CAMAGÜEY.- Esta provincia casi siempre ha tenido el mismo clima veleidoso. Antes había caña y ahora no. El medio ambiente carga toda la culpa de incumplimientos discutibles al margen de suposiciones periodísticas.
Las unidades cañeras de la provincia hace varios años no alcanzan los planes de siembra: por la sequía, porque llueve mucho o porque faltan recursos y fuerza laboral idónea. Para echar a andar una zafra mediana en tiempo de cosecha y molienda en, al menos, cuatro de los seis ingenios activos en el territorio, se precisa plantar cada calendario y, paralelamente con la producción azucarera, una cifra superior a las 14 000 hectáreas de caña.
Generalmente, los estimados de la materia prima o cantidad total de la gramínea a moler por fábrica de azúcar puede limitarse sobre todo en las postrimerías del proceso fabril y nunca al comienzo, amén de los déficits de fertilizantes y herbicidas que provocan abundancia de enyerbamientos y de bejucos en los cañaverales. Sin embargo, son realidades que frente a la ausencia de obreros agrícolas para ejecutar las rudas labores de atención a los campos, agravan el ritmo productivo y reclaman movilizaciones productivas de trabajadores.
Puede hasta entenderse que por incumplimientos de las normas técnicas en el fomento de nuevas plantaciones, bajos rendimientos agrícolas y erráticos estimados cañeros, se justifiquen las pírricas zafras camagüeyanas menores de 150 días efectivos de molidas. Lo que no es posible comprender es que los centrales azucareros desde el primer pitazo de arranque detengan sus recién engrasadas maquinarias o no puedan vencer la Zafra Chica como le sucede al simbólico “Siboney”, de Sibanicú, que desde la molienda 2018-2019 tronchó su racha de 16 planes victoriosos por la falta del suministro cañero.
El “Siboney”, primero de la provincia y cuarto del país —entre 38 industrias azucareras— en empezar la vigente zafra, alcanza calidad exportable de su azúcar y destaca por el aporte al Sistema Electroenergético Nacional (SEN), de acuerdo con su capacidad industrial.
El insigne ingenio cumplidor tampoco está exento de la derrota productiva por causas ajenas. Sus equipos moledores de caña están bien afinados, pero tuvieron que detenerse por el intermitente e insuficiente abasto de materia prima post arrancada, y el “Panamá” inició la zafra oficialmente con bombo, platillo y escasos carros de caña, aun con el temor de que el “Carlos Manuel de Céspedes” comenzó la molienda y dejó de tributarle gramínea al de Vertientes, que también tritura materia prima del “Batalla de Las Guásimas”, cuya arrancada se prevé en enero con déficit del tradicional abasto proveniente del vecino ingenio.
Si no se siembra caña en Camagüey, los retoños y nuevas plantaciones carecen de calidad poblacional vegetativa y, además, no se atienden culturalmente, como se hacía de manera manual, sin tantos medios automotores e insumos químicos en otras épocas, no es difícil convencerse —sin ser especialista del importante sector económico—, de por qué no habrá el azúcar que tanto precisa la economía nacional, con zafras azucareras de solo 114 000 toneladas del alimento como la presente.
Entre los estrategas de AzCuba y longevos protagonistas de la zafra en ingenios y cañaverales, hay divergencia de opinión sobre las cifras conservadoras de la norma potencial industrial del 70 % de la capacidad instalada. Esta aparece más bien determinada, subordinada a los incumplimientos cañeros en la tarea diaria y el abasto a los basculadores, aunque el miércoles último se adviertía una mejoría provincial en el suministro de los tres centrales en producción.
Jorge Ramón Verdecia Velázquez, director del “Siboney”, dijo que aunque ya les era imposible cumplir la Zafra Chica, la reanimación del abasto de caña les permitía fabricar azúcar de calidad para la exportación y generar electricidad al sistema de distribución nacional, pues molían alto, al 115 % de sus posibilidades tecnológicas.
Igual respondían Rafael Valdés Álvarez desde el “Panamá”, de Vertientes, y René Valdés Márquez, administrador del “Carlos Manuel de Céspedes”, quien aseguró que la industria se comportaba bien con molidas superiores al 70 % y si el suministro de las cañas propias y las procedentes por ferrocarril desde el “Brasil”, de Esmeralda, se mantenía el fin de año, podrían festejar el aniversario 62 de la Revolución con un 85 % o más del proceso fabril azucarero.
¿Se puede o no se puede? El éxito de las industrias que fabrican azúcar en Camagüey no solo depende de buenas reparaciones y operaciones tecnológicas eficientes; en gran medida lo determinan los cañaverales: sin caña no hay azúcar y sin molidas altas y estables no hay eficiencia industrial.