Diezmados, desmoralizados, se baten en retirada, sin su jefe, uno de los 21 peninsulares caídos en el combate acaecido en esa zona, primera gran victoria cubana de la Guerra Necesaria.

Durante la acción, conducida por el Mayor General Antonio Maceo, las bajas enemigas suman más de 120 (21 de ellas mortales), perecen cuatro mambises y 17 son heridos.

Es el 13 de mayo de 1895. Antecedentes: desembarcos valiosos el primero de abril, por Duaba, con el Titán de Bronce, su hermano José, y Flor Crombet; y 10 días después por Playitas de Cajobabo, el segundo, con José Martí y Máximo Gómez, como principales figuras.

Por seis horas y media se luchó con todos los medios--excepto la artillería-- en el perímetro que abarca la finca Santa Bárbara, las cercanías de la Sierra de Canasta, de Tiguabos y Chapala, en el noroeste guantanamero, hoy perteneciente al municipio El Salvador.

Las aguas de un gran embalse, el Jaibo, segundo mayor de la provincia, dificulta al investigador la reconstrucción del enfrentamiento ocurrido hace 119 años y considerado por la historiografía cubana la segunda acción trascendente de la gesta iniciada el 24 de febrero de 1895, tras el combate de Arroyo Hondo, donde cae el intrépido Arcid Duveger.

Marchan hacia Camagüey el Apóstol y el Generalísimo, quienes junto al General Antonio habían celebrado la entrevista de La Mejorana, el cinco de mayo, en las inmediaciones santiagueras de San Luis.

Ya el Héroe de Baraguá tomó los poblados de El Cristo, ordenó a los coroneles Victoriano Garzón y Joaquín Planas, atacar al Caney y a adueñarse de Dos Bocas, respectivamente, y al general Jesús Rabí destruir cuantas vías férreas y líneas telegráficas se interpongan en su camino.

El nueve de ese mismo mes, aquel guerrero que -según Martí- tenía tanto fuerza en la mente como en el brazo, se mueve a Guantánamo y ya se desarrolla la campaña de Oriente. Faltan cuatro días para el fortuito combate de El Jobito.

La víspera del choque, detectada la presencia de los mambises en la región, un batallón especial del "Simancas", parte de la ciudad con la ilusión de cerrarles el paso. Van a su encuentro más de 400 hombres, al frente de los cuales galopaba el citado Bosch y Abril.

Poco después un certero disparo lo obliga a pronunciar sus postreras palabras: "Soldados, defender mi cadáver por el honor de España", encomienda cumplida por sus subordinados.

Maceo dispone emboscadas, desde su posición ventajosa en las alturas de las márgenes del río Jaibo. Una vez consumado el cerco, da la voz de: Fuego.A continuación la carga al machete. Se combate cuerpo a cuerpo. A puñetazos.

La suerte está echada para los españoles. Otra baja sensible los afecta: la del capitán-médico Everardo Ruiz, en instantes en que ya suman por decenas los heridos. No los salva ni el coraje del comandante José María Robles, quien con sus fuerzas, se bate, pero ahora en retirada.

La aparición en escena de las escuadras españolas de Santa Catalina, guiadas por el sanguinario comandante Pedro Garrido, unida a la escasez de parque y pertrecho de los cubanos, contribuye a que Maceo ordene la apertura del cerco y él mismo encabece la persecución de los hispanos hasta las mismas puertas de la Villa del Guaso.

Este combate, y posteriormente los de Peralejo y Sao del Indio, conforman un tríptico que, según el historiador Wilfredo Campos Cremé, confiere inédita dimensión a la campaña emancipadora contra el colonialismo español y constituye el preámbulo de nuevas victorias en el empeño de los cubanos por alcanzar la independencia.

{flike} {plusone} {ttweet}