CAMAGÜEY.- Con Juan Miguel Echevarría las cosas nunca van a ser normales, y la vida nos lo acaba de demostrar esta semana. Las reglas del planeta no parecen hechas para él, por eso mucho nos negamos a creer que lo hayan desplazado de lo más alto del podio del salto de longitud de los Juegos Olímpicos de Tokio sin ni siquiera superarlo. Ser medallista de plata en su primera incursión bajo los cinco aros no debería ser motivo de desánimo, pero él entiende que era su momento.
“Cuando logré los 8.50 metros en el primer salto de la clasificatoria me sentí muy fuerte. La estrategia de preparación había dado sus frutos, porque hicimos lo mejor de la temporada en la competencia fundamental. Y para colmo, mis principales rivales no se mostraron a tope”, comentó a Adelante.
En la final las condiciones cambiaron desde el foul en su primera oportunidad, pues lo obligaba a asegurar en la segunda para lograr un registro que le diera los tres saltos extras. “Tratando de pisar seguro perdí un poco la coordinación en la carrera, que hasta ese momento había sido muy buena. Ahí empezaron los problemas y las molestias”.
No obstante, los 8.09 metros que alcanzó le permitieron continuar en competencia y dos intentos después llegaría su mejor medición: 8.41 centímetros. Con el paso de las rondas esa distancia parecía imposible para el resto de los saltadores y Echevarría y Massó estaban cada vez más cerca de concretar un 1-2 histórico para Cuba.
“Siempre creí que alguno, en especial Tentoglou, podía superarme, pero que haya hecho exactamente la misma marca que yo es lo que todavía me tiene en shock. Cuando me sentí el dolor de la lesión, sabía que era grave, por eso renuncié par de veces y dejé la posibilidad de volver a saltar solo para si alguien me pasaba”.
Lamentablemente para nosotros, el griego Miltiadis Tentoglou aterrizó en los mismos 8.41 metros en el último intento del evento. “Eso fue tremendo, pero enseguida fui para la línea a responder.
Traté de sacar el extra de los campeones al final, incluso en mi cabeza estaba convencido de que podía saltar más de 8.16 metros, que era lo que necesitaba para ganar, pero la dolencia no me dejó ni completar la carrera de impulso”.
Millones de cubanos quedaron desconsolados junto a Echevarría, que se enrolló en su bandera para llorar unos minutos antes de posar para los fotógrafos junto a sus compañeros de medallas. El karma que en su momento marcó al gran Iván Pedroso parece repetirse y constituye ese el mayor ejemplo que puede seguir el camagüeyano, el de perseverar hasta conseguir el oro olímpico.
Pasarán noches sin dormir, días de felicidad a medias, meses para recuperar la salud de su pierna y años para tomar revancha. “Ahora lo más importante es tratarme la lesión para que no empeore y sea un problema en el futuro. Luego voy a seguir trabajando junto a mis entrenadores para cumplir mis propósitos, porque sigo con la misma ambición. Tengo sueños de récords y de medallas y sé que tendré las oportunidades de lograrlo”.