Con Juan Miguel Echevarría las cosas nunca van a ser normales, y la vida nos lo acaba de demostrar esta semana. Las reglas del planeta no parecen hechas para él, por eso mucho nos negamos a creer que lo hayan desplazado de lo más alto del podio del salto de longitud de los Juegos Olímpicos de Tokio sin ni siquiera superarlo. Ser medallista de plata en su primera incursión bajo los cinco aros no debería ser motivo de desánimo, pero él entiende que era su momento.