CAMAGÜEY.- Desde hace un tiempo, quién sabe exactamente desde cuando, la sociedad cubana ha visto proliferar a “Juanes” y a “Juanas”, salvando las distancias, que cuando incurren en indisciplinas sociales dicen como el personaje de la canción infantil ¡Ah, me tienen sin cuida’o!.
Impunidad, puede ser en este caso la clave, pues nada o casi nada sucede a los individuos que ensucian las calles, pisan el césped, rompen la propiedad social, andan semidesnudos en plena vía pública, escandalizan y hacen sus necesidades fisiológicas a la vista de todos.
Imagen: Tomada de rguama.icrt.cu
A esta larga lista de incumplimientos de normas de sanidad, de comportamientos inapropiados en lugares públicos y de maltrato al entorno se puede sumar otra retahíla de conductas inadecuadas que mucho difieren de los valores y del paradigma de sociedad defendidos por tantos cubanos. Lo peor es que esta “pandemia” la vemos proliferar sin que nada efectivo hasta el momento se haga para ponerle fin.
Imagen: Tomada de escambray.cu
Recuerdo en julio de 2013 cuando en el discurso de clausura de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional, el primer secretario del Partido Comunista de Cuba y entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro, alertó:
“Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad”. Luego de una larga y dolorosa enumeración de inadmisibles conductas y faltas de educación, apuntaba: “Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos”.
Imagen: Tomada de vegacubaradio.wordpress.com
“Es hora ya de que los colectivos obreros y campesinos, los estudiantes, jóvenes, maestros y profesores, nuestros intelectuales y artistas, periodistas, las entidades religiosas, las autoridades, los dirigentes y funcionarios a cada nivel, en resumen, todas las cubanas y cubanos dignos, que constituyen indudablemente la mayoría, hagan suyo el deber de cumplir y hacer cumplir lo que está establecido, tanto en las normas cívicas como en leyes, disposiciones y reglamentos”, resaltó.
Seis años han transcurrido desde entonces y es lamentable que poco o nada haya cambiado. En mi opinión debido en lo fundamental a la falta de exigencia por parte de las autoridades para hacer cumplir lo establecido. Urge ser más exigentes en la aplicación de las normas con quienes infrinjan la disciplina social y vulneren la tranquilidad del pueblo. A estas alturas no basta con lo educativo. Las dos cuestiones son importantes y deben aplicarse en la justa medida que correspondan.
ImagenÑ Tomada de cuba.cu/educacion
No pretendo por lo tanto restarle importancia o protagonismo al papel que desempeñan desde edades tempranas la familia y la escuela en la formación de la personalidad y conciencia social de los niños, por el contrario. Pero, y qué hacemos entonces con los ciudadanos que, ya adultos y mal educados, andan por las calles destruyendo nuestra legendaria ciudad ya con 505 años de historia y con la responsabilidad de tener una porción de su Centro Histórico declarado Patrominio Cultural de la Humanidad.
Mucho se dice sobre el asunto, pero poco se hace, o al menos no es efectivo porque seguimos tropezando con las mismas piedras.
Soy de la opinión que les corresponde a las instituciones u organismos que existen para ser veladores de la tranquilidad ciudadana, y a los cuerpos de inspectores, actuar con mayor celeridad y efectividad para que los “Juanes” y las “Juanas” no sigan diciendo ¡Ah, me tienen sin cuidado! y sienta también en su bolsillo el costo del maltrato a la propiedad y tranquilidad de todos nosotros.