CAMAGÜEY.- Desde Palmira, municipio del departamento del Valle del Cauca, Teresa Consuelo Cardona llegó a Camagüey invitada por el Proyecto Sociocultural Golpe a Golpe, para participar en un intercambio cultural de verano, que tuvo lugar del 18 al 21 de agosto. Reconocida poetisa y periodista colombiana, su obra combina compromiso social, reflexión política y expresión poética que busca conectar con las experiencias humanas cotidianas.

Durante su visita, conversó sobre la ciudad, la poesía, la cultura latinoamericana y el papel del arte en la transformación social.

Teresa Consuelo, es como una marca.

—Sí, mi nombre completo es Teresa Consuelo Cardona, pero la gente no lo usa completo porque como que no hay otra Teresa Consuelo. Me queda calzado el nombre y como si fuera el apellido.

No es la primera vez en Cuba, pero sí la primera vez en Camagüey. ¿Cuál es la impresión que se lleva de esta ciudad medio milenaria?

—Camagüey ha estado en el imaginario de nosotros en Colombia durante mucho tiempo, pero otra cosa es cuando uno viene. Esta ciudad es maravillosa, es muy linda, la arquitectura, los espacios, el mismo diseño estructural de la ciudad hace que sea completamente atípica y tiene muchos parques, está arborizada, es una ciudad realmente muy bella, absolutamente bella, así que si uno cree que lo sabe por la información que lee, no, está lejos de la realidad.

¿Cuáles son las motivaciones de su poesía? ¿Qué le recomendaría buscar en ella a quien no la conoce?

—La poesía de Teresa Consuelo es de corte social y político, no ignora esa construcción social y cultural que tenemos los humanos y que pasa necesariamente por lo político, pero es también una exposición de sensaciones y sentimientos a través de los cuales las personas pueden comunicarse y expresar sus propias realidades. No es una poesía autobiográfica, es una poesía que recoge hechos y eventos del entorno, que se fija en las posibilidades y circunstancias en las cuales una persona puede tomar decisiones, y las decisiones que sean profundamente humanas también están sometidas al rigor de las propias circunstancias en las cuales viven. Esa es la línea poética.

¿En sentido general qué pudiera unir desde la cultura a los pueblos de Colombia y de Cuba?

—La América Grande es un sueño de Bolívar y es un sueño muy antiguo en el pensamiento. Es un viejo anhelo de América Latina y, por lo tanto, siempre ha estado buscando caminos. Una América unida, como un solo país con muchas naciones y esta diversidad que contenemos, representa un verdadero peligro para algunas formas de interpretación del mundo, y por eso cada intento serio de avanzar en términos de unidad viene acompañado de resistencias. Pero siento que muchos países estamos avanzando hacia allá, y hay una devoción por la unidad que no se veía a finales del siglo pasado.

"En este momento, por ejemplo, los reclamos por Palestina han hecho que nos fijemos en qué países de América están en situaciones tan lamentables como ese apartheid, como ese bloqueo al que está sometida Cuba; y nos ayuda también a entender que cualquier país podría vivir una misma situación y la única manera de enfrentarlo es uniéndonos. En la mira está Venezuela, que en este momento está bajo la presión espantosa de barcos de guerra frente a sus costas, en la situación de Nicaragua, por ejemplo, y muy particularmente la situación de Colombia que empieza a levantar la cara tras 200 años de situaciones dolorosas y empezamos a levantar la cara haciendo un llamado a la justicia social, a la justicia ambiental, a la justicia de género, pero también a la unidad latinoamericana. Creo que el mundo empieza a cambiar hacia allá”.

¿Y en ese batallar, cuánto puede aportar la cultura, el arte?

—Todo, todo. Está comprobado que las personas expuestas al arte están más alejadas de la criminalidad. Si exponemos a la sociedad al arte y eso hace que sean mejores individuos, tendremos una mejor cultura. La cultura latinoamericana es una mixtura de expresiones culturales, muchas de ellas nacidas de procesos de violencia. Hoy se trata de construir a partir de situaciones no violentas, de hacer florecer la cultura en los territorios y no solo a nivel nacional, sino desde lo local, desde lo autóctono, para que los individuos se vean reflejados y no como imposición de culturas externas.

En la tertulia que usted tiene, ¿cómo se manejan estos temas, más allá de la poesía?

—Actualmente trabajamos en tres fases. La primera, “poesía del barrio”, llevaba la poesía a los barrios y rescataba poetas locales para talleres. Fue una primera fase que ya está terminada, que no tuvo la cobertura que nos habíamos propuesto por un montón de razones, especialmente porque las administraciones locales, las alcaldías, la Secretaría de Cultura, no son permeables a este tipo de proyectos; son, al contrario, como obstáculos. La segunda, encuentros reflexivos en mi casa, bajo árboles, donde hablamos de literatura, poesía y los nuevos poetas. La tercera fase, recién iniciada, busca institucionalizar de manera flexible estos encuentros para generar un movimiento poético real en Palmira, que actualmente no existe.

¿Cómo se relacionan o se complementan la poetisa y la periodista?

—Eso es algo de lo que no he sido realmente consciente; simplemente pasa. No hago grandes esfuerzos para que mi profesión y mi placer poético se crucen, pero es inevitable. La periodista aporta conocimiento y capacidad de interpretación de la realidad, lo que apoya a la poeta. Y la poeta expresa de manera distinta, fuera de las reglas básicas del periodismo, de la crónica, del reportaje, de la noticia misma; ayuda a que la información circule de manera más humana.

"Siento que la poesía humaniza a la periodista. En el oficio, uno se mete en una especie de caja de cristal. Yo hago medios alternativos en Colombia, eso implica que nos estemos cuidando todo el tiempo, que hay cierta persecusión, hay que estar cuidándose literalmente la vida. Eso complica las cosas. Pero la poeta hace que los dolores, las angustias tengan salida y no se queden navegando en el hígado de la periodista. Hay una especie de ayuda mutua; la una sin la otra no podría hacer un ejercicio tan franco y juicioso como lo hacen ambas."

Usted es lo que se diría una periodista multimedial. ¿Hay alguna preferencia dentro de esos diversos medios?

—Sí, yo siento que mi medio es la radio. Me hice en la radio, el primer medio en el que trabajé profesionalmente. Estuve años haciendo radio en Colombia y sigo sintiendo un cariño especial por ella. Luego fue sustituida por otras formas y engranajes del periodismo. He pasado por todos los oficios de la comunicación, pero esa sigue siendo mi devoción. Incluso, en la universidad donde trabajaba había una emisora virtual y una física, y yo era la única de las funcionarias que estaba en ambas porque no podía soltar ninguna. La radio es la radio, no importa el soporte. Tengo devoción y respeto por ella porque, por lo menos en Colombia, nos ayudó a educarnos, a fortalecer el imaginario colectivo de radionovelas, a llevar noticias y nos permitió ser canal para llegar a los rincones más lejanos de la geografía nacional, estamos hablando de recovecos, de alturas muy elevadas y honduras donde no hay carreteras ni acceso de otro tipo. Incluso hoy, en pleno siglo XXI, hay poblaciones donde es lo único que llega.

Teresa Consuelo vino a Camagüey con su esposo, su hijo y la novia de este, a quienes se la "robé" por un rato en su última noche en la ciudad, en medio de un largo apagón, que iluminaron su sonrisa y su pasión por la vida.