CAMAGÜEY.- Este 3 de julio debe clasificar como una de las fechas del año. Es la marca del almanaque en que Cuba entera luce orgullosa el foco de la recuperación. Las provincias de avanzada transitarán por su segunda fase en la etapa de la recuperación (con excepción de Matanzas); y La Habana comienza su desescalada.

No es porque se trate de La Habana. Pero es también porque se trata de La Habana. La capital era la única provincia que, entre contagio y contagio, y foco y más foco, se había quedado enganchada al eslabón de la demanda. Demanda de más PCR (más de 1000 por fecha). Demanda de más trabajo duro. Demanda de más nervios a prueba de partes y noticias precisas.

Y no es que la de hoy sea una fiesta absoluta. Si bien esta semana (la 16 de la epidemia en Cuba) resulta la de menos positivos al virus (20 hasta este jueves 2 de julio) desde la semana de los primeros casos (con 4), La Habana y Mayabeque han seguido “aumentando” sus estadísticas.

Cuando la casilla de los confirmados se llene tan redonda como la de los graves, críticos y fallecidos de este jueves (en 0 las tres), entonces sí habremos reventado al virus (nunca mejor usado) y a todas sus cadenas. Solo quedará, entonces, seguir atados a las medidas de protección. Porque ya lo ha dicho el doctor Francisco Durán, es difícil predecir el fin de esta enfermedad por su elevada contagiosidad, y la complejidad que representa su transmisión desde portadores asintomáticos (el 54,1 % de los casos en Cuba no han presentado síntomas al momento del diagnóstico; solo en los últimos 15 días el 80 % de los positivos presentaron esta característica).

Además, y como aguafiestas, sobresale otro dato. Con los dos de este jueves ya suman 263 los menores contagiados con el nuevo coronavirus (el 95,4% ya se ha recuperado). Para seguir sumando desventuras resalta que una niña de ocho años y una familia y un país deben lidiar con la explicación inexplicable de hallar la enfermedad tan cerca y escurridiza y sin fuente de infección (el 4,6% del total de los diagnosticados).

Para ampliar ese punto en doctor Durán puso un ejemplo clarísimo. Un estudio realizado en China comprobó la “culpabilidad” de una sola persona en el contagio de casi otro centenar. El 19 de marzo las autoridades de ese país decretaban el aislamiento en su domicilio a una residente procedente de Estados Unidos. Esta no se confinó como debió ser y el 22 de abril seguía asintomática, mas era la fuente de infección de más de 70 ciudadanos con los que no se había relacionado. En una falta, en una persona, hasta en la “normalidad” que es la ausencia de alarmas, puede hallarse una cadena entera de contagios.

Sin embargo, aún cuando no bajar la guardia se traduce en propagación de la responsabilidad, podemos avizorar la cercanía de un control definitivo del virus (son solo 44 los casos activos; y acumulamos 2221 altas, lo cual significa la recuperación del 94,4% de nuestros pacientes). Sobre todo, porque cuando se escuchan cifras tan devastadoras como los más de 10 millones de casos a los que asciende el mundo, o los más de 3800 muertos que reportó nuestra región en una sola jornada, alienta nuestra predisposición “genética” a la escasez. En los números y las finanzas, ya es de sobra sabido. También ahora en las casillas que acorralan a un virus millonario. Algunas tan redondas de ceros; otra que baja, que a veces sube, pero que tiende a la asfixia en un solo dígito. Y en esas penurias nos va nuestra abundancia.