Camagüey.- Pues bien, de la misma forma en que París tuvo su profesor Landrú y la nebulosa Londres su Jack el destripador, por acá, por la tierra del río Tínima y para no ser menos, tuvimos entre aquellos personajes misteriosos uno que alcanzó fama no por sangrientas acciones, sino por novelescas especulaciones y el choteo criollo de los inicios del 1950, cuando nuestro país era una especie de picadillo a la criolla.
Este fue nada menos que El Resbaloso, figura cimera del rescabucheo. Mira hueco profesionalizado, ratero, escalador, y cara dura cuya existencia es aun cuestionada al igual que aquellos otros depredadores europeos.
¿Fue El Resbaloso realidad policiaca o mito de esposas ligeras de cascos?
¿Fue El Resbaloso chivo expiatorio y pantalla de tarro dramatizado o Don Juan Real, trepador y enamorado?
La cosa comenzó a tomar forma en la ciudad de Camagüey allá por los meses de julio o agosto de 1951 cuando a las estaciones de policía comenzaron a llover denuncias en torno a cierto individuo que lo mismo se subía a un poste para atisbar por una ventana abierta que violaba a una dama.
Su radio de acción era extenso, pues si hoy se le veía por la calle de Rosario, mañana podía estar en la plaza de La Caridad o por el reparto La Mosca. Hoy Lulú denunciaba que un joven desconocido, cuya raza ni señas personales podía identificar, se había introducido en su dormitorio para violarla varias veces.
Mañana declaraba Maribel con rubor que había sido abordada por un individuo desconocido quien la llevo a una casa que no recuerda donde y por tres días la mantuvo secuestrada violándola.
El Resbaloso parecía estar en todas partes, en el que se asomaba por una rendija, en el mano muerta del cine, en el agarrón que cualquier mujer sentía en un tumulto, en el tipo que escapaba saltando la tapia cuando de pronto llegaba el marido. Todas decían lo mismo, fue El Resbaloso.
En la ciudad cundió el pánico entre padres ariscos, esposos desconfiados, señoritas castas y esposas modelos, Las novelitas de Corin Tellado desaparecieron de los estanquillos de venta y aumentó la audiencia de los episodios radiales de Rafles, el ladrón de las manos de seda, transmitidos entonces por una emisora local.
Lo interesante que ninguna de las denuncias pudo identificar al individuo. Unas decían que era un apuesto joven de modales refinados, otras que se trataba de un mulato corpulento y decidor, otras que era un tipo ahí bajito mala cabeza, de todas formas lo único en común que tenían las denuncias era que, según ellas, el individuo en cuestión andaba desnudo y cubierto de manteca para hacer difícil su captura; de allí fue donde surgió el mote de El Resbaloso.
Los diarios dedicaban páginas completas a reseñar e idealizar sus hazañas. Era como un Robin Hood en cueros, Guillermo Tell tirado a choteo.
Una noche detuvieron, por fin, en un intento de forcejo con una damisela a un ciudadano entonces conocido como Pablo La Güira, quien resultó ser comedido barbero, quien según la prensa llevaba una doble personalidad; de día alegre fígaro, padre de familia y ciudadano ejemplar, pero que apenas salía la luna, como el mismo Hombre Lobo, se transformaba en sátiro escalador y mira hueco.
Convocadas las denunciantes para identificar a Pablo La Güira, unas apenas parecieron reconocerle, pero otras en lo absoluto. Dos días después, y con el barbero aun detenido, se produjo allá por el barrio de El Matadero una sonada desavenencia matrimonial cuando el esposo sorprendió a su mujer en la cama con otro hombre que al punto escapo y que ella dijo era El Resbaloso. Poco después detuvieron a otro sospechoso y luego a otro más. En definitiva a la semana había seis individuos tras las rejas acusados de ser el hábil sujeto quien, a juzgar por lo que estaba sucediendo, o había fundado una cofradía de maniacos o mantenía aun academia de aventajados alumnos.
A pesar de los numerosos testigos, ninguno pudo de cierto determinar cuál de aquellos era en realidad el sujeto principal pues, como señaló el magistrado, hubo ambigüedad, indecisiones, falta de interés o sencillamente se retractaron o no fueron a testificar. Al cabo todos los detenidos fueron absueltos.
Y he aquí lo interesante de este curioso caso, a partir de esos instantes El Resbaloso en propiedad hizo mutis, se esfumó, jamás volvió a saberse de él y con ese silencio y el tiempo, la prensa dejó de interesarse por el tema. Así desapareció El Resbaloso de tola vida pública sin que jamás se conociera si identidad.
Les diré que muchos años después y en circulo de colegas y juristas que compartíamos una mesa y tragos, no pocos letrados que conocieron del caso confesaron que en alguna forma y por esa corazonada que solo da la experiencia, tuvieron siempre la seguridad de que entre aquellos detenidos, se encontraba el verdadero Resbaloso, sin embargo, ¿Cuál de ellos? Eso jamás se supo y puede que nunca se sabrá.
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