CAMAGÜEY.- “Cadáveres amados” llamó Martí a quienes murieron niños por la mano del español vil. El pecado de ser jóvenes lo cobró el odio con el precio de la vida.

150 años pudieran ser mucho tiempo, pero el dolor y la injusticia se sobrevive generación tras generación. No están, no podrán nunca estarlo, ni olvidados ni muertos. Así lo aseguró el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de las Ciencias Médicas, “su espíritu, sus valores morales son el impulso para ser cada día mejores en la formación y en el trabajo. El mayor homenaje a los primeros mártires del estudiantado es reafirmar nuestro compromiso con la Revolución y sus conquistas”.

Por eso, el día empezó en las calles para estudiantes de Medicina. Desde la facultad de Tecnologías de la Salud Pham Ngoc Tach tomaron la avenida con banderas en mano hasta la Universidad Médica. Fueron con sus profesores, con los médicos que los guían desde las salas, a paso casi marcial. Dieron vivas a la historia, a la huella que nos guía: a Fidel, a Raúl… y a golpe de verso y trova homenajearon a sus niños héroes.

Físicamente no debieron morir. No hubo pruebas de su falta a la tumba del periodista Gonzalo Castañón, por eso no fue parte de la farsa de juicio el oficial ibérico Federico Capdevila.

No han muerto. La inocencia de su causa, la hidalguía ante la muerte, y su valor son cimiento y guía para la juventud cubana. Eran ocho en 1871, hasta hoy, se han multiplicado en el alma de muchos.

“Cuando se muere// En brazos de la patria agradecida// La muerte acaba, la prisión se rompe;// Empieza, al fin, con el morir la vida!”