CAMAGÜEY.- “Arreglamundos, así me dice mi papá”, contó María Antonia Borroto Trujillo durante la promoción de uno de sus libros de ensayo, una declaración que dialoga directamente con la vocación que atraviesa toda su obra: la de reivindicar el pensamiento crítico de las mujeres en el periodismo cubano.

En esta ocasión, la presentación de Arreglamundos: Mujeres y periodismo en Cuba (Ed. El Mar y La Montaña, 2018) en Camagüey coincidió con el contexto del XXXI Premio Nacional Emilio Ballagas, que este año convocó en el género de ensayo y cuyo jurado integra la propia autora, lo que confiere a la cita un matiz especial de coherencia y continuidad intelectual.

La Borroto anunció además la próxima realización de un curso promovido por la Unión de Periodistas de Cuba en Camagüey, que llevará precisamente el nombre de Arreglamundos, reafirmando así la pertinencia de ese término como gesto de identidad y como reconocimiento al legado femenino dentro de la prensa nacional.

“Arreglamundos” es una palabra que parece salida de una conversación íntima, de esas que ocurren entre mujeres que se reconocen y se animan. Pero también es una declaración de intención: la voluntad de mirar el mundo, entenderlo y, en la medida de lo posible, enderezarlo. La Borroto coloca esa idea en el título de su libro y la convierte en una clave de lectura. No solo llama “arreglamundos” a las periodistas que estudia, sino que se asume ella misma dentro de esa tradición. Y lo hace con una convicción que nace del conocimiento, de la constancia y del deseo de recuperar una genealogía femenina de la prensa en Cuba.

Arreglamundos: Mujeres y periodismo en Cuba, Premio Regino Boti 2017, ofrece un mapa necesario: el de esas reporteras, cronistas y articulistas que quedaron dispersas en archivos, revistas y números de periódicos que casi nadie consulta. Con rigor investigativo y un sedimento cultural amplio, La Borroto recompone fragmentos, rastrea voces, encuentra detalles, y devuelve a la conversación pública a figuras como Mariblanca Sabas Alomá y Rosa Hilda Zell (Adriana Loredo). El libro funciona como un espejo. A través de sus textos —y de las preguntas que ellas se hacían sobre el país, la ciudadanía, la familia, la educación o el propio oficio— podemos reconocer no solo una historia, sino también una continuidad: muchos de sus debates siguen vivos hoy.

La autora escribe con un estilo cercano, casi conversacional, que facilita la lectura sin restar profundidad. Esa naturalidad vuelve más visible su trabajo de rescate: cada dato, cada cita, cada reconstrucción del contexto está sostenida por la paciente labor académica que ha definido su trayectoria. La Borroto se ha dedicado al estudio de la prensa como fenómeno cultural, y esa distancia le permite mirar con lucidez, sin nostalgias ni dramatismos, lo que esas mujeres lograron en su tiempo y lo que significan para el nuestro. Eso es justamente lo que hace posible un libro como este.

En el fondo, Arreglamundos… confirma la pertenencia de María Antonia Borroto Trujillo a una tradición mayor: la del ensayo latinoamericano y caribeño escrito por mujeres que piensan su tiempo con lucidez. Su libro dialoga, sin estridencias, con una línea que va desde la inteligencia crítica de Camila Henríquez Ureña y la sensibilidad social de Dulce María Borrero, hasta la aguda dimensión discursiva de Lydia Cabrera, y que encuentra resonancias contemporáneas en la mirada analítica de Mirta Yáñez y Zaida Capote. Al situarse en ese linaje, La Borroto no solo recupera voces del pasado: se convierte ella misma en parte de esa corriente de pensamiento que ha enriquecido la cultura cubana, caribeña y latinoamericana desde el ejercicio reflexivo, la investigación y la palabra clara.

Cuando tuve el libro entre mis manos por primera vez, su dedicatoria me llamó especialmente la atención: “Para Yanetsy, otra ‘arreglamundos’…”. Era un gesto de complicidad entre colegas, pero también una forma de reconocer que este oficio —el de pensar el país desde la palabra— necesita muchas manos, muchos ojos y muchas voces. En estas páginas, La Borroto demuestra que arreglar el mundo no siempre implica grandes gestos; a veces es un acto discreto: buscar una fuente olvidada, revisar una hemeroteca, devolver un nombre a la memoria colectiva.

Al hablar de Arreglamundos… puedo hacerlo desde una cercanía que no necesita explicitarse, porque quienes trabajamos hoy en el periodismo cultural sabemos que este oficio es, ante todo, un acto de perseverancia cotidiana. Esa perspectiva permite reconocer la vigencia de muchos de los temas que aborda el libro: las expectativas sobre las mujeres, las tensiones entre la cultura y la sociedad, o la responsabilidad de escribir para un país real y complejo. El periodismo cultural no se ejerce solo desde la crítica, sino desde la responsabilidad diaria con el lector, y en ese sentido las mujeres que estudia La Borroto —como tantas que han sostenido la cultura desde dentro— forman parte de un legado que todavía ilumina nuestro camino.

Al presentarlo, vuelvo a la metáfora de la arreglamundos. Porque las mujeres que aquí aparecen lo fueron. Y porque María Antonia, al estudiarlas, preservarlas y traerlas de vuelta, también lo es. Con este libro no solo recompone un legado: lo prolonga. Y nos recuerda que el periodismo —con todas sus tensiones, sus desafíos y sus posibilidades—sigue siendo un espacio donde muchas mujeres, desde distintas trincheras, continúan intentando, a su manera, arreglar el mundo.