas Jesús Menéndez, Ana Betancourt y 50 Aniversario de la FMC, además de formar parte del Libro de Honor de la Mujer Camagüeyana y haber participado en cuatro congresos de la FMC, en la 1ra Conferencia y el VIII Congreso del SNTAFT y el XXI de la Central de Trabajadores de Cuba.
Susana Pardo Rodríguez trabaja mucho, por eso es ejemplo. Quererla es fácil —dicen quienes conviven con ella— y eso no significa que le falte rigor y exigencia en su trabajo, por el contrario. Como tampoco le falta la fuerza y el amor para enrumbar el camino de esos otros muchachos y muchachas (compañeros de trabajo), que aunque no nacieron de su vientre, también le dicen mamá.