CAMAGÜEY.- Era de madrugada. El poblado de Guáimaro permanecía el 4 de enero en relativa tranquilidad. El día anterior sus habitantes vivieron la emoción de ver pasar a combatientes del Ejército Rebelde de otras columnas guerrilleras.
Sin embargo, la cuarta jornada de enero reservó un momento feliz, la entrada de la Caravana de la Libertad, encabezada por Fidel.
Hasta el parque de la Constitución llegó la comitiva en busca de aliviar la sed, pero por lo temprano de la hora, la más cercana unidad gastronómica permanecía cerrada.
Fidel aceptó la invitación de Orlando Manduley de trasladarse hasta su hogar, no más de cien metros de la actual terminal de ómnibus.
Resultó que el vecino estaba emparentado con Celia Sánchez –no se conocían—y de allí surgió una amistad inolvidable, recordada con pasión.
La pose asumida por Fidel, de poner encima del refrigerador el plato del que tomaba los alimentos que ingería, facilitado por su alta estatura, fue recordada una vez en una entrevista por Orlando Manduley Rivero, hijo, quien esa ocasión sólo tenía ocho años.
El hogar se llenó de vecinos. La madre empezó a repartir galletas y refrescos, mientras Celia se ofreció a realizar los quehaceres domésticos.
Fue en Guáimaro, sitio en el que el Líder de la Revolución recibió el aviso de que en Camagüey masferreristas estaban apostados en el hospital, en construcción, actual Manuel Ascunce, mostrando resistencia a la Revolución.
La orden fue dada, que los tanques se posesionarán delante y avanzaran para neutralizar esa acción.
La llegada de la Caravana de la Libertad fue una novedad en Guáimaro, los soldados regalaban balas como trofeos de guerra.
Antes de continuar hacia Camagüey, donde arribarán a media mañana,hombres, mujeres y niños aclamaron a Fidel en Guáimaro.