MADRID.- Cuentan que los bosques de Cuba eran tan densos y frondosos que se podía caminar de una punta a otra de la isla bajo un manto continuo de sombra. Con la conquista, sin embargo, llegó el saqueo. Pongamos un ejemplo. España comenzó a edificarse con la calidad y la resistencia de nuestro cedro. Encontrar un rastro de aquella madera fue el principal motivo que me llevó al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

En las guías de turismo, se promociona como la “octava maravilla del mundo”. Yo no me atrevería a otorgar un número; hay mucho mundo por comprobar con mis propios ojos. No obstante, confirmo la parte de su portento. Aunque se recomienda la visita en invierno cuando el aire frío parece cortar la respiración, mi oportunidad surgió en verano. A pesar del calor abrasador afuera, adentro el misterio y la belleza del lugar te envuelven y sosiegan.

Todavía no habíamos llegado a la enorme plaza que lo rodea. Buscábamos la ruta, cuando nos detuvimos a un costado del santuario de la Virgen de Gracia, en la calle Floridablanca. La ermita dedicada a la patrona de El Escorial ya existía cuando el Rey Felipe II ordenó la construcción del monasterio en 1561.

Había un señor bien mayor sentado en el banco que permite esa vista donde se topa la calle Capilla con la de Floridablanca. Al vernos de curiosos intentando retratar cuanto nos impresionaba, dijo: “Aquellas dos montañas se llaman Las Machotas”. Contó más: que se preparaban para las fiestas patronales de San Lorenzo desde el 9 de agosto, y que la romería de la Virgen toca el segundo domingo de septiembre. Su presencia fue fugaz; en un parpadeo, aquel enigmático abuelo desapareció, dejándonos con la imagen de las cumbres, con el encuadre justo a aquel perfil imponente en la Sierra de Guadarrama que guarda un silencio reverente ante El Escorial.

Empezamos por el jardín, con su diseño meticuloso y su atmósfera serena. Temimos por las avispas mas ninguna nos picó. La zona preserva la condición de obra de arte paisajístico renacentista, con los parterres geométricos y el murmullo de las fuentes, aunque las topiarias ya no alcanzan las dimensiones originales. Un proceso de restauración intenta rescatar aquel esplendor de follajes con formas domadas por las tijeras de podar. El cambio climático amenaza plantas que España no volverá a ver.

Pero el jardín de El Escorial tiene garantizado un sitio en los registros de la memoria, con la icónica escena de Sara Montiel en la película La Violetera (1958) rodada allí. Como por estos lares gustan tanto de los chismes, me enteré que Charles Chaplin perdió el juicio cuando el compositor José Padilla lo demandó por utilizar sin permiso la melodía en su película Luces de la ciudad (1931) Por eso, cada vez que aparece la vendedora de flores ciega, sale sin el sonido de la canción.

El Real Monasterio no solo es un testimonio de la historia y la arquitectura renacentista española, sino también un escenario de importantes eventos culturales y sociales. Lola Flores, la mítica Faraona, eligió la basílica para su boda en 1957. Ese lugar inspira reverencia como museo de arte sacro con el altar mayor con trabajos en mármol y oro, las bóvedas pintadas por Luca Giordano, el retablo de Juan de Herrera y las obras de Tiziano en la sacristía.

Siglos atrás, la vida en El Escorial era una amalgama de solemnidad y actividad. Los monjes eran expertos artesanos y ocupaban su tiempo en la producción de manuscritos iluminados, la fabricación de vino en los viñedos del monasterio, y la elaboración de productos en el taller de sastrería y encuadernación.

Recorríamos los corredores imaginando cómo aquella madera, que había viajado a través del océano desde el Caribe contribuyó a la grandiosidad del edificio. Mi búsqueda personal de las maderas cubanas encontró su momento cumbre en la biblioteca. Tuve que controlar el impulso de tocar las estanterías, las vetas y la rica textura.

Con casi 40000 volúmenes es comparable a la Capilla Sixtina por los frescos en sus bóvedas. Alberga incunables de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, así como una valiosa colección de grabados, dibujos, monedas y medallas. Los libros están dispuestos con los lomos hacia adentro, lo que ha generado especulaciones, aunque parece ser una elección estética y práctica. Comparto imágenes de ejemplares en exhibición como una Biblia en lengua hebrea y aramea; un manuscrito con la Relación de ceremonias y ritos de indios de Michoacán, un códice áureo y el libro de ajedrez, dados y tablas.

Lo más solemne y místico descansa en el panteón real. Casi todos los monarcas de las casas de Austria y Borbón reposan allí. En ese sitio no permiten hacer fotos, aunque sí en las bóvedas precedentes donde están los infantes. Se dice que cubrían los cuerpos con cal y en la sala llamada Pudridero pasaban de 25 a 30 años hasta ser aptos para el enterramiento en el cofre de mármol. El rey no acudió a la inauguración, aunque ordenara levantarla para conmemorar la victoria de San Quintín de 1557, y como tumba para sus padres.

Pasamos por una de las primeras escaleras imperiales en España. Husmeamos en las estancias de la reina con vista a los jardines privados. Nos conmovimos con el altar principal de la iglesia vieja donde está El Martirio de San Lorenzo, hecho por Tiziano. De Tiziano en galería aparecen otras obras, y de manera particular nos detuvimos en La última cena.

A nivel popular, cuando algo dura mucho se dice que dura más que “la obra de El Escorial”. Esta finalizó en 1584, después de unos 21 años. A menudo se compara con el tiempo que se tardó con el Taj Mahal (23 años). Expertos de este ámbito desmotan esa frase porque consideran normal el proceso de ejecución cuando lo comparan con los 182 años que se llevó la catedral de Notre Dame, o sacan el sable con la Sagrada Familia de Gaudí, aún por terminar.

Un episodio oscuro se cierne sobre el lugar. En los ecos de sus corredores y en la serenidad de sus jardines se percibe una historia más reciente y controvertida: la extracción de madera por el régimen de Franco para la construcción del Valle de los Caídos. A pesar de eso y en general, de incendios, ocupaciones y guerras, el conjunto se mantiene. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984.

Estábamos agotados de tanto recorrer el monasterio, subiendo y bajando escaleras. Al alejarnos hacia el sol, añoramos ese manto continuo de sombra de los antiguos bosques. Caminar por Cuba a la sombra se nos vuelve una utopía. Ya cerca de la plaza de San Lorenzo, recordamos al señor que nos señaló Las Machotas, y nos despedimos con la sed de conocer lo que no se muestra. Así se saborean los enigmas ocultos a la vista del público, esos que El Escorial ha albergado durante siglos.