CAMAGÜEY.- Era viernes, La Habana andaba a su ritmo capitalino, en la esquina de Prado y Dragones como todos los días muchas personas esperaban algún transporte o simplemente caminaban contemplando su ciudad. El Hotel Saratoga vivía un ajetreo poco común, se preparaban los detalles para su reapertura cuatro días después, luego de dos años cerrado a causa de la COVID-19.

Sobre las 10:50 am, un fuerte estallido cambiaría la historia en Prado 603, una deflagración de gas se produjo mientras un camión habilitaba el sitio. Un audio que circula en redes sociales ilustra el impacto de los primeros Bomberos en llegar a la zona del siniestro: “Necesito que usted me envíe técnica del SIUM, se fue completo la parte lateral del Saratoga”.

La camagüeyana Yadenis Esquivel Meno se encontraba impartiendo clases en el Hospital Miguel Enriquez donde habitualmente ejerce la docencia además de sus funciones como psicóloga de emergencia y desastres del Destacamento Nacional de Salvamento y Rescate. Allí recibió la llamada de su jefe para que se alistara que debían partir a una “escena”. Su misión en ese momento sería atender los niños de la escuela cercana al Hotel Saratoga, severamente afectada.

“Mientas esperaba en el hospital llegó un pequeño afectado con una lesión en el ojo y me piden que hable con él. Estaba muy emocionado y me contó que primero lo vio todo blanco y después todo oscuro, estaba preocupado por su salud, y me dice: doctora pero pude sacar a varios de mis amiguitos y yo le respondí que él era un héroe y me preguntó por cómo estaban sus compañeros, así lo fui animando. La madre estaba muy nerviosa, tuve que calmarla también. Por eso cuando llego a Prado ya casi no quedaban pequeños en la escena”.

Uno cree que las personas como Yadenis están preparadas para enfrentarse a esos episodios. Sin embargo ningún hecho se parece a otro, “lo que más me impactó a mi llegada fue el daño estructural del hotel, la cantidad de víctimas que se reportaban, de trabajadores que estaban dentro de la instalación y por ser un lugar tan céntrico, el estimado era mayor por la cantidad de personas que circulan por allí”. Quizás, por eso a esta camagüeyana le dieron las energías para resistir dos días consecutivos en el sitio del siniestro y luego de unas horas de descanso retornar a donde la gente la necesitaba, a la esquina de Prado y Dragones.

Allí ella pasó el día de las madres, esta vez no estaría con los suyos, se encontraba ayudando a otros a amortiguar el dolor. “Yo llevo unos años ejerciendo la psicología de emergencia y desastres; además soy voluntaria y anteriormente había trabajado en organismos relacionados con las emergencias, pero a pesar de esa experiencia mi familia no deja de asustarse cuando estoy trabajando, sobre todo mi madre que no sabía la causa de la explosión o si iba a colapsar la estructura.

“Similar a este hecho yo no había estado en ninguno, he prestado servicios en derrumbes,    pero nunca con la envergadura del Saratoga, nunca había visto algo como lo que estoy viviendo ahora y menos con las cifras que estamos manejando. Un servicio tan grande como este, aunque no de la misma manera, fue el accidente aéreo de mayo del 2018, donde trabajamos intensamente y hubo una gran cantidad de victimas”.

Uno los ve actuar con destreza y sin fallar y piensa que pueden enfrentar cualquier situación sin parpadear. No obstante, esta psicóloga asegura que para situaciones así no existe preparación. “El ser humano nunca va a aceptar perder otras vidas y menos de momento, así, por accidentes, aunque uno crea que está preparado realmente no lo está, cómo controlarlo desde el punto de vista emocional, hay que conocer las reacciones físicas, psicológicas, cognitivas, conductuales, afectivas; saber cómo enfrentar las crisis, cómo comunicar una mala noticia. En la Cruz Roja recibimos estos cursos para enfrentarlo de la mejor manera.

“El accidente aéreo me conmovió, pero este me hizo ver que una no está del todo lista para enfrentar esto nunca, sobre todo por el momento de acercarse a los que esperan buenas noticias. El primer día tuve que hablar con una familia, escucharlos, darle respuesta, aconsejarlos, porque su hijo estaba desaparecido, prepararlos para apoyar a la madre que estaba destrozada. Al otro día me encomiendan comunicarle a una familia que su hijo había sido encontrado sin vida y cuando yo vi que esa madre se desplomó a llorar en el piso me di cuenta que no estoy preparada para eso y no por eso vamos a dejar de ser más profesionales, simplemente es difícil”. Para ella y sus compañeros lo más complejo, confiesa, fue ver morir niños.

− ¿Cómo lidiar con los familiares que, aún cuando el tiempo pasa y son menos las probabilidades de encontrar sobrevivientes, siguen allí aferrados a la esperanza?

− A los familiares nunca se les miente, pero tampoco debes crear un sufrimiento antes de tiempo. Cuando te preguntan si están vivos o muertos debes decirles que se está trabajando para encontrarlos, porque ni uno mismo tiene seguridad. Pero sí es muy complicado, nada podrá aliviar la desesperación de que un ser querido aún no aparezca, solo resulta darles apoyo y acompañarlos.

“Ahora tengo que volver a la escena a seguir mi trabajo”. dice Yadenis al concluir este diálogo. Pero antes, mostró el orgullo de los nacidos en esta tierra. “Yo, aunque viva en La Habana, soy camagüeyana”. Detrás, solo rompe el silencio de la noche el ruido del bregar de los equipos y personas, muy valientes, que se arriesgan entre escombros, vigas sueltas y estructuras por desplomarse, sin perder la esperanza de encontrar algo preciado: vidas.