CAMAGÜEY.- Los bancos de estar, situados en la Plaza de los Trabajadores, rara vez permanecen vacíos. El público, más que a la espera de acceder a la tienda La Gran Señora, se congregan en sus alrededores a “facebucear” con familiares y amigos.

Pocas veces se escuchan allí expresiones de mal gusto, además de algunas conversaciones que debían reservarse para el entorno más íntimo o en un tono bien bajo de voz, por ejemplo: “Recibí lo que me mandaste”. “Milenita no quiere creer que tienes que reventarte trabajando en Miami para ganarte el dinero…”.

Una que otra pareja, sin celular o tabla a la vista, acuden a recordar los amoríos de antaño o aguardar la hora de apertura del correo, o la llegada irregular de la prensa.

De las tantas veces que transito por allí me chocó —hace apenas unas horas— las indecentes palabras de una mujer, léxico que prefiero no reproducir; mejor que lo imaginen con sus diversos matices.

Vestida con un short de mezclilla, blusa escotada y un tatuaje en el hombro izquierdo, a su lado se encontraba un hombre que supuse fuera el esposo, mostrando estupefacción en su rostro, como diciéndose por dentro: ¡Mujer! ¡Mujer!

No hay que ser un experto en lingüística o un aferrado a las palabras bellas o de buen gusto para comprender que el citado ejemplo deviene una manifestación superlativa de indecencia, mal llamado a desterrar por el presidente Miguel Díaz-Canel. “Nada más ajeno a la Revolución que la falta de educación”, ha dicho.

Como este hay otros hechos aislados. El estudiante que no repara en decirle una mala palabra a su condiscípula y ella no recriminarlo; el maestro —por suerte no son muchos— que se excede en estos términos; o la abuela que le enseña palabras obscenas al niño para que sepan que es un varoncito.

¿Por qué no dedicarle un espacio en la escuela, los centros laborales en el barrio —ahora que se aproximan las asambleas de rendición de cuenta del delegado a sus electores desde el 1ro. de octubre— para hablar de este fenómeno, incompatible con el modelo de sociedad que Cuba sostiene edificar?

El Mandatario, en un encuentro sostenido el viernes 20 de septiembre con profesores de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de la capital, llamó a prestar atención al vínculo entre instrucción, educación y cultura general.

Ningún lado de este triángulo, en su opinión, debe descuidarse en la formación educativa, como tampoco el perfeccionamiento de la enseñanza de la Matemática, por la influencia que ejerce en el ordenamiento del pensamiento y en la ayuda a laborar por procesos.

La conjunción familia, escuela y sociedad es un bastión indestructible en el combate contra la obscenidad, y para el rescate de los hábitos de cortesía perdidos o fracturados.

José Martí, con su verbo que penetra en el corazón de todos no dejó espacio a la duda del papel de la decencia: “Las palabras deshonran cuando no llevan detrás un corazón limpio y entero”.

Definición de decencia:

  •  f. Decoro, recato.
  •  Dignidad en las palabras y los actos.

Origen etimológico de la palabra: proviene de la palabra latina decentĭa

  • Respeto exterior a las buenas costumbres o a las conveniencias sociales.
  • Dignidad en los actos o en las palabras, conforme al estado o calidad de la persona.
  • Recato, honestidad, modestia.

Indecencia:

  • f. Dicho o hecho que está en contra de las normas o costumbres vigentes en una sociedad: es una indecencia orinar en la calle.
  • Falta de honestidad, honradez o decencia: condujo las negociaciones con gran indecencia.